Lo último que alcanza a ver Mark antes de que la puerta se cierre justo delante de sus narices, es la cara de Verónica gritando mientras las manos de alguien, cree que es el chico de los Walter, le sujeta para que no se mueva. Mark grita a su vez, pero la puerta se cierra golpeando a Ozzy mientras este entra y Mark se estrella contra la madera. Desesperado, la golpea con sus puños.
—¡Abrid! ¡Abrid por favor!
Siente la espalda de Logan chocándose con la suya. Mark continúa gritando y golpeando la puerta, sin poder creerse que esto haya ocurrido y que esté a punto de morir. A su espalda, lo suficientemente cerca como para hacerle encogerse, suena un disparo.
—¡Se me acaba la munición!
Mark se da la vuelta. Tiene a Logan pegado a su cuerpo, apuntando hacia el jardín, hacia las manos y bocas anhelantes que corren hacia ellos.
—Oh, Dios…
Logan aprieta el gatillo una vez más, derribando a una mujer de pelo rizado, tan sucio que lo lleva pegado a la cara. La si guiente vez que aprieta el gatillo no sale ninguna bala. Y ya les tienen encima.
Logan no se achanta. Por el contrario, da un paso adelante, aparta con la mano libre los brazos del chico moreno y sin parte inferior de la mandíbula que viene en primer lugar y le golpea con la culata de la pistola en la sien. El hueso del chico cruje y su cabeza hace medio giro hacia el lado contrario, pero se revuelve contra Logan y le engancha con las manos. El segundo golpe de Logan le hunde el cráneo. Las manos del chico se sueltan y el cuerpo cae a los pies de Logan, que sigue sujetando la pistola, ahora con la culata manchada de sangre viscosa y de aspecto negruzco.
Eso sirve para que Mark se active. Actuando más por instinto que porque sepa lo que está haciendo, Mark levanta de golpe la mesa que han estado usando como mostrador en las comidas. Los platos, cubiertos y la cazuela con puré caen al suelo, rompiéndose y derramando el viscoso alimento en la hierba. Es una mesa de uno por dos, plegable, de las que pueden usarse en un camping o se guardan en el trastero para sacarla en ocasiones especiales en el jardín, como una barbacoa o un Apocalipsis zombie.
Diseñada para ser utilizada como mesa, Mark la levanta agarrándola de las patas y arremete contra los zombies que están a punto de sobrepasarles. El choque es brutal. Los muertos llevan el ímpetu de la carrera y se estrellan contra la mesa a la suficiente velocidad para hacer que Mark se tambalee y esté a punto de caer al suelo. Planta los talones en la tierra y se inclina hacia delante, tratando de empujarles. Logan, mientras tanto, golpea la cabeza de una mujer vestida con el uniforme de un restaurante de comida rápida que ha escapado de la mesa de Mark.
Cuando el cuerpo de la mujer cae al suelo, con las piernas abiertas y los brazos en cruz, Logan se queda perplejo unos segundos al ver lo que está haciendo Mark. Es evidente que no resistirá mucho, en parte porque los zombies empujan con mucha fuerza y en parte porque están a punto de descubrir que pueden bordear la mesa.
—¡Mark! —grita.
Mark no necesita que le llamen dos veces. Deja caer la mesa y echa a correr hacia atrás. Sin resistencia, los zombies se lanzan hacia delante. La mesa cae a sus pies y los primeros tropiezan con ella y caen al suelo, empujados por los que vienen detrás y que empiezan a caer, tropezando con los cuerpos de sus compañeros. No tienen reparo en pisarse unos a otros. Tienen a la vista dos víctimas y el hambre que sienten les hace avanzar hacia ellas.
Mark y Logan corren por el lateral de la piscina. Los segundos que han ganado de ventaja gracias a la mesa son vitales para ellos. Probablemente, de hecho, son lo que les salva la vida. No hay donde huir, no hay puerta trasera y regresar hacia la casa no es una opción. El muro está delante de ellos y corren hacia él impulsados por la adrenalina. Logan llega el primero, salta y alcanza la parte superior. Mark, desde abajo, le empuja las piernas hacia arriba y Logan logra apoyar el pecho en el borde. Una vez hecho eso, le cuesta un par de segundos encaramarse a lo alto. Esos segundos los utiliza Mark para retroceder y coger carrerilla.
—¡Cuidado! —le grita Logan.
Mark se echa a un lado y encoge el cuerpo. Una mano a la que le faltan un par de dedos arrancados de un mordisco cruza el aire donde momentos antes tenía la cabeza. El muerto dueño de esa mano intenta girar para agarrarle de nuevo y Mark le embiste con el hombro por delante, golpeándole en el pecho y enviándole hacia atrás. El muerto cae a la piscina salpicando agua a dos metros de altura y comienza a hundirse de inmediato, sin dejar de abrir y cerrar la boca y mover los brazos de forma espasmódica.
Mark se lanza a la carrera hacia el muro y salta. No lo logra.
Sin embargo, las manos de Logan se cierran alrededor de su muñeca y tiran de él hacia arriba. Logan grita por el esfuerzo. Mark grita por el dolor al sentir como si su hombro estuviera a punto de salirse de su sitio, pero no deja de patalear y arañar la piedra con los pies, tratando de impulsarse más arriba. Logran hacer que apoye la cintura en el borde. Mark se apoya en la piedra, Logan le agarra de la ropa y ambos tiran hacia arriba.
Una mano helada le sujeta el tobillo y le hace perder el equilibrio. De no ser por Logan, que le sujeta por la cintura y tira de él, habría caído de forma irremisible. Y sí, podremos decir que Logan Kane es un monstruo, que lo es, pero en este momento acaba de salvarle la vida a Mark.
El zombie trata de llevárselo con él, pero la fuerza de Mark y Logan es mayor. Mark lanza una patada al aire. Los dedos que le sujetan resbalan y Mark retira la pierna un momento antes de que seis zombies alcancen el muro y le agarren también. Los muertos empiezan a amontonarse junto a la pared, por debajo de ellos, estirando los brazos y abriendo y cerrando las manos. Uno de ellos lanza un grito al aire que hace que Mark se estremezca.
—Gracias —dice, sin apartar la vista de los seres que tiene debajo de él.
—A ti. De no ser por la mesa no lo habríamos conseguido.
—Fue un impulso —asegura Mark.
—Pues fue un impulso cojonudo.
Ambos miran la piscina. En el fondo, agitándose como un perro rabioso, el cadáver al que Mark ha empujado sigue revolviéndose, sin conseguir siquiera moverse.
—Se va a quedar ahí por siempre jamás —dice Logan—. Es patético.
—Y nosotros aquí arriba —dice Mark, arrancándole a Logan un bufido—. ¿Qué coño hacemos ahora?
—Busquemos una forma de salir de aquí —responde Logan—. Creo que deberíamos caminar por el muro hacia la entrada de la urbanización. Comprobar cómo han logrado entrar y… ¿Qué te pasa?
Mark ha abierto los ojos de repente, cayendo en la cuenta de algo que le asusta más que cualquier cosa en el mundo. Tan grave es su expresión, que Logan se gira para mirar a su espalda, temiendo que un zombie haya logrado encaramarse al muro. Pero no hay nada, así que Logan vuelve a mirar a Mark, levantando una ceja a modo de pregunta.
—¿Mark?
—Oh, Dios mío…
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—¡Paula! ¡Tengo que ir a por Paula!