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Jason se deja caer en la cama. Sólo lleva puestos los calzoncillos. Su rostro no refleja el dolor por la pérdida sufrida que realmente siente, pero es la viva imagen de la extenuación. Eliza se sienta en la cama junto a él.

—Tienes que ser fuerte, Jason —le dice.

Y él no contesta, pero puedo asegurarte que desea que su tía deje de hacer eso de intentar comportarse como si ambos formaran una unidad familiar unida y amorosa.

—¿Quieres que recemos por tu madre y por Carrie?

La sóla mención de Carrie le devuelve la imagen de ella al despertar de la muerte, de sus ojos vidriosos y sin vida y el alarido hambriento que lanzó extendiendo los brazos hacia él antes de que le rompiera el cráneo con una piedra. Jason cierra los ojos y se gira en la cama, dándole la espalda a Eliza. Aprieta los puños y la mandíbula para evitar que el llanto le desborde.

—Rezaré de tu parte también —susurra la mujer, antes de levantarse.

A Jason le gustaría responderle que no quiere que nadie rece por él a un dios que ha permitido que ocurra algo como lo de Castle Hill, a un dios que ha permitido que alguien como Carrie, tan pura e inocente, muera de una forma tan horrible. Ambos sabemos que Jason cree que él merecería morir, pero de ninguna manera puede entender que Carrie fuera la que lo hiciera.

Aunque todos sabemos quién tuvo la culpa de eso. Nosotros lo sabemos. Jason lo sabe. Todos vimos cómo Brad Blueman la hacía caer mientras él huía. Y Jason ni siquiera quiere pensar en Brad Blueman porque sabe que si lo hace es muy posible que algo en su cabeza haga clic y se levante para buscarle y estrangularle con sus propias manos. Bien sabemos que a Jason le gustaría hacerlo.

Y sí, Jason no quiere que nadie rece en su nombre a un dios que permitió que Brad Blueman saliera con vida de Castle Hill.

Cierra los ojos, intentando apartar de su mente el nombre del periodista. Intenta recordar a Carrie, su mirada ensimismada sobre él, su sonrisa, con ese hoyuelo que se le formaba en la comisura de los labios. Jason se queda dormido pensando en ella. Los últimos segundos del Jason consciente los pasa pensando en la única chica a la que ha amado en su vida y por la que habría hecho cualquier cosa. Después, se sume en un sueño del que ya no despertará como Jason Fletcher. Si Eliza le tocara la frente podría notar el antinatural calor que desprende, pero Eliza termina de rezar, agachada a los pies de la cama, y después se tumba a dormir, ajena a lo que ocurre a menos de un metro de ella dentro del cuerpo de su sobrino.