El recibidor de Tom Ridgewick se ha convertido en un comedor improvisado. Marsha Collins ha preparado caldo de carne, pero es Brad Blueman quien ha tomado el rol de servir los platos de todos, prácticamente desde el día que llegara a San Mateo. En este momento, podemos ver a Logan Kane y Rodger Walters colocándose en la fila para comer. Marsha les entrega un cuenco y una cuchara a cada uno, dándoles los buenos días. Peter, Rick, Shane y Neil ya están comiendo, sentados en la mesa más apartada y riéndose a carcajadas de algo que sólo escuchan ellos. Verónica, Mark y Paula entran al jardín y se colocan detrás de Rodger.
—¿Habéis dormido bien? —pregunta Rodger, mientras delante de él Brad Blueman le sirve dos cucharadas de caldo a Logan Kane.
—Incómodo desde que se fue la luz —responde Mark, sin dar más detalles.
—Yo ni siquiera me enteré de que se fue la luz. Me lo contó Patrick esta mañana —asegura Verónica.
—Es una verdadera putada —dice Rodger—. Pero al menos todos sabíamos que iba a ocurrir. No nos pilla de sorpresa —se gira hacia Brad—. ¿Qué nos ha preparado nuestra querida cocinera hoy?
—Caldo de carne. Lo hemos calentado en un camping gas, así que está tibio solamente, pero está rico —responde Marsha, entregándole un cuenco y su cuchara a Verónica.
—Doy fe de que está rico —asegura Brad, guiñándole el ojo a Rodger y sirviéndole dos cazos.
Rodger se acerca el tazón a la cara y huele el caldo.
—Santo Dios, con que sepa la mitad de bien que huele yo ya soy feliz. Marsha, cásate conmigo. Quiero mucho a Emma pero como cocinera siempre ha apestado.
Marsha y Rodger se ríen. Brad también, y a Verónica, como a nosotros, nos parece estúpido al hacerlo. Pero el caso es que Rodger se da la vuelta y se sienta junto a Logan. Verónica avanza y coloca el tazón delante de Brad.
—Buenos días —saluda el periodista.
—Buenos días —responde ella.
Brad sirve una única cucharada de caldo en el cuenco de Verónica y se la queda mirando, en un gesto evidente que quiere decir «ya tienes lo tuyo, avanza». Verónica mira su tazón, lleno apenas por la mitad.
—¿Y bien?
Brad sonríe, como si no entendiera a qué se refiere ella.
—¿Y bien qué?
—Son dos tazones de caldo.
—Sí, claro. ¿Y?
Verónica sonríe, sintiendo el enfado que empieza a nacer en su interior.
—Que sólo me has servido una.
—No, no, que va —asegura Brad—. Te he servido dos, como a todo el mundo. No estarías atenta.
—Y se ha quedado curiosamente por la mitad, ¿eh?
Brad se encoge de hombros. Verónica tiene ganas de partirle el tazón de caldo en la cara. Siente la furia creciendo en ella, nacida del mayor de los desprecios que siente por ese hombre.
—¿Hay algún problema?
Verónica gira la cabeza. Neil Ridgewick se ha acercado y se sitúa a la derecha de Verónica, con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión seria.
—Sí —asegura Verónica, señalando con el dedo a Brad Blueman. Su dedo se queda a apenas unos centímetros del ojo izquierdo de Brad, y este retrocede sin querer un par de pasos—, que este imbécil quiere tomarme el pelo.
Neil gira la cabeza para mirar a Brad. Levanta la ceja a modo de pregunta.
—No sé de qué está hablando, Neil. Tiene su ración de sopa, pero quiere más.
—¿Qué? —Verónica alza la voz. Rodger y Logan, que habían permanecido ajenos a la disputa, levantan las cabezas de sus platos para mirarles. En la entrada, unos recién llegados Stan, Ozzy y Tyrone les observan con curiosidad.
—Todo el mundo debe tener su parte —asegura Neil, mirando reprobatorio a Verónica—. Nadie puede tomar más que los demás.
—No estoy tomando más que los demás —asegura Verónica, claramente enfadada—. Brad Blueman es un gilipollas y está intentando…
Verónica se calla al sentir la mano de Mark en el brazo. Se da cuenta de que Neil la observa con desidia, que ya ha tomado una decisión y va a ser implacable. Mira su tazón y se da cuenta de que le están temblando las manos, por la furia. Se siente como si la hubieran insultado, como si estuvieran burlándose de ella. Sin decir nada más, pasa de largo junto al hombro de Neil y se sienta en una mesa vacía.
—Comamos en paz, anda —dice Neil mirando hacia Mark antes de darse la vuelta y regresar con sus amigos.
Mark coloca su tazón y el de Paula delante de Brad. El rostro del periodista no dice nada, pero sabemos que está disfrutando de su victoria. En realidad, está pensando en el viejo dicho, ese que dice que la venganza es un plato que se sirve frío. Tibio, en este caso. Sirve dos tazones en cada cuenco, pero si te fijas, y Mark sí que lo hace, no llena del todo cada tazón. Cuando termina, levanta la vista y sonríe a Mark. Es una mueca de satisfacción. A Mark le revuelve las tripas descubrir que Brad Blueman está disfrutando.
