14

Cuando vuelven a levantarse, lo hacen tan despacio que uno podría pensar que no se están moviendo realmente, mirando en todas direcciones, con los músculos en tensión y las armas preparadas para ser disparadas. No ocurre nada. Ningún grito ni ruido de pasos histéricos corriendo en su dirección.

Peter se acerca a ellos. Él no es consciente, pero el parpadeo constante de su ojo derecho es un tic nervioso. Neil le observa un momento antes de decidir no comentarlo.

Los tres empiezan a andar. Ya no forman una línea, sino que avanzan muy juntos, con Patrick y Neil un poco adelantados respecto a Peter, formando algo semejante a un triángulo. Ninguno de ellos habla.

Cuando divisan la carretera vuelven a detenerse y se agachan. No ven movimiento, pero sí una furgoneta estrellada contra un árbol y dos coches detenidos en el centro de la carretera. Uno de ellos, un Audi, tiene las puertas abiertas, como si el dueño lo hubiera abandonado a la carrera, que es seguramente lo que ocurrió.

—Ahí está la carretera —dice Patrick, mirando a los dos chicos—. ¿Y ahora?

Neil y Peter se miran, pero Peter parece tan descolocado que Neil acaba por ignorarle. Señala hacia la derecha.

—Por allí. Calculo que estamos a un kilómetro y medio de Half Moon. Si seguimos esa dirección, llegaremos a un pequeño centro comercial. Bueno, lo llaman así, pero en realidad no es más que un edificio de dos plantas con varias tiendas en su interior —Neil se encoge de hombros, como si él tuviera la culpa de que en el pueblo tuvieran la indecencia de llamar centro comercial a algo que no lo era y tuviera que disculparse por ello. Después, señala hacia la izquierda—. Por ahí, la carretera acaba girando de nuevo y llevando a San Mateo.

—¿Qué clase de tiendas hay en ese centro comercial? —pregunta Patrick.

—Hay un par de bares, varias tiendas de ropa, un estanco, una farmacia y una tienda de alimentación. No es muy grande, pero yo creo que nos servirá.

—En realidad, para lo que vamos a buscar, nos vendrá mejor la farmacia —asegura Patrick.

Neil se encoge de hombros de nuevo.

—¿Por qué no cogemos el coche? —pregunta Peter, señalando con la cabeza el Audi abandonado.

—Porque el motor atraería a todos los zombies en diez kilómetros a la redonda, inútil —responde Neil.

Peter le mira un momento, como si no acabara de ver la relación. El tic en el ojo derecho se ha vuelto persistente, casi violento. Neil aparta la mirada, arranca una pequeña rama de la planta que tiene a su derecha y se la pone entre los dientes. Tiene ganas de fumar, y al menos, tener algo en la boca le ayuda a no pensar en ello.

—Pero iríamos más rápido —insiste Peter.

—Tal vez para regresar —dice Patrick—. Pero no queremos llamar la atención antes de tiempo.

Peter hace un gesto con la boca expresando su frustración. En su mente, ese Audi es una forma de no verse tan expuesto, y por tanto, le da tranquilidad y seguridad. Pero Patrick y Neil comienzan a caminar, manteniéndose en la arboleda pero siguiendo el curso de la carretera. Peter observa los tres coches un momento, lamentando no poder refugiarse en el Audi. Se pregunta qué habrá sido de los dueños. No se da tiempo a pensar realmente en ello. Se gira y avanza detrás de los otros dos.

Su ojo derecho sigue parpadeando insistente.