EL S.E.R.E. Y LA J.A.R.E.

Querido amigo: Las correrías que Negrín había hecho por el extranjero, es seguro que no las hizo, como decimos vulgarmente, a humo de pajas. Es de suponer que se ocupó de preparar el tinglado para actuar una vez terminada la guerra civil, colocando fondos en varios sitios y a nombre de diferentes personas. El oro depositado en Rusia había de servirle para la maniobra, quedando allá como depósito de garantía, ya que en Francia e Inglaterra se convertiría en francos y libras papel. La súbita retirada de mi firma, sin mi aquiescencia ni intervención, para la extracción de fondos con que sufragar los gastos de compras de material de guerra, tuvo como finalidad indudable la de quedar con las manos libres para realizar sus combinaciones financieras. A los rusos, que me habían desahuciado, no les podía asaltar ningún escrúpulo al prescindir de mi autorización; Negrín era su instrumento y bastaba.

Naturalmente que eso no se puede hacer honradamente sin la autorización y conformidad del depositario, pero tengo mis motivos para suponer que éste no sería ajeno a esa idea.

Con esos medios económicos constituyó Negrín el S.E.R.E.

Creyó que volveríamos pronto a España, y procuró sostener una clientela que le sirviese de apoyo después de la repatriación.

La historia del S.E.R.E. no cabe en el espacio de unas cartas; sería necesario escribir un libro de muchas páginas para recoger las miserias morales que allí se incubaron y salieron a la vida.

El folleto conteniendo las cartas de Negrín y Prieto produjo una impresión de asco a todas las personas decentes, que no concebían tanto cinismo y desprecio para la consideración de los demás. No se podía concebir cuál era más despreciable de los dos.

Todavía había de publicarse otro folleto, que hizo buena pareja con el de las cartas.

Prieto hizo tomar taquigráficamente el discurso que pronunció ante el Comité Nacional del Partido, dando cuenta del porqué salió del Ministerio de la Defensa Nacional, en cuyo discurso culpaba a los comunistas de su salida, en complicidad con Negrín.

Claro es que se cumplía el refrán de que: el que a hierro mata, a hierro muere. Los que le ayudaron en la intriga del mes de mayo del 37 le derribaron a él por los mismos procedimientos.

Unos amigos de Prieto —se decía que Amador Fernández y Belarmino Tomás— editaron dicho discurso en folleto, al que pusieron de prólogo otro discurso que pronunció en un mitin electoral de Cuenca. Ni uno ni otro discurso creemos que hayan servido para aumentar la gloria de su autor, y el efecto producido en la opinión acredita lo desdichado de ambos. Prieto se apresuró a publicar otra edición con otro prólogo hecho por él, en el que arremetía furiosamente contra los comunistas y con el S.E.R.E. insinuando que éste era auxiliar de la policía francesa.

Todas estas cosas realizadas por unos locos de atar, producían en la emigración, tanto de las poblaciones como de los campos de concentración, el consiguiente desaliento y la pérdida de la esperanza de nuestra repatriación, porque todo llegaba a conocimiento de la prensa española, que se aprovechaba de esas miserias para su propaganda. También eran conocidas por hombres políticos de otros países; lo que ha contribuido, y no poco, a que nos hayan tomado por una banda de aventureros. Todo esto contribuía a enrarecer el ambiente internacional contra los rojos españoles.

París. Enero de 1946. Le abraza. Francisco Largo Caballero.

Querido amigo: Dado el plan de lucha en que se habían colocado Prieto y Negrín, parecía extraño que no surgiera otro organismo frente al S.E.R.E. Posiblemente lo impedía la carencia de dinero, pero la casualidad hizo que esa dificultad desapareciera.

Negrín, y su titulado Ministro de Hacienda, señor Méndez Aspe, encomendaron a Enrique Puente una misión importante para México. Este individuo, Enrique Puente, había sido panadero; fue presidente de la Juventud Socialista de Madrid jefe de un grupo denominado «La Motorizada», organización particular armada al servicio de Prieto para atemorizar a los tímidos en la querella que sostenía con elementos del Partido y de la Unión; durante la guerra civil fue Comandante de Carabineros. La misión que se le encomendó fue la de llevar a México un importante número de bultos conteniendo objetos de valor. Para el transporte adquirieron un barco —el «Vita»— y contrataron un equipo con su capitán correspondiente.

La historia de lo ocurrido en este barco y su cargamento ha llegado a mí por diversos conductos, y tal como me la contaron la cuento sin poner ni quitar nada. Que respondan los autores de su autenticidad.

Los bultos que el barco transportaba deberían ser entregados en Veracruz a un médico, amigo de Negrín —doctor Puche—, que residía en Washington y que debía trasladarse a México para hacerse cargo de todo.

El barco llegó al puerto de Veracruz, pero el médico no estaba porque se había retrasado. La gente acudió al puerto para ver el barco, que nadie sabía a qué iba ni de quién era; pero empezó a circular la especie de que transportaba el tesoro español y hasta los periodistas acudieron para informar del acontecimiento. El rumor despertó codicias, o alguien se enteró de la verdad del caso, y quisieron sacar sabrosa tajada a cambio de no denunciar la verdadera carga del barco.

El Capitán bajó a tierra y durante su ausencia, la Aduana verificó su visita, pero no dio con lo que en el barco se ocultaba.

