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Brad sigue metido en la bañera, temblando como una bandera al viento, tapándose los oídos con las manos y con los ojos llenos de lágrimas que resbalan por sus mejillas. No quiere morir, siempre le ha tenido miedo a ese final, pero le tiene aún más miedo, pánico incluso, al dolor. Ni siquiera es capaz de concebir lo que supondrá ser devorado vivo pero su mente se ha encargado de hacerle creer que será muy doloroso. No es la primera vez que vemos a Brad Blueman orinarse encima. Cuando la puerta se abre, a Brad ni siquiera le da tiempo a razonar que se está abriendo no siendo destrozada a puñetazos, y su vejiga se vacía de golpe en los pantalones. Y cuando la figura empapada en sangre asoma la cabeza, Brad empieza a gritar y cierra los ojos.

Suplicando que sea rápido.

Una mano firme le tapa la boca. Brad abre los ojos, tan sorprendido como aterrorizado, y está a punto de desmayarse al ver que tiene delante a Shane. Está tan cubierto de sangre que podría perfectamente pasar por una de las criaturas a las que han masacrado ahí fuera. Brad comprende que no es un zombie cuando Shane se lleva un dedo a los labios para pedirle silencio.

—¿Qué ha pasado? —pregunta Brad cuando Shane retira su mano de la boca del periodista.

—Hemos ganado.

Brad no comprende al principio. Después, está a punto de ponerse a gritar y dar saltos de alegría pero antes de que le dé tiempo a hacerlo, se da cuenta de que Shane le está mirando la entrepierna con evidente disgusto. Y Brad recuerda, y siente, que se ha meado encima. Sus mejillas se vuelven rojas y la humillación que siente cuando Shane le da la espalda para regresar a la habitación principal de la buhardilla borra cualquier rastro de alegría de su ser.

Sale del cuarto de baño avergonzado, sabiendo que es inevitable que todos miren la mancha oscura de su pantalón. Siente como los demás esquivan la mirada. Entonces, Neil regresa en solitario.

—¿Y Verónica? —pregunta Tom.

—No lo ha conseguido —responde Neil, apesadumbrado.

—Oh, Dios —murmura Shane, sorprendido.

—Nos atacó por sorpresa y… bueno, la mordió en el cuello.

—Luchaba bien —asegura Shane.

—Sí.

Tom se acerca a Rodger y le coloca una mano comprensiva en el hombro.

—Bueno, es una especie de justicia poética —dice.

—No merecía morir así —responde Rodger, visiblemente afectado—. No después de todo lo que ha hecho esta noche. Tenías razón, Tom. De no haber sido por ella, estaríamos muertos hoy.

Tom asiente claramente dolido. Y nadie se percata de la mirada que cruzan tío y sobrino… bueno, nadie excepto quien tiene el ojo entrenado para estar atento a lo que puede ser noticia. Brad se da cuenta de esa mirada y se extraña. Después, baja la cabeza, dejando a un lado la preocupación, y se alegra de estar vivo. En realidad, le entristece que haya muerto Verónica pero al menos él… está vivo.

Lo ha vuelto a conseguir.