En cuanto abre la puerta, Verónica alcanza a ver la sangre que salpica la pared y las escaleras donde Gary Stanton fue masacrado por los Fletcher. Se gira hacia Patrick buscando confirmación. El agente mira hacia atrás, hacia las puertas abiertas que hay en el pasillo. El resto del grupo se amontona detrás de él.
—Alguien intentó huir por aquí —dice. No termina la frase porque todos saben cómo acaba. Ese alguien que intentó escapar fue alcanzado en la escalera.
—Mantened silencio —ordena Verónica, hablando en susurros y dirigiéndose al resto—. Y estad preparados para echar a correr de regreso.
Esta última frase la dice clavando sus ojos sobre Brad Blueman, y podemos percibir que al periodista no le sienta nada bien, que aparta la vista y mira al suelo. Sin embargo, fíjate en sus manos, que aprieta con ira contenida. Te aseguro que Brad Blueman está ofendido, enfadado incluso. Le gustaría responder algo ingenioso, algo que dejara a esa engreída de Verónica con la boca abierta, el equivalente vocal a un tortazo en la boca, pero Brad Blueman no sabe reaccionar ante los ataques, y aunque él se odia por ello y siempre sueña con ser capaz de humillar a cualquiera con el que se enfrente, la realidad es que siempre termina bajando la vista y retrocediendo. Como lo hizo cuando Carrie Spencer se enfrentó con él a las puertas del juzgado de Castle Hill, o como lo hizo cuando Jason Fletcher le increpó en el campamento militar. En aquella ocasión, Brad terminó orinándose en los pantalones.
Brad mira hacia Verónica. La mujer ya se ha dado la vuelta y ha empezado a bajar las escaleras. Le clava los ojos en la espalda, y por un momento se imagina a sí mismo bajando a toda velocidad y dándole un empujón, y cuando ella se girara para mirarle, enfurecida, Brad le gritaría ¿Quién coño eres tú para decirme nada? ¿Crees que tengo que seguirte y soportar tus estúpidos comentarios? ¿Quién te ha señalado como líder del grupo?
—¿Tan jodidamente complicado es entender que no lo hice a propósito? —murmura. Tarda un momento en darse cuenta de que no lo ha pensado. Stan Marshall, que se encuentra delante de él, se da la vuelta para mirarle.
—¿Qué? —pregunta.
Brad menea la cabeza, quitándole importancia.
—Nada, nada —dice.
Stan Marshall vuelve a mirar hacia delante. Brad les sigue, echando miradas nerviosas de cuando en cuando a su espalda. Su expresión es la de un niño que sabe que sus compañeros de colegio se reirán de él constantemente y nada de lo que haga podrá cambiar eso. Una expresión de tristeza y frustración con la que, en su interior, no está de acuerdo. Si no estuviera tan asustado, te aseguro que Brad se pondría a llorar.