Rick se lanza sobre Sandra mientras grita que no abra la puerta. Es demasiado tarde y ella ya ha movido el manillar, desbloqueando la puerta que se abre de golpe, embestida por el otro lado, pero el salto de Rick llega a tiempo para derribar a Sandra y apartarla del camino de la puerta. Ambos caen al suelo y ruedan por la tierra húmeda convertidos en una maraña de piernas y brazos, con la manta que normalmente utiliza ella para taparse mientras ve la televisión sobrevolando por encima de ellos.
En realidad, eso les otorga unos segundos. Los cinco muertos que atraviesan la puerta prácticamente galopando lo hacen corriendo hacia delante y sin reparar en las figuras que ruedan a un lado. Buscan con la mirada a sus víctimas sin dejar de correr hacia la casa, sin encontrar nada, gruñendo y moviendo la cabeza con frenesí. Eso le da tiempo a Rick a incorporarse de rodillas. Desde donde está, ve las espaldas de cinco de esos monstruos, y palidece al instante. Tal vez está demasiado oscuro para que puedas apreciarlo, pero al menos sí que puedes ver como la parte inferior de su mandíbula se descuelga por el asombro.
—¿Qué coño haces? —grita Sandra.
Y Rick le lanza un manotazo intentando silenciarla, pero evidentemente es demasiado tarde. Las cinco criaturas vuelven las cabezas, feroces, y les localizan en centésimas de segundo. El tiempo que les lleva también girar sus cuerpos y empezar a correr hacia ellos. Y Rick se pone en pie de un salto y tira de Sandra para ayudarla. Incomprensiblemente para Rick, la mujer se resiste y trata de apartarle de ella. Rick está tan paralizado mirando a los seres que corren hacia él que ni siquiera se da cuenta de que ella le está evitando.
Actuando por impulso, Rick coge la manta y se la lanza a los dos muertos más cercanos. Cegados al caerles encima, los muertos trastabillean y se retuercen furiosos, chocando con los que vienen detrás. Rick tira de Sandra con un grito. Ahora sí, la mujer se pone en pie, y la bata se le ha descolgado de uno de los hombros dejando a la vista su sujetador blanco con encaje. Rick vuelve a tirar de ella, tratando de ponerla en marcha. A Sandra se le escapa una de las zapatillas y grita, intentando recuperarla. Rick está a punto de caer al suelo, y mira hacia atrás, y realmente no podemos culparle por lo que hace a continuación. Los muertos están demasiado cerca y Sandra se resiste a ser salvada. No entiende por qué, pero no quiere correr. Es casi como si no se diera cuenta de lo que está pasando. Pero Rick puede verles, ya casi encima de ellos, y hay más entrando por la puerta, y los dos a los que cegó cubriéndoles con la manta han logrado desembarazarse de ella y también está corriendo hacia ellos, así que Rick toma una decisión en un milésima de segundo y suelta la mano de la mujer.
Y Rick corre, sintiendo que su pecho va a estallar por la falta de costumbre, y Sandra, liberada, da un paso atrás buscando con el pie la zapatilla que se le ha escapado. El primero de los muertos choca contra ella, embistiéndole como un toro y clavando sus dientes justo debajo de la oreja. Con el golpe, Sandra sale despedida y cae hacia atrás. Las dos zapatillas vuelan de sus pies. Ella cae despatarrada, gritando por el dolor, mientras el zombie que la ha alcanzado primero levanta la cabeza dando un tirón y arrancando un trozo de carne del diámetro de una bola de billar. La sangre empieza a caer sobre el césped, tiñéndolo. Sandra chilla, un sonido que se parece más y más al que producen los cerdos camino del matadero. Mientras el primer muerto mastica, otros tres más caen sobre la mujer, que agita los brazos y lanza golpes con ellos sin conseguir ningún efecto. Uno de los muertos agarra al vuelo una de sus manos, apretando los dientes con tanta fuerza que los huesos de los dedos se rompen. La bata se tiñe de sangre. Sandra muere cuando una chica, que debió ser guapa cuando estaba viva, le arranca la tráquea de un mordisco.
Y así, la cuenta baja a dieciocho.
Rick no es testigo de la muerte de Sandra, aunque la escucha, porque no mira atrás ni una sola vez. Le da pánico descubrir que están detrás de él, y durante la carrera le parece sentir en todo momento los dedos gélidos de uno de esos monstruos a punto de agarrarle el cuello. Corre a más velocidad de la que le permiten sus pulmones, demasiado habituados al tabaco y poco al ejercicio. Y se da cuenta de que no hay ningún sitio donde ocultarse, de que ha dejado la casa atrás y a la derecha y por delante de él sólo hay un seto, de casi dos metros de altura, sin puertas traseras ni agujeros en los que esconderse. Desesperado y con la mente totalmente bloqueada por el miedo a los dedos fríos que le parece sentir a punto de cogerle, no sólo no se da la vuelta para buscar la relativa seguridad de la casa, si no que sigue corriendo hacia delante casi con más ímpetu.
Y se lanza sobre el seto.
No sé si alguna vez habrás hecho la prueba, pero escalar un seto es algo casi imposible dado que carecen de ramas fuertes en las que apoyar el peso. Claro que también es imposible sobrevivir a un accidente de avión, y hay gente que lo consigue. Rick sube como si fuera una araña. Mueve las manos y los pies tan rápido que en realidad parece volar sobre la planta. Es el efecto del miedo.
Pronto se encuentra encima de él y después cayendo hacia el jardín que da a la parte trasera de la casa de Sandra y Neil Ridgewick.