Emma Walters se sienta en un taburete alto en el centro de la cocina mientras observa a su marido y a su hijo, Rodger y Shane, meter la comida que tienen en la nevera en bolsas de plástico que después llevarán a la casa de Tom Ridgewick. Sabe que es una tontería, pero le enorgullece ver a su hijo dedicándose a algo tan noble como ayudar a proteger San Mateo de las aberraciones que hay fuera.
Hace tiempo que Emma Walters perdió la fe en que Shane se convirtiera en un hombre de provecho. Cuando aún le llevaba en el vientre, Rodger y ella siempre conversaban sobre lo que querían que fuera de mayor su hijo. Él soñaba con que fuera arquitecto, ella cirujano. Shane nació y creció y fue rompiendo las expectativas de ambos al tiempo que los suspensos y las llamadas del director del colegio debido a las ausencias de Shane en clase se hicieron cada vez más frecuentes.
Y ahora, de repente y por obra y gracia de Tom Ridgewick, Shane es nombrado auxiliar del Cuerpo de Seguridad, y a Emma le maravilla ver la dedicación y el empeño que el chico parece poner para cumplir con su tarea, buscando la aprobación de su padre en todo momento.
—Papá…
—Dime, Shane.
—¿Crees que las cosas se pondrán muy mal?
—Ya oíste lo que dijo Tom, Shane. En una semana o semana y media el ejército vendrá a sacarnos de aquí. Nos tienen en su lista.
Emma observa a Shane doblando la cabeza hacia un lado, como hace cuando algo le preocupa y está pensando en ello.
—¿Y qué hay de lo de prepararse para lo peor, papá?
Rodger deja de meter comida en la nevera y mira a su hijo, sin entender a dónde quiere llegar. Tiene un pack de yogures en la mano izquierda.
—¿No crees que deberíamos guardarnos algo? —pregunta Shane con timidez.
Por un momento, Rodger no responde. Frunce el ceño.
—Eso estaría mal, hijo.
—Ya lo sé, papá… pero… si pienso en ponernos en lo peor, que es lo que tenemos que hacer, ¿verdad? Pues entonces, creo que lo primero tiene que ser nuestra familia… Nosotros.
Rodger busca a Emma con la mirada, y ella se la devuelve, aunque está tan sorprendida por la propuesta de Shane como él.
—¿Lo que estás diciendo es que nos guardemos comida para nosotros tres?
Shane asiente con timidez. Rodger observa el pack de yogures que tiene en la mano.
—Tom no debería enterarse —dice, finalmente—, porque si se entera, se enfadará muchísimo.
A Shane casi le brillan los ojos al oír a su padre. Rodger se acerca a él y le da una palmada cariñosa en la espalda. Después, ambos miran hacia Emma.
—¿Estás de acuerdo, cariño? —pregunta Rodger.
Ella, por supuesto, está de acuerdo.