25

Mark se agacha junto a una palmera. Logan y Pablo llegan hasta él un momento después. Los tres están mirando la puerta principal de la parcela en la que se encuentran. Al otro lado está la calle principal y enfrente, el chalet de Ace. Mark saca unas llaves del bolsillo.

—Tendremos que correr —está diciendo Logan.

—Yo abriré la puerta —responde Mark—. No debería llevar más de diez segundos, pero ya sabéis cuánto corren esas cosas.

—Te cubriremos —asegura Pablo.

—¿Y si la puerta está abierta ya? —pregunta Logan, mirándole—. ¿Y si los muertos han logrado entrar ya?

—No —Mark se niega a aceptar esa opción. No quiere ni siquiera pensar en ello.

—Si cuando salgamos de aquí veo esa puerta abierta —advierte Logan—, me daré la vuelta y regresaré a toda velocidad. Quiero que lo sepas. No voy a meterme en la boca del lobo voluntariamente.

—Ya lo estás haciendo, en realidad —comenta Pablo, con una sonrisa.

—Técnicamente, lo que vamos a hacer es atravesar la garganta del lobo —le corrige Logan, devolviéndole la sonrisa y marcando la palabra «atravesar»—. Pero si los muertos han conquistado la casa de Ace, entonces nos encontraríamos entrando en un sitio con muertos por delante mientras nos persiguen los que dejemos atrás en la calle. ¿Me explico?

—Lo había entendido a la primera. Sólo bromeaba.

—Ya —Logan se gira hacia Mark, que está concentrado, con la mirada fija en la puerta—. Más te vale no fallar con la llave. Nada de «se me cae en el último momento» y esas cosas de las películas.

Mark asiente nervioso. Logan suspira y se levanta.

—Pues vamos allá.

—Adelante —dice Pablo.

Mark no habla pero también se levanta. Son tres hombres armados con herramientas de jardinería. Se está preguntando cuántos metros tiene de ancho la calle principal. Las aceras son anchas, de aproximadamente metro y medio. Y hay dos carriles de ida y dos de vuelta. Si cada carril tiene aproximadamente tres metros, eso suma quince metros. Y está seguro de haber tirado a la baja con el ancho de los carriles. Van a tener que correr quince metros. Mark espera poder contar con el factor sorpresa. Ya ha estado en situaciones semejantes y sabe que los zombies tardan un par de segundos en reaccionar. Si no se encuentran demasiado cerca de ellos, podrían avanzar una tercera parte del recorrido antes de que empezaran a correr hacia ellos. El problema, y Mark lo sabe, es que desconocen la situación en la calle principal, si hay muchos o pocos zombies. Por lo que saben, podría estar tan abarrotada que ni siquiera pudieran pensar en atravesarlos, o bien podría no haber ninguno.

—¿Listos? —pregunta Logan, susurrando. Están a un par de metros de la puerta. Una vez la abran, ya no habrá marcha atrás. Tendrán que correr como alma que lleva el diablo.

—Ya he corrido delante de ellos antes —murmura Mark, más para sí mismo buscando calmarse que para los otros dos. Se está acordando de Castle Hill y de la carrera desde la comisaría.

—Yo no —susurra Pablo.

Se detienen junto a la puerta y se miran entre ellos. Mark asiente con la cabeza. Pablo duda un momento, nervioso, pero acaba asintiendo a su vez. Logan les devuelve el gesto y abre la puerta de golpe.

Se lanza a correr. Un chico de piel tan oscura como la noche y una herida letal por necesidad que le cruza la cara desde el ojo derecho hasta el cuello, se gira hacia ellos al escucharles. Se encuentra en medio de su camino y levanta las manos lanzando un grito. Ni siquiera tiene tiempo de empezar a moverse. Logan le hunde el rastrillo en la cara, clavando las puntas metálicas a la altura de los ojos. Sin dejar de correr, Logan embiste el cuerpo del chico y tira del rastrillo para recuperarlo. Pablo tiene que saltar por encima del cuerpo que cae al suelo.

Decenas de caras se giran hacia ellos, aullando y agitándose como si hubieran recibido una descarga. Y es tal como Mark sabía que iba a ser. Los muertos les ven, gruñen y se lanzan a la carrera, agitando brazos y piernas, desde todas las direcciones. Logan entiende que los dos muertos que corren hacia ellos desde la izquierda les van a cortar el paso y se desvía para hacerles frente. El rastrillo penetra en el cráneo del primero de ellos haciéndole reventar uno de los ojos. Logan se desplaza hacia la derecha para evitar la embestida del segundo y tira del rastrillo para recuperarlo. No lo consigue y el segundo muerto acaba de girar para abalanzarse sobre él. Logan suelta el rastrillo, cierra los puños y lanza un golpe digno de un boxeador a la sien del hombre. Los nudillos de Logan golpean con fuerza y el tipo cae de rodillas hacia un lado. Logan se da la vuelta y continúa su carrera hacia la casa de Ace, sabiendo que el muerto volverá a levantarse y estará, si cabe, más furioso.

