Una lluvia de chispas azules saltan al raspar el lateral izquierdo del coche contra otro árbol, como una bengala gigantesca. Después, la rueda derecha se hunde en un socavón y el coche se inclina hacia un lado. Brad se golpea la cabeza contra la ventanilla. Logan mantiene las manos cerradas con fuerza en torno al volante y aprieta el acelerador con más fuerza. El coche salta hacia delante, regresando a la carretera y tambaleándose. Están a punto de perder el control, pero Logan consigue estabilizarlo. Brad se da la vuelta para mirar por la ventanilla trasera. La multitud que les persigue llena todo el ancho de la carretera. Le parece estar mirando hacia una de esas maratones multitudinarias que a veces se realizan en fechas señaladas, como fin de año. Una maratón sangrienta.
Y entonces Logan gira el volante, encarando con el coche el muro de piedra que sirve de perímetro a San Mateo y aprieta el freno hasta el fondo. Las ruedas del vehículo chillan al contacto con el asfalto al quedarse bloqueadas. Brad sale despedido hacia delante y choca de lleno contra el asiento delantero. El coche se detiene a un par de milímetros del muro.
Logan abre la puerta de golpe y sale al exterior. Sin tiempo que perder, se sube al capó del coche y salta hasta agarrarse a la parte superior del muro. Después es cuestión de hacer fuerza para elevar todo el peso de su cuerpo. Primero logra enganchar el brazo derecho, después la pierna izquierda y un momento después se encuentra en lo alto del muro.
Brad sale del coche, aturdido, y mira hacia la horda de muertos que corren en su dirección. Está gritando, como si fuera una niña, un sonido que desagrada a Logan en lo más profundo. Pero Logan ha tenido tiempo de percibir al menos dos figuras que corren hacia él desde el interior de la urbanización.
—¡Ven, joder! —le grita a Brad.
Y Brad levanta la vista hacia Logan. Tiene la mirada desencajada y la expresión de quien ha visto un fantasma. Logan extiende una mano y, durante un segundo, Brad no se mueve y Logan tiene tiempo de pensar en que ese imbécil se va a quedar paralizado allí mismo, junto al coche, y se va a convertir en comida para muertos vivientes. Pero Brad se mueve. Apoya las dos manos en el capó para subirse al coche, y Logan se da cuenta de que eso le supone un esfuerzo casi sobrehumano. Es evidente que Brad Blueman no está en forma y de que, por sus medios, jamás sería capaz de subir a lo alto de ese muro.
Logan se pregunta si tendrá la fuerza necesaria para subirle él.
Mientras Brad se pone en pie sobre el capó del coche y mira la mano que le tiende Logan Kane, recuerda la comisaría de Castle Hill, donde varios de ellos entraron de forma similar, hace lo que parece una eternidad.
Salta y agarra la mano de Logan, que tira hacia arriba gritando entre los dientes por el esfuerzo. Los pies de Brad rascan la pie dra, intentando encontrar apoyos e impulsarse hacia arriba. Los músculos del cuello y el brazo de Logan parecen a punto de estallar mientras tira hacia arriba. Brad intenta encontrar algún punto de apoyo. Los muertos alcanzan el BMW Uno de ellos empieza a subirse al coche. Con la mano que tiene libre, Logan apunta la pistola que hace menos de veinticuatro horas perteneciera a un agente federal y dispara. La bala atraviesa la cabeza del muerto, empujándole hacia atrás y derribando a otros dos zombies en el proceso. Vuelven a ponerse en pie casi de inmediato, y llegan más, rodeando el coche e intentando subirse para atrapar al gordo que cuelga zarandeando los pies y que para ellos supone un banquete.
