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¿Te acuerdas de Timothy Galif? Estoy seguro de que sí, pero te refrescaré la memoria: casi dos metros de altura, unos músculos en los brazos que no tienen nada que envidiar a los que lucía Arnold Schwarzenegger cuando ganó seis años seguidos el título de Mister Universo, y la camiseta de los San Francisco 49ers. Es el cabrón que condenó a muerte a Ozzy al morderle, a la puerta del chalet de Tom Ridgewick.

Ahora, Timothy Galif es el primero del grupo de cadáveres apestosos y andantes que ansían atravesar la puerta de la buhardilla de Tom, y golpea la madera con tanta brutalidad que tiembla después de cada golpe. Empieza a astillarse, de hecho, por la parte superior. Timothy podría haberlo celebrado como una victoria si estuviera vivo pero está tan muerto como el resto de seres que le siguen.

Le puedes ver meter la mano mutilada en la abolladura que uno de sus puñetazos ha causado en la madera y tirar, arrancando astillas y trozos de madera, y después golpear con el otro puño, haciendo saltar más astillas. Desde detrás de él, los demás siguen empujando, ansiosos por alcanzar también ellos la puerta, y sobre todo lo que hay más allá de la puerta, pero Timothy es una mula y mantiene la posición, golpeando y golpeando y arrancando trozos de madera.

En un momento dado, su puño atraviesa la madera y al tirar de él, le resulta imposible sacarlo. No importa, con esa decisión inamovible de que hacen gala todos los muertos vivientes, Timothy sigue golpeando la puerta con el otro puño hasta que por fin, el agujero se hace más grande y recupera su mano. Y cuando vuelve a tener dos puños para golpear la madera, la puerta está ya tan destrozada que los trozos de madera que salen volando son cada vez más grande. Y se pone cada vez más ansioso al descubrir que al otro lado hay seres vivos. Golpea y se lanza contra la puerta y la madera cruje y cede y Timothy cae sobre el sillón que ejercía de bloqueo al otro lado.

Y Timothy les mira, a todos ellos, y abre la boca para lanzar un rugido.

Una bala le destroza el cerebro, esparciéndolo por la pared a su espalda.

Tom sujeta el Colt en alto. A su lado, Neil blande el atizador con los dientes apretados. Junto a él, Verónica sujeta un martillo en la mano derecha. Al otro lado de Tom, Shane tiene en una mano un destornillador y en la otra la pata de una silla que han destrozado. Por último, Rodger tiene dos patas de la misma silla, una en cada mano. Los cinco están expectantes y en tensión, preparados para luchar hasta el final.

De aquí no hay forma de salir, pero ninguno de ellos se lo va a poner fácil.

Y si miras al fondo verás que Brad Blueman está temblando como un flan, encogido en una esquina y llorando a moco tendido.

Los zombies empiezan a cruzar el hueco dejado por la puerta destrozada, pisoteando el cuerpo de Timothy y los pedazos de madera que han caído al suelo. Neil es el primero en lanzarse, dando un grito. El atizador destroza el cráneo del primer muerto, abriéndole una brecha en la cabeza mortal por necesidad y lanzando el cuerpo contra la pared.

Sirve como pistoletazo de salida. Verónica empuja a una mujer hacia atrás y antes de que caiga al suelo le hunde la frente a martillazos. Tom dispara hacia la puerta, destrozando la cara de otro de los zombies y haciéndole caer hacia atrás, lo que bloquea por un momento la entrada. Shane le hunde el destornillador en la cabeza a un chico joven y le patea el pecho para tirarlo al suelo. Después, golpea con la pata de la silla a otro hombre en la cara. El impacto no le detiene, pero sí le hace trastabillear hacia un lado, donde Neil le golpea con el atizador, tumbándolo en el suelo.

Luchan entre gritos, golpeando de forma tan salvaje como lo hacen los zombies. Brad les mira desde la esquina. Ve la sangre que sal pica todas las paredes y las ropas de todos, ve las armas que suben y bajan con violencia y brutalidad, empapadas en sangre, ve el humo que sale del cañón del Colt después de cada disparo, ve los rostros desencajados de Verónica y Neil, de Shane y Rodger, mientras defienden cada metro de la buhardilla, los cuerpos que caen al suelo con las cabezas destrozadas y heridas abiertas de las que apenas sale sangre ya, ve huesos rotos y ve lo que hay detrás de esos huesos. Brad ve como una de las patas de silla que blande Rodger se rompe en pedazos al chocar violentamente contra la cara de un hombre calvo y sexagenario y ve al hombre derribar a Rodger y colocarse encima de él, dispuesto a morderle. Ve a Shane hundir el destornillador en la nuca del hombre, y se da cuenta como los músculos del cadáver se relajan, tal que si fuera un robot al que le han cortado la corriente.

