1) Con diecinueve años, escribí una novela corta titulada «El cuarto jinete» que hacía referencia a un virus que convertía a la gente en psicópatas asesinos. Gente viva, nada de muertos vivientes. Era una historia violenta y con algunas de las imágenes más escabrosas que he escrito nunca, pero en general tenía una trama floja y demasiado simple. Acabó guardada en un cajón y supongo que no saldrá de ahí jamás.
2) Allá por el año dos mil, empecé a escribir una historia en la que los protagonistas eran dos tipos llamados Mark y Neville. Viajaban en un coche que no era un Kia Ceed y entraban a un pueblo que no se llamaba Castle Hill cruzando un túnel. La historia no tenía título y el archivo de ordenador se llamaba sencillamente «Mark y Neville». Los dos protagonistas encontraban un pueblo surcado por una niebla espesa, abandonado, muy en la línea de Silent Hill, y se encontraban con una niña perdida llamada Paula. A partir de ahí, la cosa derivaba en una trama que involucraba experimentos militares que habían dado lugar a la creación de unas criaturas mutantes que eran una mezcla entre Alien y Depredador. La parte en la que Harvey Deep deja escapar el virus es idéntica a la que puede leerse en la novela final, quitando pequeños detalles. Decidí recuperar el título de «El cuarto jinete» cuando retomé la escritura de «Mark y Neville», y transformé la historia en un infierno con zombies. Quitando la parte de Deep y la conversación referente a fotografiar nubes y coleccionar etiquetas de sujetador, el resto fue destruido y reescrito.
3) Castle Hill es una mezcla entre Castle Rock (el pueblo donde ha escrito varias de sus nvelas Stephen King) y Silent Hill (el horrible pueblo de los videojuegos).
4) Mark Gondry recibe su apellido del genial cineasta. Neville es un homenaje a Soy leyenda. Son las dos primeras referencias de la larga lista (muy, muy larga) que puebla ambas novelas.
5) Creo fervientemente que Survivor es el mejor programa de televisión de la historia. La versión original y americana, por supuesto. Existen múltiples referencias al programa ya en la primera novela (el apellido Probst, los nombres de Parvati y Sugar, así como el de Ozzy). Y son solo algunos, porque hay bastantes más. Queda clara mi pasión por dicho programa en El cuarto jinete: Armagedón, puesto que el personaje de Ace Hall está relacionado de forma explícita con el reality.
6) Half Moon Bay existe. San Mateo no. Dudo que Harrison Ford haya veraneado jamás en Half Moon Bay.
7) Una de las cosas que más me sorprendió cuando empezaron a llegarme mensajes de los lectores de El cuarto jinete fue el odio descarnado que la mayoría parecía sentir hacia Brad Blueman. La novela en sí está planteada sin villanos, más allá de los propios zombies, y siempre vi en Brad a un pelele egoísta y cobarde, pero nunca esperé esa reacción por parte de los lectores. A pesar de haber incluido villanos en la secuela, Brad sigue despertando unos odios atroces que me llaman la atención.
8) Para mí, el personaje de Verónica nunca tuvo peso más allá de ser «el personaje femenino que está muy buena pero que no es más que una secundaria». Creo que se labró una personalidad fuerte ella solita, sin que yo interviniera, y cuando quise darme cuenta, aun siendo secundaria, se había convertido en un personaje a no olvidar. De ahí que diera el salto a principal en El cuarto jinete: Armagedón.
9) Mientras escribía la segunda parte, tenía una libreta en la que iba apuntando los nombres de cada personaje que aparecía y lo iba incluyendo en una categoría: «Grupo Castle Hill A», «Grupo Castle Hill B», «Lambert y quien sea que se encuentre en su huida», «San Mateo», «Novato», «Casa Blanca», «Tipos que van a morir de forma salvaje que no pasan de extras».
10) La decisión más complicada que tuve que tomar a la hora de escribir El cuarto jinete: Armagedón, fue la de cortar las historias paralelas en un momento dado para seguir por un único camino. Sabía que eso podía suponer un riesgo, pero era mi manera de decir «eso es otra historia, porque el mundo está lleno de historias y solo algunas pueden ser contadas». Quería, además, que la recta final de la novela fuera un frenesí de acción y por tanto, que no hubiera cortes, idas y venidas y saltos en el tiempo. Quería que cuando empezara el desastre… fuera con el acelerador apretado hasta el fondo y sin frenar hasta el final.