Y Logan siente que no puede más, que su brazo no da más de sí y que tiene que soltarle. Su cerebro envía la orden a los dedos de la mano que sujetan la muñeca de Brad Blueman, aún sabiendo que para el hombre del mono azul es una condena de muerte. Los dedos de Logan Kane comienzan a separarse de la carne de Brad cuando otro hombre aparece junto a él y extiende la mano para agarrar a Brad. Entonces Logan Kane vuelve a agarrar la muñeca del periodista, y entre los dos logran subir a Blueman unos segundos antes de que los zombies consigan subirse al BMW y extiendan sus manos muertas hacia ellos.
Logan, Patrick Flanagan y Brad saltan hacia el interior de la urbanización. Blueman cae mal y se hace daño en un tobillo, pero de inmediato es ayudado para ponerse en pie por Peter, que les espera abajo. Se encuentran en el jardín de Tom Ridgewick, y este mismo, su sobrino Neil, Tyrone y Rick se están acercando a ellos en este momento.
—Joder, colega —exclama Peter.
—¿Estás bien, Brad?
Brad mira hacia Patrick con desagrado, pero asintiendo con la cabeza.
—¿Os conocéis? —pregunta Tom al llegar junto a ellos, mirando alternativamente a Brad y a Patrick.
Brad vuelve a asentir. Está jadeando, y aunque quisiera hablar, no podría hacerlo. Se agacha y apoya las manos sobre las rodillas, intentando recuperar el aire.
—Sí —responde Patrick.
Tom no dice nada, apenas hace un movimiento de cabeza, como dándose por enterado. Pero ha almacenado la información sufi ciente y necesaria en su cabeza, aquella que le han dado las miradas de ambos hombres.
—¿A él también? —pregunta Tom, mirando a Logan Kane de forma muy consciente sólo a los ojos, ignorando por completo el arma que el hombre sujeta en la mano derecha.
Patrick niega.
—Logan Kane —se presenta el hombre, guardando la pistola en la cintura y extendiendo la mano hacia Tom.
—Tom Ridgewick —responde, estrechándola.
—Venimos de San Francisco —dice—. Brad me dijo que probablemente esto era seguro y condujimos hasta aquí.
Tom, ejerciendo de anfitrión, asiente con la cabeza y mueve los dos brazos, como queriendo abarcar la totalidad de San Mateo.
—Hemos conseguido salvaguardar San Mateo, sí. Somos una pequeña fortaleza.
—Pues no sabe cuánto me alegro de estar aquí.
Marsha Collins y sus dos hijos se acercan al grupo, y vienen con Mark y Paula. Cameron Collins atrae las miradas de los dos hombres. Neil Ridgewick apenas se molesta en ocultarlo. Logan Kane, sin embargo, posa la mirada en la chica adolescente durante dos segundos, los suficientes para que su cerebro fotografie a la chica, y después vuelve a mirar a Tom Ridgewick, exhibiendo esa sonrisa de vendedor capaz de cautivar a cualquiera.
Es imposible que ninguno de los presentes lo sepa, pero a Logan Kane, la polla acaba de ponérsele dura.
—¿Qué ha pasado? —está preguntando junior, mirando a Brad y a Logan con los ojos muy abiertos.
—Han saltado el muro —le responde Neil, aunque en realidad no le quita ojo a Cameron—. Los zombies han estado a punto de comérselos.
—¡Guauuuu! —exclama junior, mirando a Logan y a Brad como si fueran los protagonistas de una película de aventuras.
Acariciando la cabeza de su hermano con cariño, Cameron le sonríe a Neil con coquetería.
—Bueno —dice Tom, juntando las palmas de las manos—, supongo que Tyrone no tendrá inconveniente en explicaros cómo están las cosas en San Mateo y las decisiones que hemos adoptado esta misma mañana. ¿Verdad, Tyrone?
El hombretón que aún lleva su traje de guardia de seguridad se quita de la boca la mano cuyas uñas estaba mordisqueando con nerviosismo, y mueve la cabeza afirmativamente.
—Gracias —responde Logan—. Muchísimas gracias por habernos salvado y por admitirnos aquí.
—De nada —responde Tom, con orgullo.