—Es una niña —dice.
Y a Brad se le corta la mueca. Ese pequeño golpe es una victoria moral para Mark, una manera de devolverle lo que está haciendo. Brad echa otra cucharada de caldo en el tazón de Paula. No en el de Mark, pero a este no le importa. Ahora es él quien tiene una sonrisa de satisfacción en el rostro.
Desde el salón, Tom ha sido testigo de lo ocurrido y observa a través de la ventana la cara derrotada y humillada de Verónica, que parece querer ocultarse en el interior de su cuenco de sopa incompleto. Tom está sonriendo, claramente divertido.
Sale al jardín al mismo tiempo que entra Patrick para colocarse en la fila de la comida. Tom le dedica una de sus sonrisas de tiburón. Se queda a la izquierda de Brad, controlando todo lo que ocurre, vigilando su reinado como Sauron vigilaba desde el Monte del Destino.
—¿Emma y Ace no han venido? —pregunta.
—Tampoco los Finney. Ni Pablo —contesta Marsha.
Tom se encoge de hombros. Los horarios de comida son los mismos para todos, así que si los Finney no quieren comer caliente, peor para ellos. Emma y Ace, por otra parte, están cuidando de Rachel Morris. Tom se acerca a la mesa donde comen su sobrino y sus amigos. Los cuatro chicos se están riendo, pero recobran la compostura al ver acercarse a Tom. Este se sienta en una esquina.
—¿Está bueno el caldo? —pregunta.
—Está cojonudo, señor Ridgewick —asegura Peter—. ¿Se puede repetir?
Shane le suelta una colleja que hace que Peter casi esté a punto de golpearse la frente contra la mesa.
—¿Cómo se va a poder repetir? ¿Eres idiota? ¿Sabes lo que significa racionamiento?
Rick y Neil se echan a reír de nuevo. Peter se masajea la zona en la que ha recibido el golpe y mira a Shane.
—Sé perfectamente lo que significa —asegura.
—Chicos, chicos —Tom les mira a todos ellos, haciendo que el episodio de la colleja quede en el pasado—. ¿Alguno de vosotros sería tan amable de llevar después la parte correspondiente de caldo a casa de Rachel Morris? También para Ace y Emma.
—¿Cómo está la señora Morris? —pregunta Neil, aunque en realidad tú y yo sabemos que no le preocupa lo más mínimo. Apenas conocía a los Morris, más allá de saber que eran sus vecinos, tenían un hijo y que ella tenía los pechos grandes.
—Destrozada —responde Tom—, como es lógico.
Aunque parte de su atención está centrada en Neil y sus amigos, Tom nunca deja de vigilar al resto del grupo. Brad Blueman está sirviendo a Tyrone, que desde hace más de un día guiña de forma compulsiva los dos ojos, sin darse apenas cuenta de que lo hace. Tic nervioso. Junto a Blueman, Marsha Collins está me tiendo en un tupper la ración correspondiente de caldo de sus dos hijos.
—Neil, me gustaría hablar contigo de una cosa —dice Tom.
—Lo que quieras.
—No, en privado. Quiero pedirte algo.
Neil se encoge de hombros. Tom, por su parte, sonríe. El tiburón ha vuelto a la costa. Y mientras Neil inclina el tazón para terminar su caldo, otro clase distinta de tiburón se levanta, unos metros más allá. Logan Kane acerca su propio tazón vacío a la mesa que regentan Blueman y Marsha Collins.
—¿Dónde puedo limpiar esto? —pregunta.
—No te preocupes —responde Marsha, quitándole el tazón de las manos—. Nosotros nos encargamos.
—Gracias —Logan sonríe, y es posible que percibas que las mejillas de Marsha se colorean un poco de rojo, al mismo tiempo que sonríe azorada y baja la mirada—. Aún no me he quedado con los nombres de todo el mundo, lo siento… siempre he sido terrible con los nombres.
Menuda mentira. Marsha no puede saberlo, pero nosotros… nosotros conocemos de lo que es capaz es el señor Logan Kane.
—Marsha Collins —dice ella, extendiendo la mano por encima de la mesa.
—Logan Kane —responde él, estrechándola, mirando a Marsha directamente a los ojos y sonriendo, apenas un poco, lo justo para que sus labios se curven hacia arriba—. ¿Tienes dos hijos, verdad? Me pareció que eran tuyos, al menos…
—Sí, sí. Son míos.
—No han venido a comer.
—Junior prefiere quedarse en casa. Dice que no quiere acercarse a la puerta principal. Por los muertos… ya sabes. Y Cameron… —Marsha hace un mohín con los labios, algo de exasperación—, Cameron no se ha levantado antes de las doce sin tener clase creo que jamás.
Logan ríe la gracia, y Marsha le acompaña en la risa, sonrojándose un poco más.
—Cameron —dice él, saboreando las sílabas—. Bonito nombre.
Marsha asiente, coqueta. Logan, sin embargo, cambia de tema y se mantiene junto a la mesa un rato más. Ya tiene lo que quiere, en realidad.