Vivimos sobre normas establecidas y es muy difícil que el ser humano acepte los cambios. Pero en ocasiones, el cambio es ineludible, incluso, necesario. Por eso, los ritos de tránsito son universales en las sociedades humanas, marcan los hitos de la vida. Al enfocar el cambio —a menudo exagerándolo— se pretende facilitar la comprensión de los problemas que surjan de él. Quizá también se pretende que el individuo piense más en la forma, sustancia y significado de su nuevo papel social. Maduran el proceso en la maquinaria de la sociedad.

Tales ritos suceden en ocasiones especiales: nacimiento, muerte, matrimonio, etc. Las sociedades desconocidas pueden poseer similares períodos decisivos de modificaciones individuales. Estas ocasiones no precisan ser las mismas que las nuestras, pero, puesto que todo cambia en la vida, deben de existir de alguna forma. Y si de veras existen, estarán marcadas por los ritos de tránsito, para ayudar a la madurez individual y acomodarla a su nuevo estado.

Precisamente, el relato que sigue es un rito de tránsito, de cambio, reflexión y madurez.