Shane y Neil terminan de bloquear la puerta de la buhardilla. Han colocado un sillón para impedir que la abran con las embestidas. La habitación tiene casi treinta metros cuadrados, con el techo inclinado siguiendo la forma del tejado de la casa y un ventanal en la parte superior para permitir que entre la luz del sol durante el día. En el lado izquierdo hay una puerta que lleva a un cuarto de baño sin terminar. Hace tiempo que Tom decidió abandonar esa pequeña obra cuando se dio cuenta de que apenas le daba uso a la buhardilla debido al extremo calor que hacía en verano y al frío en invierno. Podría haberlo solucionado poniendo un aparato de calefacción y aire acondicionado, pero para entonces ya había establecido su despacho en la planta central y la buhardilla quedó relegada al olvido.
—Esa puerta no aguantará mucho tiempo —asegura Neil.
Tom asiente. Está recargando el Colt. A su lado, Verónica se deja caer en el suelo exhausta. Está empapada por el sudor, tiene el cabello pegado a la cara y le tiemblan las manos por el esfuerzo. Brad está en una esquina, aterrorizado, con las manos entrelazadas delante de la cara.
—Ha sido culpa de ella.
Es la primera vez que oyen a Rodger hablar, incluso reaccionar, desde que Emma sucumbiera ante los zombies. Todos los presentes se giran a mirarle, incluso Verónica. Rodger la está mirando a ella.
—Es por su culpa que Emma está muerta —asegura Rodger, levantando un poco la voz.
Despacio, Verónica se incorpora, apoyándose en la pared para hacerlo. Rodger avanza un paso hacia ella y la señala con el dedo.
—¡Ella ha matado a Emma!
Verónica le aparta el dedo de un manotazo. Rodger se gira para mirar a Tom, completamente ofendido y furioso.
—¡Tom, tú lo viste!
—Rodger, creo que deberíamos calmarnos un momento…
—¡Todos lo visteis! —grita Rodger, girando para mirarles a todos e ignorando a Tom—. ¡Ella dijo que le dejáramos vivir y ese hombre mató a mi mujer!
—Tu mujer murió porque no quiso moverse cuando se lo dijimos —asegura Verónica, desafiante.
—¡Mi mujer murió porque tú dejaste vivir a tu amigo! —grita Rodger, volviéndola a señalar. Pequeñas gotas de saliva escapan de sus labios al gritar.
Verónica vuelve a apartar el dedo de Rodger de su cara con un manotazo. Esta vez, Rodger reacciona lanzándose sobre ella y tratando de agarrarla del cuello. Verónica le retuerce la muñeca y le empuja hacia atrás, separándole de ella. Rodger grita por el dolor y cae de rodillas, sujetándose la muñeca con la otra mano.
—¡No toques a mi padre! —grita Shane, levantando el atizador por encima de su cabeza y avanzando hacia ella.
Verónica se gira para hacerle frente pero es Neil quien se interpone en el camino de Shane y le sujeta del brazo para que baje el arma. Shane y Verónica se miran por encima del hombro de Neil.
—¡Suéltame, joder!
—¡Shane! —grita Neil, colocándole un dedo en el pecho a su amigo y obligándole a retroceder un paso.
—¡Ha matado a mi madre!
—¡Fuisteis vosotros los que salisteis corriendo! —exclama Verónica, enfadada—. ¡Neil y yo bajamos para ganar tiempo y que ella pudiera venir, pero vosotros dos subisteis las escaleras y no hicisteis nada!
—¡Verónica, así no ayudas! —grita Neil, señalándola con la otra mano y sin dejar de apuntar a Shane con el otro dedo—. ¡Calmémonos todos!
—No pienso calmarme. Ella ha matado a mi mujer —asegura Rodger.
—Neil, creo que será mejor que resuelvan esto entre ellos —murmura Tom.
Ahora sí, Neil mira a Tom completamente perplejo.
—Emma también votó por dejarle vivir —asegura Neil, mirando a Shane y Rodger—. Es más, Rod, tú votaste por dejarle vivir. Y mi tío también.
—Pero la idea fue de ella —dice Rodger, terco.
—Apártate, Neil —le ordena Shane, levantando el atizador—. No quiero hacerte daño.
Neil sonríe con sarcasmo, pero da un paso atrás, pegando su espalda al pecho de Verónica. Ella mantiene la posición desafiante.
—Cuando los zombies lleguen y atraviesen esa puerta, y lo harán, vamos a necesitarla —asegura Neil—. Todos la habéis visto luchar en esas escaleras. Estaríamos muertos si ella no hubiera peleado por todos nosotros.
—Apártate, Neil.
—No.
—¡Por su culpa, Emma está muerta! —grita Rodger, histérico.
Neil mira a Brad, que sigue en una esquina, encogido como si quisiera desaparecer atravesando la pared. No va a obtener ninguna ayuda allí. Busca a su tío con la mirada, y este menea la cabeza, negando con suavidad. Neil aprieta los dientes y señala a Shane.
—Si no bajas esa puta cosa, Shane, voy a tener que metértela por el culo.
—¡Ha matado a mi madre, Neil! ¿Cómo te sentirías si hubiese matado a la tuya?
—¡Me importaría una puta mierda, imbécil!
—¡Apártate, Neil! —grita Shane, blandiendo el atizador, a punto de lanzar un golpe.
—¡La necesitamos! ¡Vamos a necesitarla cuando entren los putos zombies!
—¡Vamos a morir de todos modos, joder! —Shane da un paso hacia delante, amenazador—. ¡No importa si somos cinco o dieciséis! ¡Entrarán aquí y nos devorarán a todos! ¡Pero ella es mía!