Tiene miedo. Brad sabe que nunca ha sido un valiente. También sabe que los valientes suelen ser los que mueren en el campo de batalla.

Corre hacia el cuarto de baño y se encierra dentro. Y pone el pestillo, aún a sabiendas de que los zombies derribarán esa puerta con tanta facilidad como han derribado todas las demás. A menos que se quede en silencio, claro. Tan callado y silencioso que crean que no hay nadie ahí dentro. Brad se cree capaz de hacerlo y se mete en la bañera y se agacha dentro. No puede controlar el temblor ni el castañeteo de los dientes. Tampoco es capaz de dejar de llorar, pero se tapa la boca con la mano para no hacer ruido.

Y cierra los ojos. Si pudiera cerrar los oídos y dejar de oír los gritos, y la lucha, y los golpes y los disparos lo haría, pero es imposible. Se los tapa sin remediar nada.

Aunque algo es algo.

Y en la buhardilla la guerra continúa. Rodger se ha levantado a duras penas y busca a su alrededor algo que pueda utilizar como arma. Tom sigue disparando contra los cuerpos que aparecen desde la puerta, derribándoles y bloqueando la entrada durante los segundos que los que siguen al muerto tardan en echarlo a un lado.

Son incansables. Y siguen apareciendo.

Verónica chilla cada vez que golpea a uno con el martillo. Le sirve para no oír el crujido de los huesos. Ni siquiera piensa mientras lo hace, sólo se concentra en golpear y destrozar esos rostros a los que ni siquiera conoce.

Y Neil, a su lado, patea a los zombies para apartarlos de sí mismo antes de destrozarles la cara con el atizador. El metal le tiembla en las manos cada vez que impacta contra una cabeza.

Shane también ha perdido la pata de la silla y ahora agarra del cuello a una chica, de no más de treinta años, y la empuja contra la pared tratando de inmovilizarla. Con la otra mano le clava el destornillador con tanta fuerza que después no consigue recuperarlo. Y el siguiente muerto ya se está lanzando a por él. Shane se ve obligado a retroceder, soltando el mango del destornillador, y la chica, que hasta hace una semana trabajaba en un concesionario BMW vendiendo coches de gama alta, cae al suelo con el destornillador clavado en la frente, sobre el ojo derecho.

Porque sí, puede que sean zombies y que estén luchando por su supervivencia contra ellos, pero no te olvides que todos ellos fueron personas una vez, todos fueron esposas, maridos, hijos, padres, primos y amigos de alguien y tuvieron trabajos y vidas más o menos plenas antes de la llegada del Cuarto Jinete. No puedes perder de vista eso por muy desagradable que sea lo que está ocurriendo.

Shane retrocede dejando el flanco izquierdo desprotegido. Tom gira el revólver y dispara al zombie que persigue al chico, dándole unos segundos más. Es consciente de que ahora sólo están Neil y Verónica luchando en primera línea y que él no tiene quien le defienda por la derecha. Otro muerto se abalanza a por él, tropezando con los cuerpos que yacen en el suelo. Tom le dispara en la frente y abre el tambor para recargar. Durante esos segundos valiosos no dejan de entrar zombies en la buhardilla. Verónica y Neil defienden el lado derecho pero a la izquierda de Tom no hay ninguna barrera y corren hacia él. Tom deja caer dos balas al suelo y se esfuerza en meter la última en el tambor. Cuando levanta el arma, la mujer está a punto de agarrarle. Tom dispara sin piedad destrozándole el rostro, y el cuerpo de la mujer cae sobre él empujándole hacia atrás.

Al caer Tom, el lado izquierdo queda completamente libre, y Neil y Verónica son rodeados y atacados desde todas direcciones.

Tom dispara desde el suelo, derribando a dos muertos más que corren hacia él. Al tercero le da en el hombro, sin efecto. El muerto se lanza sobre él y recibe una patada en el costado que le hace caer al suelo. Rodger se tira sobre él sujetando un viejo video VHS que estrella una y otra vez contra la cabeza del hombre.

Tom se levanta. Se permite el lujo de echar una mirada atrás. Rodger ha abierto y volcado una caja de trastos en una esquina. Vuelve a mirar hacia delante y dispara contra los muertos. Cuando Shane vuelve a la carga, lo hace utilizando como arma el pie de una lámpara pequeña.

