Puck se ajusta a la descripción que Tara Schwizer le ha dado a Arthur y a Jeremy. De hecho, la chica ha acertado de pleno al decir que Puck es skater. A las once y diez minutos, Puck está metiendo patatas congeladas en la freidora para completar el pedido de un cliente. Está silbando la melodía de una canción de Offspring mientras trabaja. Desde donde se encuentra, puede ver con claridad la puerta de entrada del burguer. Apenas hay un par de personas, ¿quién coño va a una hamburguesería a las once de la mañana?, por lo que no hay demasiado trabajo por hacer y el jefe de Puck ha salido a fumarse un cigarrillo.
Puck mira las patatas, dorándose en el aceite hirviendo, sin dejar de silbar. Y al subir la cabeza, su atención se centra en los dos policías que se dirigen a la puerta. Le llaman la atención porque uno de ellos parece ir cojeando. Y entonces ve que el más joven, el de la cojera, le mira directamente y le comenta algo al más mayor.
Puck se queda helado y siente el ritmo de sus latidos acelerarse.
Los dos agentes le miran fijamente cuando abren la puerta para pasar, así que Puck hace lo primero que se le ocurre: echar a correr.
Arthur y Jeremy lanzan una maldición al ver a Puck darse la vuelta y lanzarse hacia la puerta de servicio, derribando en el camino una torre de cajas de pan de molde. Arthur le ordena a Jeremy que vaya por delante y echa a correr tras el joven. Cruza el mostrador ante la atónita mirada de los pocos clientes del burguer, y salta por encima de las cajas de pan. Su hombro choca contra una estantería y escucha a su espalda el ruido que producen un par de sartenes al caer al suelo.
Puck atraviesa la puerta de servicio a toda velocidad. La puerta golpea a su jefe, que cae al suelo golpeándose la cadera contra una barandilla. El cigarrillo que sostenía entre los dedos sale volando. Puck no se detiene, agarra la barandilla con las dos manos y salta por encima de ella. Cae sobre el césped del otro lado y rueda sobre su hombro antes de volver a ponerse en pie y seguir corriendo.
Un segundo después, Arthur cruza la puerta y choca contra la valla. Resoplando, salta por encima y cae sobre la hierba, de rodillas. Se incorpora y corre tras el joven mientras desengancha la radio de su cinturón y se la lleva a los labios pulsando el botón.
—¡Necesito refuerzos en persecución a pie! —grita—. ¡El sospechoso es un joven con pantalones vaqueros y camisa del Burguer Henry’s! Corre por el bulevard en dirección a Simmons Lane.
Arthur no deja de correr, a pesar de que está empezando a jadear y que la distancia que le saca Puck es cada vez mayor. Alcanza a ver al joven girando a la izquierda por Simmons Lane antes de sentir un latigazo de dolor en el costado derecho y detenerse. Sofocado, Arthur se agacha y trata de recuperar la respiración. Coge de nuevo la radio.
—Aquí Arthur. Abandono la persecución. Cambio.
No ha terminado de decir la frase cuando un frenazo a su derecha le hace levantar la cabeza. Jeremy está al volante del coche patrulla y le hace un gesto para que suba. Arthur se incorpora, sujetándose el costado con la mano visiblemente agotado, y se sube al coche. Jeremy aprieta el acelerador y el coche se lanza hacia delante.
—Ha girado por Simmons —dice Arthur en un susurro.
—La edad no perdona, ¿eh, jefe?
Arthur lanza una mirada asesina a Jeremy que este no ve, concentrado en la carretera. Da un volantazo para girar por Simmons. Ven a Puck corriendo hacia la entrada del parque Pioneer. Jeremy acelera y enciende las sirenas. Puck atraviesa la entrada del parque un par de segundos antes de que el coche patrulla se detenga de un frenazo junto a la verja. Jeremy salta del vehículo y se lanza en su persecución.
—¡Alto! —grita Jeremy.
Puck no se detiene, pero Jeremy le come terreno poco a poco. Puck gira hacia la derecha, esquivando un par de árboles. El agente salta sobre él y le derriba. Los dos caen al suelo y ruedan por el césped. Jeremy se coloca sobre el joven y le apresa los dos brazos, obligándole a ponerlos a la espalda. Se desengancha las esposas del cinturón y se las coloca en las muñecas mientras comienza a dictarle sus derechos.
Arthur llega hasta ellos caminando despacio. Jeremy ayuda a Puck a ponerse en pie, le registra los pantalones y saca una cartera negra con una calavera en un lateral. La abre y lee el carnet de identidad.