La situación de Puente y la de los que le acompañaban se hacía por momentos más comprometida, y para salir del atolladero se pusieron en comunicación con Prieto, al que dieron cuenta cabal de lo que se trataba y le ofrecieron la entrega del barco con lo que contenía. Prieto, haciéndose cargo del caso, celebró entrevistas con las autoridades para que facilitasen la admisión de lo que dicen han de ser medios de sostenimiento de los españoles refugiados y de movilización de riqueza para México, tanto en la industria como en la agricultura. Obtenidas las facilidades deseadas, se trasladó a tierra, a lugar seguro, lo que se empezó a llamar tesoro del «Vita». Por su parte. Prieto informó a la Diputación Permanente de las Cortes, que se había visto sorprendido con un ofrecimiento que no esperaba; que no podía aceptarlo a título personal y que lo ponía a su disposición, sugiriendo que se nombrase una Comisión que se hiciera cargo de todo y lo administrara. La Diputación Permanente lo aceptó y a la cabeza de la Comisión administradora, quedó Prieto. La expresada Comisión fue bautizada con el nombre de Junta de Auxilio a Refugiados Españoles (J.A.R.E.).

Negrín se enteró, y poniendo el grito en el cielo por la infidelidad de las personas a quienes había confiado el traslado del tesoro, dirigió a Prieto un telegrama desautorizándolo para hacerse cargo de lo que el «Vita» había transportado; diciendo que él, Negrín, era el Jefe del Gobierno y el único autorizado para hacerse cargo de todo. Prieto, por lo visto, no hizo ningún caso del telegrama. Realmente, tampoco conocía la importancia de lo transportado. Entonces decidió trasladarse a París para informar directamente a la Comisión Parlamentaria y se embarcó en el «Normandie», dando la casualidad de que en el mismo barco tomó también pasaje el señor Negrín; éste viajaba en primera clase y Prieto en segunda.

Llegados a París, ambos prepararon sus baterías para la lucha. Prieto movilizó a sus amigos: Amador, Belarmino y otros. Pidieron a la Minoría Parlamentaria Socialista que se reuniera, pero Lamoneda, Secretario de la misma desde la célebre reunión de Valencia, en la que se nos despojó de esa dirección, se inclinó del lado de Negrín y no quiso convocar. Amador y demás amigos suyos telegrafiaron a los diputados y organizaron la reunión.

Yo vivía en París, lugar donde había de celebrarse la reunión, pero no me convocaron. En cambio convocaron pagándoles los gastos de viaje a los que residían en provincias.

Como la Directiva no compareció, celebraron la reunión sin su presencia. Tampoco permitieron entrar a algunos diputados amigos míos. El objeto era ayudar a Prieto desautorizando a Negrín y declarando la inexistencia del Gobierno, diciendo que la única representación de la España republicana era la Diputación Permanente de las Cortes. Así lo acordó la Minoría parlamentaria, y además nombró otra Directiva y otra representación en la Permanente.

Amador Fernández me envió copia de los acuerdos pidiéndome que diera mi conformidad. Contesté que como no había sido convocado no pude estar presente, y, por lo tanto, no suscribía los documentos recibidos.

La Diputación Permanente se reunió bajo la Presidencia del señor Fernández Clérigo, y, después de tratar otros asuntos del Orden del día acordó que quedara constituida la Junta de Auxilio a Refugiados Españoles.

Conocido por Negrín el acuerdo, hizo convocar de nuevo a la Permanente, ocupando un sitio al lado de la Presidencia. Se desarrolló una discusión un tanto pintoresca en la que Lamoneda excomulgó a Prieto y a De Francisco por haber votado en contra de Negrín, y a su vez De Francisco excomulgó a Lamoneda con el mismo derecho, y por último se acordó la inexistencia del Gobierno Negrín. Éste se levantó colérico y declaró que no acataba los acuerdos, porque aquélla era una reunión facciosa.

Negrín hizo oídos de mercader a los acuerdos y siguió ostentando la jefatura de un Gobierno fantasma.

Este hacer y deshacer creó un laberinto en muchas cabezas. Si no hubiera sido por el egoísmo de conservar una representación que ya no tenía razón de ser, el problema hubiera sido fácil de resolver. No había República, ni Presidente, ni Parlamento, pues no podía existir Gobierno ni Diputación Permanente de cosas desaparecidas. Todo lo demás no era más que una comedia para distraer al público emigrado. ¡Qué no hubiera habido dinero por medio y todo se hubiera disuelto como el humo!

La Permanente, pues, constituyó la JA.R.E. ¡Ya teníamos la segunda edición del S.E.R.E.!

Con el dinero que había en la Embajada de España en Washington para comprar aviones en el Canadá se atendió a los primeros gastos del flamante organismo prietista. El tesoro que le birlaron a Negrín sirvió para sembrar el disgusto y la discordia entre toda la emigración, muy particularmente en la de México, por causa del favoritismo y la desastrosa administración, de la que aún no se ha dado cuenta minuciosa ni creo que se dará.

El dinero que debía servir para atender muchas necesidades de los emigrados, si hubiera sido escrupulosa y desinteresadamente administrado, y para preparar una posible repatriación, se ha gastado en ahondar más las diferencias entre los compatriotas, en crear un cisma, que será el más sólido pilar sobre el que se sostendrá el régimen falangista del usurpador Franco.

Por suerte he estado siempre alejado de los dos bandos. Mi conciencia no está manchada con nada del S.E.R.E. ni de la J.A.R.E.

París. Enero de 1946. Le abraza. Francisco Largo Caballero.