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Neil está en lo cierto. Abigail Finney le ofrecerá un vaso de limonada, y él aceptará, y mientras se lo sirve, y de paso otro para Rick, la señora Finney le pellizcará la mejilla en un gesto que ella considera cariñoso pero que a Neil le resulta molesto. Después, el propio Albert Finney les guiará hasta la cocina y la despensa y les ayudará a cargar la comida en el maletero de Neil.

Pero dejémosles haciendo eso y abandonemos Villa Carlota en dirección a otra de las casas con nombre: The Sun House, donde Rachel se encuentra de pie en medio de la cocina, abrazando a Axel, que tiene la boca manchada de papilla, mientras Patrick, a su lado, observa a Peter abriendo la nevera de la casa.

—Ostia, tú, ¿cómo nos vamos a llevar toda esta mierda?

Patrick resopla y pone los ojos en blanco al tiempo que mira a Rachel como diciendo «qué quieres que le haga».

—¿Tienes bolsas, Rachel?

—Tengo algo mejor. Detrás de la puerta hay un carrito de la compra. Es bastante cómodo cuando voy al supermercado con Axel.

Al oír su nombre, el pequeño mira a su madre y alza una de sus pequeñas manitas para agarrarle el pelo. Ella le da un beso lleno de amor.

—Joder, el congelador está petado también! —exclama Peter.

Patrick suspira con resignación y coge el carrito de la compra. Después se acerca a Peter y le ayuda a meter la comida en el carrito.

—Intenta hablar bien —le dice—. No das una imagen de seguridad si dices «joder» y «tronco» cada dos palabras, y te recuerdo que perteneces al Cuerpo de Seguridad.

—Lo que tú digas, tronco.

Peter le deja sólo junto a la nevera y se pone a abrir puertas de armarios y cajones. Durante todo el proceso, Rachel le observa con la expresión de quien se siente avasallado. Patrick se muerde un labio para evitar decirle nada más al chico. Peter encuentra un armario con galletas, bollos para desayuno, pasta y algunas latas de conserva. Lo coge todo y lo mete en el carrito. Patrick sigue vaciando el congelador.

—Cereales —murmura Peter al abrir otro armario—. ¿No tendrás bolitas de azúcar? Esas son las que más me gustan.

—Son cereales de bebé —dice Rachel, señalando la caja que tiene Peter en la mano.

Peter mira la caja, como si no entendiera y pudiera obtener la respuesta allí. Después, se acerca al carrito con la clara intención de meter la caja de cereales, y Rachel se acerca a él extendiendo la mano.

—No, que son los de Axel…

En el momento en que la mano de Rachel toca la caja, Peter tira de su brazo hacia atrás e interpone su cuerpo, empujando a Rachel hacia atrás. Ella trastabilla, y está a punto de caer con Axel en brazos.

—¡Eh! ¡Toda la comida va a la…!

Peter no llega a terminar la frase porque Patrick le agarra de la muñeca y se la retuerce, obligándole a soltar la caja de cereales y a doblarse por la mitad, con la cara hacia el suelo.

—¿Qué coño haces? —pregunta, soltando a Peter y dejando la caja de cereales sobre la encimera—. No empujes a una mujer con un niño en brazos, ¿nadie te ha enseñado civismo?

—¿Civqué?

Patrick parpadea asombrado. Por un momento se queda en blanco, sin saber qué iba a decir, pero logra volver a arrancar.

—Son cereales de bebé. No nos los vamos a llevar.

—El señor Ridgewick dijo «toda la comida».

—A ver… —Patrick señala la caja de cereales—. Eso no es comida para ti, ni para nadie más que para ese niño —ahora señala a Axel, que intenta agarrar su dedo con sus manitas, pero lo único que logra es abofetear al aire—. Y se queda aquí, ¿entendido?

Peter tiene el ceño fruncido y la expresión herida del niño al que su maestro acaba de echar una bronca injustificada.

—Saca el puto carrito y llévalo al coche, anda.

Peter obedece a regañadientes. Patrick espera a que se haya ido de la cocina para girarse hacia Rachel.

—Lo siento —dice.

—No tienes la culpa. Ese niño siempre me ha parecido un matón, y ya sabes lo que dicen, si parece mierda y huele a mierda, lo más seguro es que sea mierda.

—Amén.

Rachel sonríe, y Patrick aprovecha para hacerle una carantoña al pequeño Axel, que suelta una carcajada y agita las manos.