Mark golpea con la pala la cara de una mujer que se les acerca por la derecha. Al hacerlo está a punto de darle a Pablo, que esquiva el golpe agachándose y cruzando junto a Mark. La cara de la mujer se gira hacia ese lado, y a Mark le parece escuchar el ruido de huesos al quebrarse, pero la mujer no se detiene y vuelve a cargar contra él. Mark se escabulle por centímetros y corre.

Logan es el primero en alcanzar la puerta del jardín de Ace, que está firmemente cerrada, y se da la vuelta. Es Mark quien tie ne las llaves, y le ve correr seguido demasiado de cerca por una mujer morena con la cabeza inclinada hacia la derecha. Logan es consciente de que hay zombies corriendo hacia ellos desde todos lados, cercándoles a cada segundo, pero en este momento la que más le preocupa es la mujer que está a punto de agarrar a Mark.

—¡La pala! —grita.

Y gracias al cielo, Mark le comprende y le lanza la pala. Logan la atrapa al vuelo.

—¡Al suelo!

Y Mark vuelve a entenderle y se tira al mismo tiempo que Logan lanza la pala hacia delante, completamente recta, cortando el aire donde un segundo antes estaba Mark, clavándose de lleno en la cara de la mujer, justo debajo de la nariz, unos quince centímetros. Logan se sorprende al ver que los ojos de la mujer siguen moviéndose cuando saca de golpe la pala, pero es apenas un reflejo porque el cuerpo cae al suelo desmadejado y con la cabeza casi partida en dos.

Mark se levanta tan rápido como se ha tirado al suelo y se lanza hacia la puerta, chocando contra ella con el hombro y buscando introducir la llave en la cerradura. A su derecha, Pablo golpea a un muerto con la azada de forma tan brutal que la mitad de la cara de este se hunde hacia dentro y uno de sus ojos salta disparado. Y ni siquiera tiene tiempo de sorprenderse porque otro muerto ocupa el lugar del primero, estirando los brazos hacia Pablo. El jardinero no tiene tiempo de echar atrás la azada de nuevo así que levanta la pierna y golpea al zombie en los genitales, lanzándole hacia atrás. El muerto cae al suelo y se vuelve a levantar, rugiendo como un león. Ahora sí, Pablo le hunde la azada en la cabeza.

Logan golpea con furia a un tipo gordo con una camiseta rosa hasta tres veces antes de lograr reducirle. Por su izquierda, una mano con la mitad de los dedos cercenados le engancha del brazo. Logan se sacude, evitando el mordisco dirigido a su hombro por milímetros. El dueño de la mano, un hombre de pelo rizado al que también le falta la mejilla derecha hasta el punto de que puede ver los dientes, lanza una segunda dentellada. Logan logra interponer la pala y los dientes del hombre se estrellan contra la madera. Logan le empuja hacia atrás, lo suficiente para ganar espacio y poder golpearle. Está a punto de perder la pala, pero los dientes del hombre se escurren en el último momento soltándola. Sin em bargo, ya es demasiado tarde. Otros dos muertos están encima de él desde el lateral.

La llave entra en la cerradura. Mark gira la mano y siente que se le obstruye la garganta al notar que la llave no gira. Baja la mirada pensando que se ha confundido de llave, pero no. Levanta la vista creyendo que se ha equivocado de casa, lo que supondrá una sentencia de muerte. Pero no. Mark vuelve a girar la llave, con violencia, sintiendo la desesperación atenazarle el pecho. Y gira. La puerta se abre hacia dentro, y Mark cruza y se da la vuelta.

—¡Vamos! —grita.

Logan golpea a uno de los zombies con el puño izquierdo mientras interpone la pala para evitar el embite del siguiente. El tercero, el hombre del pelo rizado sin mejilla, le agarra del brazo de nuevo y Logan retrocede, tropezando, mientras intenta empujar y alejar de él a los tres cadáveres. Los dientes del de los pelos rizados se cierran con fuerza tan cerca de él que atrapan la camiseta de Logan, rasgándosela cuando sacude la cabeza. El primer muerto le ataca desde el lateral y Logan le agarra del cuello con la mano izquierda. Le siente moverse y tratar de morderle, pero la mano de Logan es firme y comienza a apretar, un gesto que ha hecho en otras ocasiones, aunque sus víctimas siempre estuvieran vivas, mientras le lanza patadas a los otros dos zombies, tratando de empujarlos hacia atrás.

El hombre del pelo rizado vuelve a la carga de nuevo. Logan no tiene manera de defenderse de su ataque y se prepara para recibir el mordisco, si es que alguien puede prepararse para eso. El hombre abre la boca moviéndose hacia delante, y recibe una pedrada en la cara que le revienta varios dientes y le hace trastabillar hacia atrás. Desde la puerta, Mark mira a su alrededor, buscando cualquier otra cosa que pueda utilizar. Para Logan ha sido suficiente. Mueve la mano con la que sujeta al primero de los zombies con tanta fuerza hacia un lado que el cuello del hombre se parte. Después, le empuja hacia atrás, y de pronto, Logan ya sólo tiene que hacer frente al segundo de los monstruos.

