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Así, mientras Rodger y Shane apartan parte de su comida para esconderla en su casa, nosotros deshacemos el camino hacia The Sun House, de donde Patrick y Peter están saliendo ya, cargados de bolsas que meten en el coche de Peter. Después de cerrar el maletero, ambos se dirigen hacia la casa de Ace Hall, y nosotros con ellos.

—Venimos a por la comida —dice Patrick, saludando a Ace y a los demás.

En el porche encontramos al propio Ace, que después de saludarles les indica donde está la cocina, a Verónica, que está sentada en una tumbona con un libro de Stephen King entre las manos, y a Ozzy. Si te das cuenta, este último no le quita ojo a Ace Hall.

—¿Dónde están los demás? —pregunta Patrick, deteniéndose junto a la puerta de la casa y obligando a Peter a frenar de golpe para no chocarse contra él.

—Stan está arriba, durmiendo. Mark y Paula han salido a dar un paseo —responde Verónica.

Patrick asiente y entra en la casa. Peter se queda un momento de pie, observando a Verónica. Ella se da cuenta y le clava una mirada glacial. El chico aparta la vista y entra en la casa detrás de Patrick.

Ace agarra una silla y se sienta.

—Le has puesto nervioso —comenta divertido.

Ella se encoge de hombros, quitándole importancia.

—¿Qué libro has cogido? —pregunta Ace.

Verónica enseña la tapa. Se trata de un ejemplar de Ojos de fuego.

—Me llamó la atención el título.

—Trabajabas de bombero, ¿verdad?

—Sí.

Mientras tanto, Patrick y Peter empiezan a vaciar de comida la nevera y los armarios de la cocina de Ace Hall. Patrick se da cuenta de que el chico está molesto por la forma en que coge la comida y la tira dentro de las bolsas, con desdén. Durante los siguientes minutos, ambos trabajan envueltos en un incómodo silencio, hasta dejar limpia de comida la cocina.

—¿Este tío tiene despensa? —pregunta Peter, haciendo gala de ese orgullo que los adolescentes utilizan para demostrar lo enfadadísimos que están.

—No que yo sepa —responde Patrick, conciliador.

—Pues pregúntale, ¿ok, tronco? Yo voy a echar un meo.

Peter sale de la cocina y Patrick suspira pensando que se le van a hacer muy largas las horas que tenga que pasar en compañía de ese estúpido. Por un momento, incluso se siente dispuesto a ceder a los claros deseos de Tom Ridgewick y dejar su puesto como miembro del Cuerpo de Seguridad. A fin de cuentas, es fácil para él notar que no le quieren allí, y algo le dice que por mucho que le explique a Tom que no quiere ser ninguna molestia, que sólo intenta ayudar, jamás le aceptará como uno de los suyos.

Mark se lo había dicho cuando llegaron de visitar San Mateo, que el tipo que les había enseñado la casa le había dado la impresión de ser ese tipo de personas que juzgan a la gente y no cambian nunca de opinión.

Sigamos a Peter. El chico entra en el cuarto de baño de la planta baja y cierra la puerta a su espalda. Después, se gira hacia ella y levanta el puño con el dedo corazón extendido. Puedes estar seguro de que si Peter estuviera rodeado de sus amigotes le haría ese mismo gesto a Patrick a la cara, pero ya sabes, Peter no es tan valiente en solitario.

Pero observémosle, porque ahora planta un pie a cada lado del retrete y se baja la cremallera. Su mirada pasea por la pared de azulejos verdosos mientras su cerebro clasifica el baño como «horterada de gente rica», aunque puedes estar seguro de que en lo más hondo de su corazón, Peter estaría dispuesto a matar con tal de vivir en una casa como esa. Finalmente, su mirada se detiene en la bañera, llena hasta casi el borde de agua limpia.

Recuerda lo que dijo Ace Hall sobre almacenar agua.

Ese tío le cae mal. Simplemente por su forma de vestir ya le cae mal. Odia sus pantalones cortos de cuadros o rombos y sus camisas de marca en colores pastel.

Y el capullo de Patrick y toda esa gente nueva viven con él en esta casa.

Peter sonríe. Puedes ver su sonrisa hacerse cada vez más grande al mismo tiempo que una idea toma forma en su mente. Y después, Peter se gira mientras se saca el miembro de los pantalones. Incluso se le ha puesto un poco dura de pensar en lo que está a punto de hacer, y el chico está excepcionalmente bien dotado.

La sonrisa es tan grande cuando empieza a orinar y el chorro cae en el centro de la bañera que parece que la cara vaya a partírsele en dos, como a los canadienses de Southpark.