BREVES REFLEXIONES SOBRE EL NAZISMO

Querido amigo: Durante las muchas horas de vela en prisión, en el Campo de Oraniemburg y durante mi permanencia con el Mando ruso, he podido reflexionar, después de haber oído a unos y otros, sobre el nacionalsocialismo, la guerra y, especialmente sobre España; reflexiones que procuraré exponer lo mejor que pueda.

El nacionalsocialismo no surgió como una necesidad de carácter nacional o social. Se organizó como instrumento para destruir todo lo que representase un peligro para los privilegios del capitalismo alemán.

Después de la guerra del 14-18 quedaron en Alemania subsistentes un Partido Socialista y otro Comunista fuertes en número, débiles en convicciones, y ambos constituían un peligro para los magnates de la Banca, de la Industria y de la tierra. Teóricamente ambos partidos aspiraban a la socialización de la riqueza. Para el capitalismo se hacía imprescindible aniquilarlos, destruirlos hasta en sus raíces, única manera de que los magnates vivieran tranquilos.

Pero hacía falta el instrumento aniquilador. Los hombres políticos burgueses estaban desacreditados. No era posible constituir un Gobierno con verdadera autoridad frente a los revolucionarios. La guerra y la secuela que dejó el Tratado de Versalles, hicieron que surgiera.

Adolfo Hitler, durante la guerra había sido cabo del ejército; tenía más de impulsivo que de culto; la derrota envenenó su espíritu; regresó con ansias de mando y de revancha; austriaco con levadura alemana, debió comprender que en aquellas circunstancias la audacia era un gran factor a utilizar; era ambicioso y no se resignaba a permanecer en las últimas filas de la sociedad. Había que figurar a la cabeza de lo que fuera: un Partido o un Ejército, pero mandar, ser obedecido ciegamente. Era un temperamento verdaderamente alemán, despótico, cruel; se consideraba un iluminado a quien la Providencia —en la que creía cuando servía sus fines, como les pasa a todos estos improvisados— le había escogido para redimir al pueblo alemán, como Dios había elegido a Moisés para salvar al pueblo israelita.

Como primer ensayo, ingresó en el Partido Socialista. Allí vio que no era fácil erigirse en jefe, ¡ya había muchos!, y lo abandonó.

Su propaganda, como las de todos los renegados, se dirigió principalmente a desprestigiar a los Partidos Socialista y Comunista y a sus dirigentes, haciéndoles responsables de la pérdida de la guerra y calificándolos de traidores a la patria. ¡Tocaba la cuerda sensible del patriotismo!

Según él, el tratado de Versalles esclavizaba al pueblo alemán. Los socialistas y comunistas habían colaborado en ese Tratado siendo responsables de su esclavitud; ellos eran los que habían vendido Alemania en interés de la revolución social que preparan. Era necesario fundar otro partido verdaderamente nacional y patriota. No le convenía prescindir de la calificación socialista, porque le podía servir de espejuelo para atraerse a los trabajadores. Proclamó la necesidad de la revancha, y con un grupo pequeño formó el Partido Nacionalsocialista. Buscó como auxiliares, no a hombres de ideas, sino de acción pero de acción criminal, dispuestos a masacrar a cuantos les estorbasen.

El capitalismo alemán tenía ya el instrumento que necesitaba. Le faltaba únicamente conquistarlo; hacerlo suyo.

Para la conquista de Hitler no faltaban intermediarios que representaban a la Banca, a la Industria y a los grandes terratenientes y se ofreció al nacionalsocialismo naciente todo lo necesario para su desarrollo, y así sus voceros de todo orden clamaban: «Debe constituirse un gran partido capaz por sus medios y sus fuerzas de arrollar a todos sus enemigos para salvar Alemania». Se le prestó la ayuda moral y económica necesaria, sin fijación de límite, y se le garantizó la impunidad para las incidencias de su actuación.

La propaganda fue intensa: mítines, carteles, periódicos, libros, manifestaciones; creación de escuadras y círculos; todo se puso en juego para elevar a Hitler a las alturas del hombre dios. Naturalmente no escaseaban los medios que esa labor intensa y extensa exige y que a un partido honesto le es imposible reunir con sus propios elementos.

Se movilizó al pueblo por todos los medios para darle el voto deslizando advertencias para el que no lo diera. Estaba en el camino ascendente y fue nombrado Canciller. Después Fhürer. Poder único en Alemania. Dictadura absoluta; lo demás era comparsería. Se inventaron los complots más raros como el incendio del Reichstag, que fue el pretexto para liquidar a los enemigos y sembrar el terror.

He aquí a «Periquito hecho fraile», es decir, al nacionalsocialismo en el Poder. Anulados los partidos de oposición había que empezar a organizar la revancha, siendo preciso para ello la creación del mayor y mejor ejército del mundo, bajo mando único, y la unificación de Alemania.

Para el desarrollo del plan de dominio universal se buscó otro aliado, y éste, renegado también, fue Mussolini, el Duce, el imperialista descontento de la Sociedad de Naciones, por las sanciones acordadas a causa de los atropellos realizados en Abisinia.

