15

Neil, Shane, Peter y Rick entran en la casa del primero riéndose a carcajadas por el chiste que acaba de contar Neil. La casa está en penumbra y de forma rutinaria, Neil aprieta el interruptor antes de acordarse de que la energía dejó de funcionar por la noche.

—Puta mierda —murmura Neil—. Se me había olvidado.

—Con las ganas que tengo de echar una play —asegura Rick.

Neil asiente, a él también se le había pasado por la mente. Se deja caer en el sillón y coloca los pies sobre la mesilla central. Rick se deja caer a su lado, bruscamente. Shane se sienta en una silla con el respaldo por delante. Peter es el único que se queda de pie.

—Joder, ¿qué se supone que vamos a hacer todo el puto día sin poder hacer nada? —pregunta Rick.

Peter observa a los que siempre ha considerado sus amigos con una extraña sensación de incomodidad. Nota a Neil algo más serio de lo normal desde después del desayuno. Le da la impresión de que se ríe de las bromas pero no lo hace de verdad. Se está preguntando si siempre ha sido así, si lo que percibe es realmente sólo desde el desayuno, o si hasta ahora no se había fijado pero Neil ha sido siempre de esta manera. Es verdad que Neil le ha dado respeto desde que le conoce.

En ese pensamiento se encuentra Peter cuando estalla la tormenta. Como un trueno, Sandra Ridgewick entra en el salón a voz en grito, ataviada con una bata desvaída y sucia y el pelo completamente revuelto, dándole el aspecto de una aparición fantasmal de película.

—¡Neil! —grita—. ¿Por qué no hay comida? ¡Fui a la compra la semana pasada y ahora no hay nada! ¿Qué has hecho con la comida? ¡Tengo hambre!

Los otros tres chicos se sobresaltan al ver a la madre de Neil entrar de esa manera en el salón. A fin de cuentas, no dejan de ser chicos y la mujer que les está gritando es la madre de uno de sus amigos, hablándoles como si ellos hubieran cometido una atrocidad y estuviera regañándoles.

Pero Neil no. Se mantiene tranquilo, observando con desdén a su madre.

—Señora Ridgewick… —Peter intenta mediar, alzando una mano tranquilizadora—, la comida ha sido…

Pero Sandra Ridgewick no atiende a razones en este momento y de un manotazo, aparta la mano de Peter y se encara aún más con su hijo.

—¡Te estoy haciendo una pregunta, Neil! ¡Y te he dicho millones de veces que no pongas los pies en la me…!

Antes de que le dé tiempo a acabar la frase, Neil se incorpora y atenaza el cuello de su madre con la mano derecha.

—Vuelve a golpear a uno de mis amigos y te juro por Dios que te estrangulo.

Rick y Shane se incorporan también, con idénticas muecas de asombro en sus rostros. Peter, sin embargo, siente miedo.

—No ha sido nada, Neil —dice—. No tiene import…

—Cállate, Peter.

Y Peter obedece. Neil acerca la cara a la de su madre, cuya piel se está poniendo roja por momentos. La mujer boquea en burdos intentos por obtener algo de aire que lograr mandar a sus pulmones, pero la mano de Neil cierra con fuerza su garganta.

—Si no fueras una perdedora de mierda adicta a las pastillas sabrías lo que está ocurriendo, pero eres patética y ni siquiera sabes que el mundo se ha ido a tomar por culo. Me das asco, madre.

Neil empuja a Sandra, soltándole el cuello. La mujer cae en medio del salón, de culo, respirando de forma entrecortada y rompiendo a llorar.

Peter siente el impulso de agacharse a ayudarla, pero sabe que Neil le recriminará esa actitud, tal vez incluso se enfadará con él, y visto lo visto, quién sabe, podría incluso golpearle. Ninguno de ellos se mueve, excepto Neil, que vuelve a sentarse tranquilamente.

—Sal de aquí antes de que ese lloriqueo me dé ganas de golpearte —murmura, casi escupiendo las palabras.

Sandra intenta incorporarse. No lo consigue al primer intento porque le tiemblan las manos y las piernas. Falla de nuevo en el segundo, pero a la tercera va la vencida y se pone en pie. No les mira, a ninguno de ellos. Con la mirada baja y el rostro rojo por la momentánea falta de aire y la vergüenza, Sandra arrastra los pies en dirección a la cocina.

Y Peter siente que parte de sí mismo se marcha con ella.