La furgoneta resulta estar registrada a nombre de Logan Kane. A las cuatro y cuarto de la tarde, Arthur pasea de un lado a otro de la comisaría esperando la llamada que les permita atrapar al asesino de Mary Ann. Para entonces, ya conocen la identidad del conductor de la furgoneta e incluso disponen de una fotografía que Arthur ha mirado fijamente hasta aprenderse de memoria cada rasgo del señor Kane.
Es un hombre de treinta años, delgado pero en forma, atractivo. De rostro ovalado, su sonrisa perfecta resalta en su cara, tiene los ojos marrones y el pelo peinado hacia la izquierda. Saben que trabaja como vendedor de seguros a domicilio, y Arthur entiende que esa sonrisa y esa expresión de absoluta seguridad, no son más que la fachada tras la que se esconde el monstruo, un tipo capaz de convencerte para que compres un helado en el Polo Norte.
Jerry ha buscado sus antecedentes, pero Logan Kane no parece tener ninguno. Un hombre completamente limpio a ojos de la ley. Apenas una multa por aparcamiento sin pagar, todas las cuentas y facturas en orden.
Jeremy descubrió hace tres cuartos de hora que el día anterior, Logan Kane estuvo en un pequeño motel situado en la 101, pero salió de la habitación esa misma mañana. Después, el agente se había puesto en contacto con la empresa para la que trabajaba Logan. Habían prometido volver a llamar en cuanto supieran algo.
El teléfono suena. Arthur se da la vuelta y lo mira, expectante. Meredith responde y escucha un momento antes de mirar a Arthur y tenderle el teléfono. Arthur se acerca y lo coge.
—Arthur Newton.
—Señor Newton. Le llamo de Seguros Thompson respecto a la petición de información que nos han solicitado.
—¿Sabe dónde se encuentra Logan Kane?
—Según nuestra hoja de ruta, el señor Kane debería encontrarse en el motel Rafael Inn, en San Rafael. ¿Puedo preguntarle si el señor Kane está en problemas?
—Se trata de un asunto confidencial, señor, no puedo responderle. Le agradezco la información y le pido que, de momento, no se ponga en contacto con el señor Kane para advertirle bajo riesgo de ser acusado de un delito de obstrucción a la justicia.
—Descuide, no lo haré.
—Gracias.
Arthur cuelga el teléfono y se gira para mirar a Jeremy y Jerry. Ambos le observan como cachorros esperando que les sirvan la comida en el plato.
—Vamos —dice—. Meredith, avisa a San Rafael y diles que se pongan en contacto conmigo y se preparen para enviar refuerzos al Rafael Inn.