Logan y Pablo entran en la casa lentamente, Logan con la pistola apuntando hacia delante y Pablo sujetando la azada con las dos manos. Por el salón pareciera que ha pasado una manada de animales salvajes, tal es el estado. Hay dos sillas volcadas, un montón de revistas desparramadas por el suelo, junto con un biberón volcado. Además, la puerta que comunica el salón con el recibidor ha sido destrozada. Los dos hombres avanzan hacia ella.
Desde el recibidor oyen claramente a los muertos que están en la planta de arriba. Logan encabeza la marcha cuando empiezan a subir. Están a mitad de escalera cuando Piezas les ve y lanza un rugido.
—Prepárate —le dice Logan a Pablo.
Dispara. La cabeza de Piezas se sacude hacia atrás y el cadáver cae al suelo. Logan y Pablo suben a la carrera el resto de la escalera y alcanzan el piso de arriba cuando los muertos empiezan a salir del dormitorio principal, atraídos por el grito de su compañera y el disparo. Logan le dispara a Rubia sexy, acertándole en el pecho y haciéndola recular. Pablo se le adelanta y golpea a otro zombie. Logan sigue disparando. Su puntería no es perfecta y no siempre alcanza en la cabeza a los muertos, a veces lo hace en brazos o pecho y esos disparos no tienen ningún otro efecto que el de retrasar momentáneamente a los muertos.
Uno de los fallos de Logan impacta en el hombro de Gordo. En cualquier ser humano vivo, el disparo habría dejado fuera de circulación al herido durante un rato al menos. En Gordo ni siquiera le hace temblar. Pablo no puede levantar la azada a tiempo para defenderse y la boca de Gordo se cierra sobre su mano izquierda, arrancándole de cuajo el dedo meñique y un trozo de mano.
Pablo grita cayendo hacia atrás con Gordo encima. Logan vuelve a dispararle, pero la bala penetra en la espalda del cadáver, sin resultado, y después Logan tiene que levantar la pistola para disparar al resto de cadáveres andantes que salen desde el dormitorio principal.
Mientras tanto, Pablo se retuerce tratando de librarse de Gordo. Pero Ace escogió bien el nombre, porque Gordo debía pesar más de cien kilos en su vida anterior y Pablo es incapaz de quitárselo de encima. Gordo hunde la cara en el costado de Pablo y le muerde. Pablo vuelve a chillar.
Logan avanza sin dejar de disparar, y le da una fuerte patada a Gordo haciéndole caer a un lado. Esto le da espacio a Pablo para retirarse y empezar a levantarse. Gordo también lo intenta, estirando las manos hacia el jardinero y apresando su tobillo. Pablo le golpea con la otra pierna, una, dos y hasta tres veces. La mano de Gordo resiste, firmemente apresada a su pierna, y cuando tira de él, Pablo se ve desplazado por el suelo.
Gordo hunde los dientes en la espinilla de Pablo. Este puede sentirlos chocar contra el hueso. El dolor es inenarrable y lo único que puede hacer Pablo es gritar. Sus gritos, sin embargo, se mezclan con los disparos de Logan. Uno de ellos, ahora sí, impacta en la cabeza de Gordo.
Las balas se acaban y Logan se da cuenta de que, con Pablo tirado en el suelo, no va a tener tiempo de recargar, así que hace lo primero que se le ocurre: le lanza la pistola al zombie más cercano. El arma golpea la frente de la criatura, que recula y tropieza con el muerto que le sigue. Los dos caen al suelo de culo para acto seguido empezar a levantarse.
Logan cierra los puños dispuesto a pelar. Pablo se pone de pie, ensangrentado y pálido, sujetando la azada en la mano derecha. Cuando los muertos vuelven a atacar, Pablo les recibe a golpes.
Apenas dos minutos después, la casa se queda en silencio. Tan sólo se oyen las respiraciones agitadas de los dos hombres.
—¿Cómo estás? —pregunta Logan.
—Duele como el puto infierno —asegura Pablo.
Logan le da una palmada de apoyo en el hombro. Ambos saben lo que ocurrirá a continuación, pero Logan es muy consciente de que Pablo le ha salvado la vida. Se agacha a recoger la pistola y la recarga. Después, mira al jardinero, que se está tapando la herida del costado con una mano.
—Menudo hijo de puta, el gordo este —murmura.
—Sí —responde Logan, lacónico.
—Me ha jodido bien.
—Sí.
Entran en el dormitorio principal pasando por encima de los restos que quedan de la puerta y se acercan a la ventana. Logan se asoma y mira hacia el lateral. Rachel y Ace siguen allí fuera, abrazados a la chimenea.
—Podéis venir —les dice.
Un momento después, Logan recoge a Axel de los brazos de Ace mientras este termina de cruzar la ventana. Logan se queda mirando al niño, que sacude los brazos con evidente felicidad, como si lo que tuviera enfrente fuera un jeroglífico imposible de descifrar. Una vez dentro, Ace vuelve a coger al crío.
—Le han mordido —dice, refiriéndose a Pablo.
—Sí —responde Logan—. Pero no todo son malas noticias.
—¿Cuáles son las buenas?
Logan mira a su alrededor resaltando algo que le parece evidente. Ace no comprende.
—Podemos ganar —asegura Logan—. Por el estado de las calles, te aseguro que la cantidad de muertos que ha entrado en la urbanización no es demasiado grande. Y si es así, podemos recuperar San Mateo.
Ace mira a Pablo.
—Y podemos morir intentándolo. Perdona, Pablo.
El jardinero se encoge de hombros, restándole importancia.
—Si nos quedamos quietos y escondidos —dice Logan—, seguro que acabaremos muriendo.
—¿Y si te equivocas? —pregunta Pablo—. ¿Y si el acceso por el que entraron sigue abierto?
—Entonces estaremos jodidos —asegura Logan—. Pero no creo que sea el caso. Mirad por la ventana, mirad hacia la calle principal. Apenas se ve una docena de cuerpos moviéndose. Si las puertas estuvieran abierta, o existiera un acceso por el que entrara un flujo constante de zombies, eso sería un hervidero. Lo sabéis tan bien como yo, todos les hemos visto concentrados en la entrada.
—Aunque sea cierto —dice Ace—, doce siguen siendo un montón.
—Yo os ayudaré —responde Pablo—, al menos hasta que pueda hacerlo. Pero necesitaremos armas.
—Cualquier cosa rígida vale —murmura Logan.
—Yo tengo palos de golf en mi casa —dice Ace.
—¿Alguno de vosotros me echa una mano, chicos?
Los tres hombres miran a la ventana. Logan se acerca para ayudar a Rachel a entrar en el dormitorio. Lo primero que hace al estar a salvo dentro de la casa es coger a su hijo de los brazos de Ace y darle un fuerte beso sonoro en la mejilla. Lo segundo que hace es mirar alrededor.
—Madre de Dios, cómo ha quedado la casa —murmura.
Y ese comentario arranca una carcajada de los tres hombres.