En la esquina derecha de la buhardilla, Neil y Verónica se encuentran espalda contra espalda, rechazando a los zombies a base de golpes que no siempre son certeros. En un momento dado, Verónica siente una mano que se agarra a su tobillo, es la de un cadáver que avanza reptando por el suelo. Verónica le golpea con el tacón de su zapatilla hasta cuatro veces, mientras se defiende a martillazos de los que le atacan por arriba. En cuanto encuentra un segundo, se agacha y acaba con el muerto del suelo.

Mientras tanto, Neil rechaza a los muertos que le rodean con el puño y con el atizador, dando patadas a los que puede y empujándoles hacia atrás. Los dientes de las criaturas se cierran en más de una ocasión a milímetros de su mano o de sus hombros. Neil les embiste, les empuja, les derriba, les golpea con todas sus fuerzas. A un hombre le hunde el atizador en el cuello y le hunde los dedos de la otra mano en los ojos, cegándole. El monstruo sigue lanzando zarpazos a ciegas, pero Neil los esquiva y le destroza de un golpe del atizador.

Rodger se incorpora con el VHS destrozado en una de sus esquinas, empapado en sangre, y se lanza a por otro de los monstruos que está intentando cazar a su hijo. Shane le ayuda a acabar con él. Tom dispara, vacía el cargador y vuelve a cargar. Los muertos que atraviesan la puerta caen al suelo constantemente, tropezando con los brazos y las piernas y los cuerpos de los muertos que ya no volverán a levantarse. En realidad, eso les permite aliviar la situación, les da algo de ventaja.

También, a veces, les juega en contra. Neil necesita retroceder, pero pisa algo blando e inestable, probablemente un brazo, y cae hacia atrás. Enseguida, dos muertos se abalanzan sobre él. Verónica gira para golpear a uno de ellos. Neil empuja con los pies al otro y agita los brazos para levantarse. El atizador ha caído al suelo pero lo recupera y cuando se levanta, ayuda a Verónica a terminar con ellos.

Tom abre el cargador y se mete la mano en el bolsillo. Cuando la saca, sólo tiene dos balas en la mano. Las carga y cierra el tam bor. Utiliza sus dos últimos disparos de forma óptima, derribando a dos criaturas. Después, da un paso atrás y mira la escena. Contempla como luchan los otros cuatro, el salvajismo y barbarie con el que han convertido aquel espacio en un sangriento campo de batalla. Y por supuesto, se pregunta cuánto más serán capaces de resistir. Eventualmente, uno de ellos caerá, lo sabe, y cuando uno caiga, abrirá la veda para que caigan los demás.

Mira la culata tallada del Colt que tanto dinero le costó. Una verdadera pieza de coleccionismo, una obra de arte. Gritando, Tom se abalanza contra uno de esos seres y utiliza esa misma culata para destrozarle el cráneo.

Rodger lanza un golpe a un chico joven que lo derriba. El video VHS salta en pedazos y Rodger se queda con dos pequeñas piezas en la mano. El chico está levantándose de nuevo y Rodger retrocede buscando algo que pueda utilizar como arma. Shane salta en su defensa. El pie de lámpara que está utilizando como arma está doblado y parece a punto de romperse pero de momento sigue cumpliendo su objetivo.

Rodger regresa a la esquina donde ha volcado la caja en la que encontró el reproductor. Empuja los libros y papeles y busca algo contundente, pero ya no hay nada que pueda utilizar. Cuando se levanta, lo hace sujetando el pesado tomo de una enciclopedia. Con ella en las manos vuelve a lanzarse a la carrera contra las criaturas. Muy mortal no es, pero el primer golpe que da con ella le destroza al hombre que lo recibe dos dientes y le parte los labios. Al hombre no le importa y se lanza a la carga de nuevo, tirando la enciclopedia al suelo de un manotazo. Shane sale de nuevo en defensa de su padre.

—¡Atrás, papá! —le grita.

Y Rodger retrocede chocando contra la pared y dejándose caer hasta quedar sentado. Con manos temblorosas, mira a los otros cuatro pelear con saña. Tiene el cuerpo casi completamente cubierto de sangre. Todos ellos, en realidad, y a ninguno le importa. Siguen luchando sin rendirse, buscando siempre golpear en la cabeza y tratar de causar el mayor daño posible. La sangre sale despedida, los huesos se rompen, los cuerpos caen.

Y a Rodger le parece que la cadencia es menor.