Logan Kane está tumbado en la cama de la habitación 51 del Rafael Inn, mirando la televisión con gesto aburrido. Están emitiendo una película del Oeste, pero la verdad es que Logan no está prestando mucha atención. Porque Logan está pensando en Mary Ann Conway.
El golpe que abre la puerta de la habitación le sobresalta y le hace caer de la cama. Siete agentes de policía entran gritándole y ordenándole que se quede tumbado, apuntándole con sus armas reglamentarias y Logan se queda en el suelo, estirando las manos para que vean que están vacías.
Le esposan y le obligan a levantarse tan rápido que incluso se marea un poco. Arthur Newton se le acerca, igual que se acercó unas horas atrás a Puck Wellington, y le advierte de que está detenido por el asesinato de Mary Ann Conway. Y los ojos de Logan se abren como platos, mirando al anciano jefe de policía.
—No sé de que habla. No conozco a ninguna Mary Ann Conway.
Arthur siente ganas de golpear al hombre en la mandíbula, de destrozarle la cara a puñetazos, porque su intuición le dice que la mirada de perplejidad de Logan Kane es pura fachada, una actuación digna de Oscar. Y eso le revuelve aún más las tripas. Arthur acerca su rostro al de Logan.
—Te tenemos grabado en video.
Logan y Arthur se miran a los ojos. Entonces, la expresión de Logan cambia, y a su rostro asoma una sonrisa de suficiencia, de altivez.
—Me gustaría ver cómo demuestras que fui yo.
Logan sonríe, mostrando todos los dientes de esa sonrisa perfecta y luminosa y Arthur levanta el puño para golpearle, movido por la ira que siente en su interior, pero Jeremy le agarra de la muñeca antes de que lo haga.
—Déjelo, jefe. Es exactamente lo que él quiere.
Arthur resopla, y el sonido es similar al que haría un caballo. Logan sigue sonriendo, con chulería. Arthur se acerca a él hasta que sus rostros están a milímetros el uno del otro.
—Escúchame bien, hijo de puta —dice, con los dientes apretados con furia—. Porque voy a encargarme personalmente de que te condenen a la silla eléctrica por lo que le has hecho a esa niña. Y haré todo lo que esté en mi mano para asegurarme de que sea así. Antes se levantarán los muertos del suelo que dejar que vuelvas a hacerle esto a nadie, ¿me oyes?
Y sí, Logan Kane le oye. Y probablemente, si Arthur Newton fuera consciente de lo que ocurre en Castle Hill, tal vez habría cambiado su última frase.