Mussolini se alió al Fhürer, y de ese modo se creó lo que se denominó «el Eje». Es decir, el centro alrededor del cual debía girar en lo sucesivo toda la política del mundo. En sus planes de guerra proyectaron tomar posiciones estratégicas en Europa, y una de esas posiciones fue España, que estaba situada a espaldas de Francia. Por eso ayudaron a Franco a provocar y mantener la guerra civil. Al propio tiempo se mantenía la guerra de nervios, en la que Hitler representó más papeles que un transformista: conciliador, matón, perdonavidas, garante de honor, etc…, y Mussolini fue el chulo de la “puñalá”.

Europa no quería lucha; estaba preparada únicamente para la paz, y eso la llevó a ser débil y transigente hasta el exceso. En términos vulgares puede decirse que tuvo miedo.

Para llevar a cabo sus designios, Hitler planteó la cuestión de Danzing y el corredor, que realmente eran un absurdo creado por el engendro de Versalles.

El año 1939 se hizo el Tratado con Rusia, para garantizarse por el Este, no considerando entonces al bolchevismo como el enemigo de la cultura y de la civilización.

Estalló la guerra contra Polonia a sabiendas de que Inglaterra y Francia estaban comprometidas con ella, por sus respectivos tratados, y obligadas a defenderla en caso de ser agredida. Por tal motivo estas dos naciones entraron también en la liza. Declarada la guerra, interpretando Hitler las ambiciones del capitalismo alemán, se quitó la careta y proclamó que quería organizar una nueva Europa, que no necesitase de Inglaterra ni de América, bastándose con África.

He aquí por qué dije en una ocasión que Alemania no podía ganar la guerra, por muchas divisiones, tanques, aviones, submarinos, cañones y hombres de que dispusiera. Yo había examinado el problema desde el punto de vista del determinismo económico.

París. Marzo de 1946. Le abraza, Francisco Largo Caballero.

Querido amigo: Según el proverbio español: el que mucho abarca poco aprieta, y eso le ha ocurrido al Fhürer. Una guerra por la defensa del corredor de Danzing no podía ser muy larga. Los pueblos no se dejan matar o arruinar por objetivos pequeños que pueden llegar a obtenerse antes o después mediante arreglos diplomáticos; pero por mantener el dominio en el mercado de Europa, la guerra podía durar cien años; hasta el aniquilamiento de uno de los beligerantes que, en fin de cuentas, es lo que ha sucedido. En este caso, Alemania estaba peor situada que sus enemigos.

Arrebatar el mercado europeo a Inglaterra y América representaría la caída vertical de sus industrias, montadas tomando en consideración ese mercado. Dejárselo arrebatar constituiría el paro forzoso de millones de trabajadores, el cierre del Mediterráneo con todas sus graves consecuencias. Era preparar el terreno a los trabajadores para verificar una revolución honda. El capitalismo inglés y americano no lo consentirían jamás aunque la guerra se hiciese crónica e interminable, y además, porque cuentan ambas juntas con muchos más recursos que Alemania. Así ha sucedido. Alemania ha sido destrozada porque la superioridad de toda clase de recursos de Inglaterra y América ha terminado por destruir la poderosa industria alemana.

Por otra parte, cuanto mayor número de países conquistase Alemania más se debilitaría. La ayuda forzada que le prestasen los países dominados no compensaría los elementos empleados para retenerlos bajo su dominio.

De otra parte, pretender mantener una guerra simultánea contra América, Inglaterra y Rusia es idea que sólo puede surgir en un cerebro embriagado por éxitos fáciles y de sorpresa.

América estaba dividida en bélicos y pacifistas y se concretaba al negocio de prestar y vender cuando Hitler le declaró la guerra mediante una traición japonesa. Esto determinó la unión de todos para salvar su industria, sus mercados, su economía.

Meterse con Rusia en las circunstancias dichas, olvidando los progresos realizados y además de esto la Historia, era meterse en un inmenso laberinto de donde no podría salir más que deshecha.

La persecución salvaje contra los judíos, que representan en el orden económico una fuerza poderosa, estimuló a éstos a que ayudasen con sus capitales a ganar la guerra por instinto de conservación.

El nacionalsocialismo y el capitalismo alemán supieron organizar la parte salvaje e inhumana de la guerra, lo que estaba al alcance y de acuerdo con su mentalidad. Pero la parte inteligente de toda obra aunque se trate de obras de destrucción, no fueron capaces de verla; escapó a su cerebro ancestral.

Erraban los que creyeron que se luchaba por ideologías. La lucha ha sido por la defensa de intereses económicos, y ello ha hecho posible la alianza entre América e Inglaterra con Rusia. Les unía el mismo interés que no era el ideológico. ¿Les unirán esos mismos intereses después de conquistada la paz? Pronto lo veremos, pero yo creo que no.

Ésas son las razones por las cuales en los momentos de mayor éxito del Eje yo sostenía que no podía ganar la guerra. Vaticinio que me ha costado duras persecuciones.

París. Marzo de 1946. Le abraza, Francisco Largo Caballero.