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Tú estabas conmigo en Castle Hill cuando todo empezó y sabes tan bien como yo de qué pasta está hecha Verónica Buscemi. Cuando Patrick regresa, ella está de pie en el porche de la casa de Ace Hall, con los brazos cruzados. Se acerca a Patrick de un par de zancadas y se encuentran a mitad de camino en el césped.

—¿Qué ha pasado?

—Brad Blueman —responde Patrick—. Ha regresado. Con otro hombre.

—¿Blueman? —Verónica casi escupe el nombre—. De entre todas las personas del mundo, ¿tiene que ser él una vez más?

Patrick se encoge de hombros y se dirige hacia una de las tumbonas que se encuentran junto a la piscina. Se deja caer sobre ella. Verónica se acerca, pero se queda de pie.

—Intento ser positivo, ¿sabes? —Patrick se lleva una mano a la frente—. Y, no sé, ayudarnos a todos a sobrevivir. Siempre he querido ser policía y ayudar a la gente, y a pesar de… todo lo que ocurre, esta es una ocasión perfecta para hacerlo.

Verónica se sienta a su lado. Apoya su mano con suavidad en el brazo de Patrick.

—Es complicado —asegura él—. Todo lo que está pasando… intento quitarlo de mi mente, no pensar en ello mientras hago mi trabajo aquí dentro, pero de vez en cuando no puedo evitarlo, y oigo sus gemidos, o simplemente recuerdo que se trata de gente, gente que ha muerto y ha vuelto a la vida. Y aquí dentro… creí que aquí podríamos estar a salvo y tranquilos, pero… no sé. Estoy diciendo tonterías, Verónica. Lo siento.

—No, no estás diciendo tonterías, Patrick.

Ella le sonríe, y él esboza otra sonrisa a cambio. Asiente con la cabeza.

—Tom Ridgewick. Cada vez que habla siento que no me quiere aquí, y no entiendo el por qué, ¿sabes? Digo, me pregunto si he hecho algo que pueda haberle sentado mal pero no encuentro una respuesta. Y estos críos… los ayudantes… —pronuncia esa palabra con tono despectivo—. No les aguanto, la verdad.

—No tienes por qué ser policía aquí dentro —asegura Verónica—. Si no te quieren con ellos, hazte a un lado.

—¿Tú podrías echarte a un lado si se estuviera quemando una casa, por mucho que los vecinos te miren mal por hacer tu trabajo?

Verónica suelta una carcajada, y Patrick se ríe también. Se encoge de hombros y se incorpora hasta quedar sentado junto a ella.

—Tal vez deberías hablar con él —dice Verónica—. Tal vez así deje de verte como una amenaza y comience a verte como una herramienta útil.

—Tal vez deba hacerlo.

Verónica le pasa el brazo por encima de los hombros y apoya la cabeza sobre el hombro de Patrick. Su melena rojiza se esparce por la espalda del agente.

—O tal vez debería darme un baño en esta piscina. Como plan, resulta más atractivo meterse en una piscina contigo que patrullar las casas y saquear las despensas.

—Yo no he dicho que vaya a meterme en la piscina, querido.

—Eres la única persona que está aquí, y bañarse sólo es bastante triste —Patrick sonríe.

—No tengo bañador.

—Yo tampoco. Pero podemos bañarnos desnudos.

Verónica se echa a reír y levanta la cabeza. Patrick también se ríe.

—¿Estás flirteando conmigo en medio de un apocalipsis zombie? —Verónica vuelve a reírse—. Oh, Dios, nunca creí que podría pronunciar esas palabras.

Patrick sonríe.

—Es bueno darse cuenta de que aún podemos reírnos.

Verónica asiente.

—Si quieres le digo a Stan que se bañe contigo.

Patrick suelta una carcajada.

—No sé cómo no lo había pensado antes. Bañarme desnudo con Stan Marshall es uno de mis sueños eróticos preferidos. Desde que era pequeño y le compraba chicles con sabor a fresa. Con esos gruñidos tan sexys es imposible resistirse.

Verónica se ríe con ganas, sujetándose el estómago como si le doliera. Patrick se ríe con ella. Y como bien ha comentado Patrick, es bonito ver que la risa no ha desaparecido del mundo, aún cuando quedan pocas cosas por las que reírse.