Pablo sigue golpeando con la azada a los muertos que le atacan mientras retrocede hacia la puerta en la que le espera Mark. Logan se deshace del cadáver. El hombre del pelo rizado está levantándose de nuevo. Logan sonríe mientras lanza un golpe con la pala, describiendo en el aire un semicírculo con la herramienta. La parte plana de la pala se estrella contra la mejilla inexistente del muerto, saltándole el resto de los dientes y rompiéndole el pómulo. El golpe es tan fuerte que el hombre del pelo rizado da una voltereta en el aire antes de caer al suelo y el mango de la pala se astilla y se parte. Logan mira con sorpresa el trozo de madera con el que se ha quedado en la mano, se gira y lo hunde con todas sus fuerzas en el cuello de una mujer que está a punto de agarrar a Pablo.

Mark les agarra de los brazos y tira de ellos metiéndoles al jardín. Después, empuja la puerta para cerrarla. No alcanza a hacerlo. Desde el otro lado, los muertos embisten contra ella, como caballeros con arietes tratando de reventar la puerta del castillo asediado. Mark clava los talones en la tierra y resiste. Un brazo se cuela por el hueco de la puerta, agitándose como el tentáculo de un pulpo. Logan y Pablo se arrojan contra la puerta para ayudarle. Pablo golpea el brazo con la azada, gritando una y otra vez.

—¡Ve a buscarla! —le grita Logan a Mark—. ¡Vamos, nosotros nos encargamos!

—¡No podréis resistir mucho tiempo!

Logan sonríe, todo dientes, todo furia pero también todo confianza. Y Mark no se lo piensa, se da la vuelta y echa a correr hacia la casa de Ace, cruzando por encima de la tierra removida en la que Ozzy y Stan plantaron las semillas que compraron en Buttonwillow.

—¡Paula! —grita—. ¡Paula, Stan!

Mark alcanza la puerta principal y frena chocando con los brazos contra la puerta. Aún tiene las llaves en la mano y ahora rebusca en el llavero por la llave indicada, con el corazón batiendo a ritmo de batería de rock en su pecho. La encuentra y la introduce en la cerradura. No se le resiste. Empuja la puerta hacia dentro y esta choca contra la pared provocando que un cuadro se caiga al suelo y el cristal estalle en pedazos.

—¡Paula! ¡Soy Mark, cariño! ¡Paula!

Mark entra en el salón golpeando las puertas. Se da la vuelta y corre hacia las escaleras. Sube los escalones de dos en dos, tropezando y apoyando las manos para impulsarse hacia arriba. Abre la puerta de la habitación donde solían dormir Verónica y Patrick. No hay nadie en el interior.

—¿Paula?

Corre hacia el cuarto donde solían dormir Paula y él y lo abre empujando la puerta con el hombro. Tampoco hay nada que se mueva en esa habitación. Sintiendo que la angustia empieza a dificultarle la respiración, Mark corre al cuarto principal. La puerta está cerrada pero no tiene puesto el seguro y Mark la abre sin problemas.

—¿Paula? ¿Estás aquí?

No recibe respuesta. Los ojos se le empañan a Mark, que se queda quieto sin saber qué hacer, mirando estúpidamente hacia los lados, como si creyera que puede haber pasado algo por alto y que si vuelve a mirar en aquel rincón oscuro descubrirá que Paula está allí, escondida y encogida, abrazándose las piernas con los brazos y mirándole con los ojos muy abiertos.

Allí no hay nadie.

Mark siente que su respiración se acelera y le cuesta tomar aire. Le empiezan a caer lágrimas por las mejillas y necesita agarrarse con una mano a la cómoda para evitar caer al suelo. Queda de frente a la pared, mirando la pañoleta enmarcada que Ace Hall llevó en Survivor hasta la final. Retrocede hasta la cama y se deja caer en ella, sentado. Se lleva las manos a la cara y rompe a llorar, sin ningún tipo de barrera que le permita frenar, jadeando en busca de aire.

De pronto, se incorpora y grita impulsado por la frustración, y golpea la pared, haciendo que caiga al suelo el marco con la pañoleta. Después le da una patada a la mesita de noche, derribando la lámpara y el libro que Ace debía estar leyendo cuando dio inicio el Apocalipsis. Mark cae de rodillas agarrándose la cabeza y vuelve a gritar.

Y luego se queda en silencio, sollozando y sintiendo que las lágrimas le caen por las mejillas y de ahí al suelo, jadeando y con la mirada perdida. No quiere imaginar a Paula convertida en una de esas cosas, pero le resulta inevitable ver esa imagen en su mente. Se culpa por ello. Se dice que debió quedarse con ella, que la culpa es totalmente suya. Se dice que ya no tiene nada por lo que seguir adelante.

Con Paula muerta, no hay nada más que le impulse a seguir adelante. No en este mundo, no así.