Mientras Peter mea en la bañera llena de agua del baño de la planta inferior, Patrick sale al porche y se sienta junto a Verónica, aunque es más bien dejarse caer lo que hace. Ella, al verle, cierra el libro y apoya una de sus manos en la espalda de él, con suavidad.
—¿Estás bien?
—Sí —responde él—. Es sólo que… —se encoge de hombros—. No sé…
Miremos a Ozzy. El mexicano lleva nervioso desde la tarde anterior lanzando miradas llenas de curiosidad a Ace cada poco tiempo, pero hasta ahora no ha tomado valor para acercarse a él. Y resulta curioso, no me digas que no, que en medio del Apocalipsis, un hombre se sienta intimidado por la presencia de alguien al que admira. Aho ra, por fin, con la cabeza medio agachada y avergonzado como un niño que le va a confesar una travesura a su madre, se acerca a Ace.
—¿Ace?
—¿Sí? —Ace se gira hacia él.
—Eh… —Ozzy se fuerza a mirarle, pero puedes comprobar por ti mismo que le supone un enorme esfuerzo vencer la vergüenza—, es que… nada, quería decirte que… no sé, que me alegro de que ganaras porque hiciste un juego impresionante… Sólo eso.
Ace Hall suelta una carcajada y Ozzy parpadea sorprendido.
—Gracias, hombre.
Patrick ha escuchado el intercambio de palabras y ahora se incorpora y se acerca a ellos.
—¿Qué ganaste?
Ozzy le mira como si acabara de preguntar quién es ese jesucristo del que hablan en todas las iglesias.
—¿No sabes quién es?
Ahora es el turno de Patrick de parecer extrañado. Mira a Ace con el ceño fruncido. Este sonríe y se señala a sí mismo.
—La verdad es que no —responde Patrick.
—Ganó la última temporada de Survivor —responde Ozzy, con cierta indignación en la voz—. ¿Es que nadie ve ese programa? ¡Si es lo mejor que echan en la puta tele!
—¡Anda! —Verónica se levanta y se une a ellos—. Es verdad, ahora que lo dices sí que me acuerdo de ti.
—Bueno —responde Ace—, tampoco es que haya ganado un Nobel, o un Oscar. Es tan sólo un juego.
—¿Un juego? —Ozzy les mira a los tres con la expresión de quien se siente gravemente ofendido—. ¡Survivor no es un juego cualquiera, es el juego más completo del mundo! Requiere tantas habilidades que pensar en las variables necesarias para avanzar hasta el final me marea. ¡Pero si yo hice que me empezaran a llamar Ozzy desde que vi al Ozzy de Survivor!
Ace suelta una carcajada completamente divertido, pero Patrick y Verónica miran a Ozzy con la expresión que alguien sin frikismo en el cuerpo le dedica a esos tipos que se disfrazan de Chewacca en las convenciones de Star Wars.
—Mi nombre real es Oscar —explica Ozzy, y después mira directamente a Patrick—. Estamos viviendo en casa del hombre que jugó de la forma más villana que se recuerda en el programa. Dejó a Russell Hantz a la altura del betún.
—Pero en la vida real soy un tipo muy sociable —apunta Ace, con una sonrisa.
—Hombre, a mí me impresionaba cómo eras capaz de manipularlos a todos —asegura Ozzy—. En serio, fue brillante.
—Gracias.
—¿Te puedo preguntar si Jeff Probst es simpático?
Ace se vuelve a reír. Ozzy parece un niño que tiene delante a Santa Claus y puede pedir cualquier deseo que se le pase por la cabeza y que, además, ya ha superado la vergüenza inicial y ahora puede seguir disparando preguntas como si fuera una metralleta. Verónica mira a Patrick.
—Oye, ¿qué vamos a hacer con las semillas?
Patrick se encoge de hombros.
—Me parece que a Tom no le parecerá una buena idea.
—¿Qué semillas? —pregunta Ace, incorporándose a la conversación.
—Cuando veníamos hacia aquí, paramos en un supermercado y compramos comida, sobre todo latas de conservas, anticipándonos a esta situación —le explica Verónica—. Y a Patrick se le ocurrió comprar semillas de hortalizas y verduras.
—No lo he dicho en la asamblea, pero… ¿Y si esto se alarga más de tres semanas? —Patrick señala las bolsas de comida—. ¿Y si no pueden rescatarnos tan rápido?
Entre los cuatro se hace el silencio un momento. Uno de esos silencios abrumadores que parecen golpearte en el estómago. Ace es el que lo rompe.
—Lo que quieres decir es… ¿Qué pasará si esto no se resuelve nunca?
Lentamente, como si no quisiera admitirlo pero supiera que no tiene más opción, Patrick asiente con la cabeza. Ace resopla y se pasa una mano por la cabeza.
—Hemos visto demasiadas películas de zombies y Apocalipsis como para que no parezca una opción, ¿no? —pregunta Patrick en voz baja.
—Hiciste bien en no decirlo en la asamblea —asegura Ace—. Tom te habría humillado. Ya has visto cómo es.
—Sí, ¿por qué coño los demás no lo ven?
Ace se encoge de hombros. No tiene respuesta para eso.
—¿Cómo es posible que en la isla mis contrincantes no fueran capaces de ver que les estaba manipulando a todos? La mente humana es peculiar.
—En fin. La idea de racionar la comida no es mala, porque no podemos permitirnos tener tres comidas al día y terminar con las existencias en dos o tres días —admite Patrick—. Lo que me da miedo es que planifique a corto plazo.
—Como sea, tampoco necesitamos su consentimiento para todo, ¿no? —pregunta Ace, con una sonrisa pícara.
Patrick, Verónica y Ozzy están de acuerdo, así que cuando Ace propone que siembren parte de su jardín, a todos les parece una buena idea. Verónica le recuerda que eso significará destrozar la parte del jardín que conviertan en huerta pero Ace se encoge de hombros.
—Traeré las semillas esta tarde, después de llevar la comida a casa de Tom —dice Patrick.
—Pues perfecto —resuelve Ace, y después mira a Ozzy—. En mi dormitorio tengo la pañoleta de la fusión y una foto con Jeff Probst enmarcadas. Si quieres, puedes pasar a verlas.
Ozzy asiente emocionado. Ace le indica con un gesto que pase al interior de la casa y el mexicano se dirige hacia la puerta cuando el sonido de un claxon apretado varias veces de forma impulsiva se eleva en el aire, claro como el agua, paralizando a los cuatro en el sitio donde se encuentran. Después, Ace se vuelve para mirar a Patrick, pero este está mirando a Verónica.
—Joder —murmura Patrick antes de echar a correr hacia la puerta.