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Abigail Jackson es una mujer muy delgada, tanto que al verla es imposible no pensar en palabras como anorexia o bulimia. Con veinticinco años de experiencia como profesora, Abigail está más que acostumbrada a trabajar con niños e identificar posibles problemas entre sus alumnos. Durante la siguiente media hora, Abigail habló absolutas maravillas sobre Mary Ann Conway, su excelente comportamiento en clase y su agradable y extrovertido carácter.

Jeremy mira su reloj. Son las diez y treinta y tres minutos.

—¿Podríamos hablar con las amigas más cercanas de Mary Ann?

Abigail busca con la mirada la confirmación del subdirector. Tom está de pie, en una esquina, y parece dudar.

—Cualquier cosa que hayan visto o sepan que nos ayude a reconstruir los últimos movimientos de Mary Ann, podría acercarnos a la solución de este caso —asegura Arthur.

Tom asiente, comprensivo. Aunque Arthur sabe que está nervioso por las posibles implicaciones y problemas que puedan derivarse de esa decisión. Seguramente, Tom se está preguntando si no debería haber un abogado presente.

—Llamaré a Helena Cruise y Tara Schwizer. Son las mejores amigas de Mary Ann.

Arthur asiente. Abigail sale del despacho. Arthur se masajea las sienes mientras esperan.

—Esto es horrible —asegura Tom Hill—. Que estas cosas ocurran…

Arthur resopla pero no responde. A fin de cuentas, el subdirector tiene toda la razón del mundo.

Y eso que no sabe ni la mitad de la historia.