2

Si seguimos a Rachel por la calle principal del complejo, la siguiente finca con la que nos encontramos tiene un letrero blanco con letras doradas que dice «Sun House». En ella viven los Morris. A Rachel siempre le ha parecido un nombre estúpido, pero Bruce no dio su brazo a torcer, y en realidad, era un detalle que a ella tampoco le parecía tan mal.

—Es un nombre de discoteca —decía ella.

Bruce no se encuentra en casa en este momento, así que no nos detendremos en el hogar de los Morris, ni tampoco en la siguiente casa. ¿Recuerdas que te comenté que Harrison Ford tenía una casa aquí? Es esa, la que se encuentra junto a «Sun House». Desde la valla podrás comprobar que la piscina tiene forma de ele y que la fachada de la casa está pintada de color fresa. Todas las ventanas están cerradas y las persianas bajadas. Una vez por semana, una mujer del pueblo se acerca para limpiar la casa, y Pablo Collantes se ocupa de que el césped del jardín siempre esté cuidado, pero la verdad es que hace ya un tiempo que el señor Ford no se pasa por aquí. No tiene sentido que entremos, aunque sé que la oportunidad de cotillear en el interior de la casa de un famoso es fuerte.

Una segunda calle cruza la principal después de la finca de Harrison Ford. Giremos a la izquierda y dirijámonos a ese arco de entrada con dos gárgolas a los lados. En este caso no hay placa con nombre, tan sólo el número 3 encima del arco y sobre el buzón que hay junto a la pared. Si te acercas al buzón, verás que la casa pertenece a Sandra Ridgewick.

Y sí, lo has adivinado, Sandra es la hermana de Tom.

Entremos.

El jardín está bien cuidado. La parcela, como puedes comprobar, tiene una pequeña inclinación en la parte sureste, y la piscina tiene una valla de madera de un metro de altura alrededor. Sandra y su hermano Tom la pusieron cuando Neil era un crío, y ella nunca la retiró, aunque ahora Neil tiene suficiente edad como para poder comprar alcohol.

Encontramos a Sandra en la cocina. Es una estancia amplia y bien iluminada, con muebles de color marfil y encimera gris. Los electrodomésticos son blancos, y se nota que la nevera es bastante nueva y moderna. Sandra, aunque no lo parezca, tiene cuarenta y cinco años, pero es cierto que aparenta al menos diez más. Está gorda, no demasiado, pero sí, lo está, por mucho que a ella le guste decir que tan sólo está rellenita. En sus días buenos, es fácil adivinar que tiempo atrás fue una mujer bella a la que el tiempo, y la vida, han castigado con dureza. Hoy, en concreto, no es uno de esos días. Las bolsas bajo sus ojos aparecen acentuadas, y de un color gris que parece enfermo. Su pelo, entre cobrizo y gris, está despeinado y revuelto y necesita urgentemente una visita a la peluquería. Y sus ojos se ven cansados y enrojecidos. Lleva puesta una bata, mal anudada a la cintura y que deja a la vista el sostén de encaje que sujeta sus grandes pechos. En los pies, unas zapatillas de andar por casa desgastadas.

Se está sirviendo un whisky.

Ya te lo he dicho antes, la vida ha castigado con dureza a la hermana de Tom Ridgewick. Sandra estuvo casada cinco años con un arquitecto de renombre al que realmente no aguantaba demasiado pero que tenía el suficiente dinero como para mantenerla toda la vida. Sandra nunca fue una mujer de grandes aspiraciones, y cuando dio el sí quiero dejó de preocuparse.

Se enteró de que su marido se acostaba con su secretaria cuando estaba embarazada de Neil. Le esperó sentada en el salón de esta misma casa, con un cuchillo jamonero en la mano derecha. Cuando él entró y la vio, la saludó como si no ocurriera nada y le dijo hola, cariño. Ella se puso en pie y le dijo que no quería volverle a ver, que si volvía a aparecer por esa casa le arrancaría los huevos de cuajo y que ya tendría noticias de su abogado.

Sólo volvió a verle una vez más, en el juicio.

Su hermano Tom le recomendó un buen abogado que le sacó lo suficiente al arquitecto como para no tener preocupaciones económicas. Para Sandra eso era suficiente, así que, una vez más, dejó de preocuparse.

Esta vez, sería más correcto decir que se abandonó.

Empezó a tomar pastillas para los nervios, a beber, a comer de forma compulsiva. Recuperó su apellido de soltera y a su hijo le puso Neil Ridgewick.

Neil… seguramente ahora está en la playa, con sus amigos, pero seguro que tendremos ocasión de conocerle más tarde. Aunque te lo digo desde ya, Neil no es el tipo de chico al que te gustaría tener cerca. Es maleducado, ligeramente agresivo y machista, desobediente y autoritario. En realidad, Neil simplemente es la gota que hace que el vaso que es Sandra Ridgewick se derrame.

Hace tiempo que ella dejó de intentar que su hijo se comportara, fuera a clase, encontrara un trabajo u obedeciera. Hace tiempo que decidió ahogar en alcohol los insultos que Neil profería contra ella cuando osaba pedirle que recogiera el cuarto o fregara los platos. Puta vaga, dicho con el mayor de los desprecios, era la frase que más veces había dirigido a su madre en toda su vida.

Como si él se pasara el día recogiendo, planchando, ordenando y limpiando.

En fin, cuando conoces ciertas cosas de la gente, es más fácil entender lo que desde fuera tal vez te choque más. ¿Sabes con quién se lleva bien Neil? Con su tío. Tom y Neil tienen una relación paterno-filial. Para Tom, Neil es el hijo que nunca tuvo. Para Neil, Tom es el imbécil al que sacarle dinero cuando su madre no quiere dárselo y él no es capaz de encontrar su cartera para cogerlo por sí mismo. Aun así, Neil acepta a Tom mejor que a la mayoría de adultos, y sobre todo, mejor que a su madre. En parte se debe a que es un hombre.