La famosa playa de Venice, en Los Ángeles, también acabará convertida en un matadero, igual que Marina del Rey, donde los zombies ya están dando cuenta de las escasas personas que rondan por allí a estas horas.
En Venice, cerca de donde las olas rompen, un grupo de adolescentes ha encendido una hoguera y se pasan unos a otros botellas de alcohol. Uno de ellos, Jim, se ha traído a la fiesta un radiocasete y ha puesto música rock. Hasta que se acaben las pilas, ha dicho, mientras le daba al play.
Lo mejor de los adolescentes es que sus vidas parecen tan intensas que a veces nos hacen preguntarnos si las nuestras fueron así alguna vez. Jim está liado con esa chica rubia con trenzas y aspirante a actriz. Su nombre es Brenda, y si quieres que te diga la verdad, aunque el mundo no se estuviera yendo al garete y Brenda no muriera dentro de escasos minutos, jamás llegaría a ser más que una recurrente actriz secundaria en películas de serie B. Tal vez Barry Lyndon la hubiese contratado en algunas de sus películas. ¿Te acuerdas de Barry? Salió corriendo como un gato con la cola en llamas cuando los zombies fueron a por él y estuvieron a punto de darle caza. Barry Lyndon tiene preferencia por meter en sus películas actrices bonitas con grandes pechos. Si no son bonitas también le valen, pero lo de los pechos no puede ser de otra manera. Deben ser grandes sí o sí. Y oye, Brenda esa parte la tiene asegurada.
No es ninguna santa, entiéndeme. ¿Ves a ese chico de pelo corto y con un pendiente en la oreja izquierda? Su nombre es Monty y su gran ambición en la vida es convertirse en una estrella de rock. A diferencia de Brenda, él podría conseguirlo en un mundo sin zombies. Es bueno y toca la guitarra como Slash.
Monty y Brenda también están liados, pero eso Jim, por supuesto, no lo sabe. Y ambos llevan esperando toda la noche a que Jim esté tan borracho que no se dé cuenta de la ausencia de Brenda. Jim empieza a estar tocado ya. No deja de hablar a toda velocidad, moviendo las manos sin parar, con algunos de los otros chicos que están en la fiesta. Monty le hace un gesto a Brenda y se aleja, sumiéndose en la oscuridad.
Ella se queda allí un rato más, nerviosa y echando miradas a Jim, pero él está tan ocupado contando lo que sea que esté contando que ni siquiera la mira una sóla vez. Al final, Brenda deja su vaso en el suelo y corre.
Cuando se ha alejado lo suficiente como para que sea imposible que la vean desde la hoguera, Brenda se detiene mirando alrededor. No ve a Monty por ninguna parte y está comenzando a asustarse. Aún puede oír la música rock que sale del radiocasete de Jim. En esos momentos está sonando Smoke on the Water.
Un pensamiento le cruza la mente: ella puede oírlos a ellos, pero ellos no la oirían a ella si gritase. En la playa nadie puede oír tus gritos, piensa. Como en Alien.
Surge de la nada. Una mano le agarra el brazo y Brenda se gira dispuesta a dar un grito y a golpear a quien sea que la haya agarrado, pero se encuentra delante de Monty. El chico está sonriendo, divertido al parecer por haberle dado un susto.
—Capullo, he estado a punto de gritar.
—Me gusta cuando estás a punto de gritar —responde él, cubriéndole después la boca con la suya.
Casi de inmediato, movidos con la pasión del sexo adolescente, sus manos buscan la ropa del otro, tiran de las camisetas, forcejean con los pantalones. Brenda siente el tirón que le despoja de las bra gas al mismo tiempo en que mete sus manos bajo los calzoncillos de Monty y manosea su miembro, duro como un tubo de escape. Las manos de él luchan contra el cierre del sujetador de ella, pierden la primera batalla pero logran abrirlo a la segunda. Monty hunde la boca entre sus pechos, como si quisiera devorarlos.
Después la levanta y se deja caer de rodillas. La tumba, de forma delicada, y la penetra. Ella gime y clava sus uñas en la espalda de él. Las olas que rompen se mezclan con los gemidos apagados de ambos. Brenda cruza sus piernas tras la espalda de Monty, que se mueve adelante y atrás, casi sacando su miembro del todo antes de volver a embestirla. Ella le agarra el culo con una mano, mientras la otra sigue cogiéndole la nuca, obligándole a no separar la boca de su cuello. Le siente cada vez más duro allí abajo y ella está a punto de estallar.
—Para —pide de pronto.
Monty se detiene, jadeando, creyendo que se trata de parte del juego sexual que están manteniendo. A veces, a ella le gusta hacerle detenerse por completo, y que ambos aguanten un momento así, sintiéndose. Pero al mirar la cara de ella, ve que está tensa, medio ausente.
—¿Qué pasa? —pregunta, jodido. Aquello le ha cortado el rollo.
—Creo que he oído un grito.
Monty intenta escuchar, pero aparte del sonido del mar y la música que viene desde la fiesta (en estos momentos algo de Scorpions), no oye nada más. Aún no está todo perdido, su miembro sigue estando duro y dentro de ella, así que Monty coloca una de sus manos sobre los grandes pechos de Brenda, la aspirante a actriz, y empieza a moverse otra vez. Brenda le da una bofetada.
—¡Que te pares, joder! —exclama—. Te digo que he oído un grito.
Monty se lleva la mano a la cara, sorprendido. La siente caliente por el golpe. Se incorpora, saliendo de ella por completo y golpeando el suelo con fuerza, y con total intención para que la arena le salpique la vagina.
—Joder, estás como una puta…
No llega a terminar la frase. Alguien está chillando, sin duda. Monty gira la cabeza aterrorizado, ya que nunca en su vida ha escuchado algo que le cale tanto en los huesos como ese sonido. Brenda se pone de pie a su lado y le agarra el brazo. Ambos están mirando hacia la hoguera y ven gente corriendo y peleándose. Al menos eso parece desde donde están.
—¿Qué está pasando, Monty?
—No tengo ni puta idea —contesta él.
Se agacha a recoger sus pantalones. De repente, eso que hace unos segundos estaba duro e inhiesto ahora cuelga flácido y atemorizado. Brenda se da cuenta de que escucha algo más, que parecen pasos que corren hacia ellos. Gira la cabeza hacia la derecha y lanza un grito al ver la sombra de cinco o seis personas que corren en su dirección. No alcanza a verlas bien, por la oscuridad. Si no, el grito hubiera sido aún mayor.
Monty también se gira hacia esas personas. Está desnudo, y eso le hace sentirse incómodo, pero aun así se coloca en una posición de ataque, dispuesto a pelear.
—¿Qué coño queréis? ¡Largaos! —grita.
No le dan opción a pelear. Le derriban a la primera, y aunque Monty lanza sus puños intentando soltarse, no puede evitar que le muerdan. Brenda intenta huir, pero uno de esos zombies arremete contra ella y ambos caen al suelo. Brenda siente la cara del muerto hundiéndose entre sus pechos, como antes lo hiciera la de Monty, y después, el dolor del mordisco. Grita tratando de zafarse y logra darse la vuelta. Vuelven a caer sobre ella y comienzan a devorarla por la espalda y los hombros. Una ola rompe en su cara impidiéndole respirar durante unos momentos. Tiene tiempo de pensar que todo esto resulta muy raro.