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Al grito de Corre Pluto, el labrador se lanza a la carrera detrás de la pelota que acaba de lanzar junior en dirección a la piscina. No la ha lanzado con la suficiente fuerza, por lo que Pluto la agarra entre sus dientes antes de que llegue al agua. Meneando con fuerza el rabo, feliz por su victoria y saboreando el extraño tacto de la pelota de tenis, Pluto se acerca a Cameron. La chica, por lo general, suele ser más arisca con el perro, pero Pluto sabe que cuando ella tiene ganas de hacerle cosquillas, siempre encuentra ese punto en el estómago que tanto placer le da. Así que se acerca a ella, con la esperanza de que la chica tenga ganas de acariciarle. Cameron está tumbada tomando el sol en bikini, como si el fin del mundo no fuera realmente con ella. Pluto apoya su cara en el vientre de ella, y de repente Cameron lanza un grito de sorpresa y se incorpora, asustando a Pluto que retrocede un par de pasos.

Sin soltar la pelota, por supuesto.

—¡Pluto! —grita Cameron—. ¡Fuera, a jugar con junior!

Pluto mira a la chica pasarse la mano por el vientre, limpiándose las babas que el animal le ha dejado. Al animal, en realidad, no le importa demasiado. Es posible que la chica se haya enfadado, o es posible que se trate de un juego y quiera verle correr hacia Junior. A Pluto no le importa, ya ha decidido que prefiere volver con el niño. Junior es un valor seguro para Pluto. El niño siempre se ríe al verle, siempre le acaricia y juega con él. Y sí, a veces le entrega pedazos de comida por debajo de la mesa, aunque con ello se gane una regañina de su madre.

Pluto ama a junior.

—¡Muy bien, Pluto! —grita junior cuando el perro deja la pelota a sus pies.

—¿Quieres dejar de gritar, enano? —grita Cameron, volviéndose a tumbar.

Junior mira al perro. Pluto se ha sentado junto a él y tiene la cara alzada para mirarle, con la lengua colgándole a un lado, a la espera. Mueve el rabo hacia los lados, arrastrándolo sobre el césped.

—¿Queremos dejar de gritar, Pluto? —le pregunta Junior al perro, agachándose a coger la pelota y ganándose un lametón del animal en la mejilla—. Yo creo que no. Lo que queremos es que saltes a la piscina y la empapes.

Junior se ríe de su propia ocurrencia, y está a punto de llevarla a cabo, extendiendo la mano para coger impulso y lanzar la pelota hacia la piscina, cuando escucha un par de golpes en la puerta. Alguien está llamando con los nudillos, e inmediatamente Pluto pierde interés por la pelota de tenis y se lanza a la carrera hacia la entrada, ladrando como un poseso. Sorprendido, Junior se gira y corre hacia la puerta, guardándose la pelota en un bolsillo.

—¡Quieto, Pluto! —exclama.

Y Pluto, aunque nervioso, se detiene, sin dejar de mirar hacia la puerta con el cuerpo en tensión.

—¿Quién es?

—Hola —responde la voz de un adulto al otro lado.

—Hola —dice junior, acercándose a la puerta. Pluto también avanza, y Junior no puede verlo por estar mirando hacia la puerta, pero nosotros sí podemos percibir que Pluto está enseñando los dientes.

—Me llamo Logan. Estoy saludando a todos los vecinos y conociendo un poco la urbanización.

Junior abre la puerta. El hombre, al otro lado, sonríe encantador. Pluto empieza a ladrar.

—¡Pluto, quieto! —grita junior, girándose para agarrar al perro. Pero no lo hace con la suficiente rapidez y Pluto se adelanta, colocándose entre Logan y el niño y sin dejar de ladrar al recién llegado.

—¡Vaya, parece que no le gusto! —comenta Logan, riéndose—. Tranquilo, perrito, soy una buena persona. ¿Cómo se llama?

—¡Pluto! —responde junior, agarrando a Pluto por el collar y tirando hacia atrás. Pero Pluto tiene más fuerza que el niño y este apenas logra moverle un poco la cabeza—. ¡Quieto, siéntate! ¡Pluto!

—¿Qué demonios le pasa a Pluto? —grita Cameron, acercándose a la puerta.

Se detiene al ver que no conoce al hombre que está al otro lado. De forma inconsciente, coloca sus brazos cruzados delante del pecho.

—Hola. Supongo que sois los hijos de Marsha.

Cameron asiente. Junior sigue tratando de apartar a Pluto de la entrada sin conseguir ningún avance. Logan sonríe, y Cameron le devuelve la sonrisa por pura inercia. Ese es el poder del que hace gala Logan Kane.

—¡Pluto! —grita Cameron entonces—. ¡Cállate!

Cameron se acerca a la puerta y le da un tirón a Pluto del collar. Aquello parece funcionar, y el animal retrocede unos pasos, frunciendo aún la boca y enseñando los colmillos, sin dejar de mirar hacia Logan. Durante ese intercambio entre la chica y el perro, Logan ha aprovechado para lanzar una mirada, más curiosa que lujuriosa, al cuerpo de Cameron. Pero cuando la niña vuelve a mirarle, Logan está mirándole a los ojos, sonriente.

—Perdona al perro de mi hermano. Son los dos igual de tontos.

—¡Te estoy oyendo! —protesta Junior.

—¿Te crees que lo digo en voz alta porque me importa que lo oigas?

—¡Pues tú eres idiota! —exclama el niño, dándose la vuelta y alejándose. Pluto le lanza una mirada, y siente que debe seguir con su amo. Pero algo le dice que no lo haga, su instinto, tal vez, y vuelve la cabeza de nuevo hacia el hombre que está en la puerta. Vuelve a gruñir.

Cameron, sin embargo, no está haciendo caso del perro. Pone los ojos en blanco por un instante y mira a Logan.

—Bueno —dice este—, no quería molestar. Estaba dando una vuelta por la urbanización y quería conocer quién vive en cada casa. Dale un saludo a tu madre.

—Vale.

Logan agita la mano a modo de despedida antes de darse la vuelta. Cameron le imita y cierra la puerta. Cuando se da la vuelta para regañar a Pluto, se encuentra con que el perro ya no se encuentra a su espalda y ha salido a la carrera hacia junior. Ajena al hecho de que acaba de estar a menos de un metro del que pudiera ser la encarnación del mismísimo diablo, Cameron se dirige al interior de la casa, olvidando las ganas de tomar el sol.