—Puck Wellington —dice, mirando a Arthur.
Arthur se acerca hasta quedar a unos centímetros del chico. Este escupe hacia un lado, desafiante.
—Puck Wellington —repite Arthur, saboreando cada sílaba—, quedas detenido como sospechoso del asesinato de Mary Ann Conway.
En ese momento, el rostro de Puck palidece y se gira rápidamente hacia Arthur, con la boca completamente abierta por la sorpresa.
—¿Qué?
Arthur mira a Jeremy. El joven agente resopla con resignación. Para ambos está claro que, o el chico es un perfecto mentiroso o acaba de enterarse de la muerte de Mary Ann.
—Oigan, no sé de qué están hablando, yo no he matado a nadie…
—¿Se puede saber por qué has salido corriendo? —pregunta Arthur, visiblemente disgustado.
—Joder, porque tengo un par de plantas de marihuana en mi terraza, y mis amigos siempre dicen que el olor hará que un día los vecinos lo denuncien y se me caerá el pelo, y creí que veníais por eso! ¡Tienen que creerme, yo no he matado a nadie, y menos a Mary Ann! ¡Ni siquiera sabía que estaba muerta! ¡Admitiré lo de las plantas, pero tenéis que creerme, tíos!
Arthur hace un gesto con la mano y Jeremy se acerca a la espalda del chico. Le suelta las esposas. Puck se agarra las muñecas doloridas y mira a los dos agentes, con el rostro surcado por la preocupación y el miedo.
—¿De qué conocías a Mary Ann?
—Me la presentaron hace un mes y medio, más o menos. Llevamos un mes saliendo.
—¿Cuándo fue la última vez que la viste o hablaste con ella?
—Que la vi, antes de ayer. Que hable con ella, ayer por la tarde. Me llamó cuando terminó sus clases y me dijo que se pasaría a verme al burguer. Queríamos dar un paseo, o algo…
—¿Y qué pasó? —Arthur mira al chico, esperando la respuesta que en realidad no quiere oír, la que les dejará de nuevo sin ninguna pista.
—No apareció.
—¿No apareció? —pregunta Jeremy, totalmente frustrado—. ¿Tu novia no aparece en el lugar de la cita y tú ni siquiera te preocupas?
Puck mira a Jeremy. Es evidente que el chico está asustado. Le tiemblan las manos.
—Yo… Tengo tres años más que Mary Ann. Ella es menor aún y sus padres no saben que estamos saliendo, ni siquiera saben que existo, porque Mary Ann decía que sus padres la matarían. Una vez tuve que salir corriendo porque vio el coche de su madre aparcado a cien metros de donde estábamos. Supuse que se había encontrado con ellos o algo así. Pero no que podría haberle… oh, Dios mío…
Puck pierde fuerza en las piernas. Jeremy evita que se caiga al agarrarle del brazo. Puck rompe a llorar.
—¿A qué hora hablaste con ella exactamente? ¿Lo recuerdas?
Puck mira a Arthur con los ojos llenos de lágrimas. A Arthur le resulta un poco violento ver llorar a un chico como ese, con su pelo teñido y su aspecto de tipo duro. Puck saca el móvil del bolsillo y aprieta un par de botones. Busca en llamadas recibidas.
—Las cinco y cuarenta y tres de la tarde —dice. Y después le enseña la pantalla a los dos agentes. El nombre que aparece junto a la hora es MaryAnnLove, así, todo junto.
—¿Te dijo dónde estaba?
—Hizo un comentario sobre el uniforme de las chicas de Miss Sandie —asegura Puck, recordando—. Así que debía estar ya en la avenida Wilson.
Miss Sandie es una escuela situada en la esquina entre Center Road y la avenida Wilson, a cuatro minutos andando del Burguer Henry’s. Arthur mira a Jeremy, consternado. Quien fuera el que se llevó a Mary Ann, lo hizo en medio de la avenida Wilson, a plena luz del día.
Arthur coloca un acusador dedo índice sobre el pecho de Puck.
—Lárgate, chico. Pero más te vale deshacerte de esas plantas de marihuana, porque el día menos pensado me pasaré a hacerte una visita y si siguen en tu terraza te juro por Dios que te meteré entre rejas. ¿Queda claro?
Puck asiente. Arthur le ve tragar saliva. Le extraña que el chico no se mee encima de miedo. Arthur mira su reloj. Son las doce menos cuarto.