Permíteme que te lleve de regreso a San Mateo una vez más, al jardín de la casa de Tom Ridgewick, erigida desde que comenzara esta situación en lugar de reunión y comida de los supervivientes. Puedes ver a Junior y Paula corriendo de un lado a otro, jugando a algo que sólo ellos entienden y mostrándonos que la inocencia de los niños es poderosa. Puedes ver también a Brad Blueman sentado junto a la mesa que utilizan para servir la comida, mirando con gesto torvo a los dos niños. Y también puedes observar a Mark y Verónica, de pie junto a la casa, girados hacia el muro sobre el que Tom, Ace y Ozzy siguen arengando a los zombies.
—Estará bien —asegura Mark—, Patrick sabe cuidarse.
Verónica asiente, más que consciente de que se trata de las mismas palabras de consuelo que ella misma ha pronunciado en cientos de ocasiones en su trabajo. Y las palabras se las lleva el viento, sobre todo cuando son pronunciadas sin ninguna clase de fundamento, como suele ocurrir cuando su objetivo no es más que calmar los miedos de otra persona. Como antes de una operación, como ante un herido en una colisión, como antes de cruzar la puerta tras la que se desarrolla un incendio. Uno pronuncia esas palabras porque es lo que tiene que hacer, pensando que puede hacer que los deseos se hagan realidad.
Ambos han estado al otro lado. En Castle Hill, los dos tuvieron que correr por sus vidas en más de una ocasión, saben lo rápido que se mueven los muertos y lo voraces e insaciables que son. Conocen la facilidad con la que la muerte se hace dueña de la situación.
—¿Cómo estás tú? —pregunta Verónica, cambiando de tema a propósito y girándose para mirar a Mark.
—Bien —se encoge de hombros—, Paula está cada día más animada.
—Me alegro. Es una niña preciosa.
Mark mira hacia Paula. Esboza una sonrisa al verla corretear detrás de junior mientras este agita un palo como si fuera una varita mágica.
—He oído que la hermana del niño ha desaparecido.
Mark asiente.
—Sí. Marsha está buscándola de casa en casa. La acompañan Tyrone y los dos chicos que no se han ido con Patrick.
—Tampoco es que pueda haber ido muy lejos, ¿no? A menos…
—A menos que le haya pasado algo —responde Mark, preocupado.
Verónica gira la cabeza hacia el muro. Tom acaba de bajarse, dejando arriba a Ozzy y Ace, que siguen gritando y haciendo todo el ruido que pueden. En realidad, a Verónica le pone nerviosa saber que están llamando la atención de más zombies. Todos parecen te ner mucha fe en la verja principal de la urbanización y el Land Rover aparcado junto a ella para ofrecer más resistencia, pero ella no puede dejar de recordar la puerta de la comisaría de Castle Hill.
Tom camina hacia ellos, esbozando su archiconocida sonrisa de tiburón.
—Buenos días, Mark. Buenos días, Verónica.
—Buenos días, Tom —responde Mark.
Tom les mira de arriba abajo evaluándoles. Se entretiene un par de segundos más en la figura de Verónica. A ella le repugna el hombre que tiene delante, casi tanto o más que Brad Blueman.
—Deberíais ver a esas cosas. Son asquerosas.
Ninguno de ellos siente la menor gana de acercarse a mirar. Saben perfectamente cómo son los zombies. Los han visto demasiado cerca para su gusto, de hecho.
—¿Se sabe algo de Cameron? —pregunta Mark, cambiando de tema.
Una sombra de preocupación cruza el rostro de Tom, pero no te confundas. Después de todo lo que sabemos y hemos visto sobre este hombre, no caigas en la equivocación de creer que a Tom Ridgewick le preocupa alguien más que Tom Ridgewick y su estúpida concepción del control. A Tom no le importa lo más mínimo la desaparición de Cameron Collins, pero sí le preocupa lo que esa desaparición puede acabar suponiendo para la imagen de control y dominio que él ejerce en su comunidad. De eso puedes estar seguro.
—Aún no la han encontrado. Pero se trata de una chiquillada. Seguro.
Ninguno de los tres tiene nada más que decir. Como para resaltar una ironía que desconocen, Logan Kane entra en el jardín, les saluda con la cabeza, echa un vistazo divertido a los dos hombres que gritan y saltan encima del muro, y camina hacia Brad para servirse el desayuno, revolviendo el pelo de junior y Paula por el camino.