Shane señala a Verónica con el atizador, y ese es el error que Neil necesitaba. Con un movimiento rápido, le arrebata el arma a Shane y le empuja hacia atrás. Rodger se lanza hacia ellos desde el lateral, pero Verónica le intercepta, le agarra del brazo utilizando una llave de inmovilización y un segundo después, Rodger está en el suelo con los brazos a la espalda, aullando de dolor.
Brad tiene la boca abierta por el asombro.
—Ok, ya está bien —dice Tom, apuntando a Verónica con el revólver—. Apártate de él.
Verónica mira a Tom, evaluándole durante unos segundos, y suelta a Rodger, retrocediendo hacia la pared. Rodger se incorpora frotándose los brazos, y Shane le abraza. Rodger mira a Tom.
—Eso es. Así tiene que ser —asegura.
—Quiero hacerlo yo, señor Ridgewick —suplica Shane—. Por mi madre.
—Si les dejas esa pistola, tío, espero que sepas que voy a ir a por ti —proclama Neil, con los dientes apretados y el puño que sujeta el atizador cerrado con tanta fuerza que los nudillos se han vuelto blancos.
—Nadie les va a dejar esta pistola —asegura Tom, bajando el arma.
—Tom —Rodger le mira, incrédulo—, tú sabes lo que ha hecho. Ella fue la que lo propuso. Votamos con ella porque somos humanos, pero es su culpa.
—Verónica —dice Tom—, será mejor que entres en el cuarto de baño.
—¿Y si no quiero hacerlo?
—No lleguemos a ese punto, ¿de acuerdo? —Tom le dedica una sonrisa, de las suyas, de tiburón.
Verónica mira a Neil, pero este no comprende lo que pasa. Durante un momento nadie se mueve. En el piso de abajo empiezan a escucharse pasos que corren y ruidos de objetos al ser derribados o movidos. Han superado la barrera y es cuestión de tiempo que alcancen la buhardilla y empiecen a golpear la puerta. Todos lo saben, nadie lo dice en voz alta.
—La necesitamos —asegura Neil.
—Estoy de acuerdo con eso, hijo —Tom habla despacio, muy seguro de sí mismo—. Pero en pro de que el asunto no vaya a más, sugiero que ella se meta en el cuarto de baño mientras el resto hablamos y solucionamos esto. Mientras la vean, jamás van a tranquilizarse.
—No me vas a hacer cambiar de opinión —asegura Rodger.
—¡No tenemos tiempo para ejecutar una parodia de juicio, tío! —grita Neil, señalando la puerta con el atizador—. ¡Van a llegar y van a hacerlo pronto!
—¿Verónica? —Tom mira a la mujer, enarcando las cejas.
A regañadientes, Verónica avanza hacia el cuarto de baño, entra y cierra la puerta. Neil les mira a todos sorprendido. Tom se gira hacia los Walter.
—Rodger, Shane… sabéis que quería a Emma como a una hermana. Era una gran mujer, lista, inteligente…
—Murió por su culpa —susurra Rodger, cabezota.
—Lo cierto es que podríamos haber votado que no, tú y yo, Rodger. Votamos que sí porque aún nos queda humanidad, ¿verdad?
Despacio, con las lágrimas acumulándose en los ojos, Rodger asiente. A su lado, abrazado a él, Shane empieza a llorar. Tom apoya una mano en el hombro de cada uno de ellos.
—Aún en medio de este caos, de esta pesadilla, aún hay humanidad en todos nosotros. ¿Estáis de acuerdo con eso?
Como feligreses en una iglesia ante el sermón del cura, Shane y Rodger asienten.
—Ella tomó una decisión, y puede que a la larga tuviera catastróficas consecuencias, pero lo hizo basándose en la misma humanidad por la que tú y yo votamos que siguiera viviendo. Rodger, Shane, todos cometemos errores y tomamos decisiones equivocadas. Es el mundo en el que nos ha tocado vivir.
—Yo entré en la cocina —solloza Rodger. Las lágrimas empiezan a caer por sus mejillas—. Yo les atraje a la casa.
—Pero tampoco fue culpa tuya, Rodger —asegura Tom, mirando a Neil con una sonrisa de superioridad en el rostro capaz de helar el corazón del más duro—. No es culpa de nadie. ¿Sabes qué habría hecho Emma ahora, Rodger?
Rodger asiente.
—Habría perdonado a Verónica.
—Exacto —responde Tom. Aunque por dentro, con cierto deje divertido, está pensando que si Emma estuviese ahí ahora, probablemente se los comería a todos—. Perdonaría a Verónica porque no fue culpa suya.
Rodger levanta la cabeza suspirando y limpiándose las lágrimas de la cara con el dorso de la mano.
—¿Qué hacemos ahora?
En ese momento, los primeros puños empiezan a golpear la puerta con vehemencia, sobresaltándoles a todos.
—Ahora, buscad cualquier cosa que pueda servir para defendernos.
Rodger asiente, y tira de su hijo para que le ayude. Tom se gira hacia la puerta y la mira con la expresión de alguien que sabe que no puede perder jamás. Neil se acerca a él.
—¿Qué ha sido eso, tío? —pregunta, susurrando—. Abajo me dijiste que ella era el enemigo. Yo tengo razones para defenderla. He peleado a su lado y considero que me ha salvado la vida, pero tú… podrías haberla eliminado sin mancharte las manos. Entregándosela a ellos.
—Neil, querido… a veces hay que mirar hacia el futuro.
—No entiendo.
Tom le pasa un brazo sobre los hombros. Y, susurrando para evitar que el resto les oiga, Tom sigue hablándole al oído.