10

Kurt abre los ojos aterrorizado al sentir una mano agarrarle el brazo. En sus ojos es posible contemplar la viva imagen de la desorientación. Después, ve a Bernard Trask delante de él, y su cerebro le ubica en el interior del helicóptero. En el exterior es de noche. Kurt se incorpora. El helicóptero se ha detenido.

—¿Hemos llegado ya? —pregunta, frotándose los ojos con el dorso de las manos.

—Sí.

Kurt resopla y mira a través de la ventanilla. Ve un edificio gris y a un grupo de soldados haciendo instrucción. Mira a Trask.

—¿Y a dónde, exactamente?

—Nos encontramos en Pendleton, una base militar de la Marina, al sur de Los Ángeles. El presidente quiere vernos en Washington.

Kurt le mira con sorpresa. Para entonces, ya está bajando del helicóptero. Echa un vistazo al avión que les espera algo más allá. A Kurt le da la impresión de encontrarse delante de una nave futurista.

—¿Eso vuela?

Trask se ríe. A Kurt le sorprende escuchar esa risa de parte del coronel. La tripulación del avión que están a punto de abordar les espera en tierra, junto a las escalerillas de acceso. Bernard y Kurt cruzan junto a ellos y entran al avión. Por dentro, a Kurt le recuerda a uno de esos aviones que tienen los ejecutivos en las películas. Se deja caer en uno de los asientos de cuero marrón. Se siente como si le envolvieran.

—¡Santo Dios! —exclama—. Me parece que volveré a quedarme dormido aquí.

Trask vuelve a reírse. Kurt observa a la tripulación subiendo al aparato. Uno de ellos cierra la puerta a su espalda mientras el piloto y el copiloto se dirigen a sus puestos. Kurt se abre la camisa del mono azul y observa el vendaje que le cubre el hombro y parte del brazo. El dolor parece haber aumentado ligeramente de intensidad, pero no hasta un punto que resulte alarmante. No aún, al menos.

—Al menos ahora podrás contarle a tus nietos que recibiste un disparo —murmura, y después esboza una sonrisa.

A Sarah siempre le gustaba decir eso cuando ocurría algo interesante. Cuando tengas nietos podrás contarles que hiciste tal cosa o tal otra.

El avión se pone en movimiento. Kurt cierra los ojos, porque quiere dormir, pero sobre todo porque no quiere seguir pensando en Sarah, ni en todo lo que ha ocurrido durante ese día.

En toda la gente que ha muerto porque él creó el Cuarto Jinete.

—Estúpido —susurra. Aunque es prácticamente imposible entender que es eso lo que dice, porque está empezando a quedarse dormido y sus labios apenas se separan para dejar escapar los sonidos, y podría ser que sea estúpido lo que ha dicho, pero también podría ser que hubiera dicho estupendo.

Si me preguntas, te diré que pienso que ha dicho estúpido. Y estoy seguro de que opinas igual que yo.