CAPÍTULO V

BILL EN EL EJÉRCITO CONTRA
LOS INDIOS

Después de la guerra de la Independencia y de la civil, el hecho más saliente de la historia de Estados Unidos es la larga campaña realizada para detener las avanzadas de los indios del Oeste.

Éstos habían sido empujados de sus tierras natales poco a poco a medida que avanzaba hacia el oeste la civilización del Este, y se habían refugiado en lugares que el hombre blanco no se había aventurado todavía a reconocer: era en el llamado Gran Desierto Norteamericano y en las Montañas Rocosas. Vivían en numerosas tribus y se alimentaban de la caza y de la pesca. Y no sólo hostigaban a los blancos en cuanta oportunidad se les presentaba, sino que los buscaban incesantemente, acercándose como topos a las poblaciones y a los campamentos, o preparándoles emboscadas a las caravanas que se aventuraban a atravesar las dilatadas llanuras.

Sucesivos gobiernos se habían propuesto destinarles una región para colonizar en distintos puntos del país, dándoles útiles de labranza, semillas, caballos, bueyes, y todo lo que necesitaran para las faenas agrícolas o ganaderas. Estos sitios eran llamados «Reservas indias», algunas de las cuales todavía existen. Pero en esa época de Bill Cody que estamos narrando —es decir, entre los años 1870 y 1880— los indios estaban en estado demasiado primitivo para transacciones de ninguna clase y mucho menos para aceptar la tutela del Estado para formar colonias; querían vivir libremente y no querían saber nada de restricciones. No querían ser granjeros ni agricultores. Su vida era cazar, pescar y matar búfalos o venados, que era para lo que habían nacido. No podían ser como el hombre blanco ni querían serlo, y el resultado fue la lucha incesante que terminó con el exterminio de la gran mayoría de ellos y quebrando el espíritu de los que fueron sobreviviendo. La guerra entre el blanco y el indio no tuvo movimientos estratégicos y grandes batallas; fue toda de escaramuzas, encuentros aislados, emboscadas, guerrillas y combates individuales.

Famoso fue sin embargo el desastre ocurrido al ejército del general Custer, cuyas tropas fueron aniquiladas en un punto denominado «Little Big Horn». Fue esa, precisamente, la época en que Bill Cody hizo el mayor despliegue de habilidades luchando como scout en las campañas contra los indios y como conductor de los convoyes que la firma Russell, Majors y Waddell enviaba al otro lado del desierto. Las hazañas y las heroicidades de Bill Cody en esos días suman cientos.

El general Sheridan, al mando de las tropas enviadas a sofocar uno de los tantos levantamientos indios, lo puso al frente de la compañía de scouts, donde, al mismo tiempo que una brillante acción personal, Cody preparó con el más lisonjero de los éxitos a los soldados que deberían afrontar los golpes arteros de los indios sioux, que eran los más rebeldes e indomables de todas las tribus que poblaban el desierto. Data de esa época el sobrenombre de Buffalo Bill que le dio el pueblo y la posteridad y cuyo relato de la forma en que lo ganó es interesante hacer. Cody había sido siempre buen tirador, no sólo por la exacta puntería sino también por la rapidez de sus tiros. Su pericia en el manejo de las armas de fuego le había salvado la vida varias veces. Sabemos que cuando no tenía misión oficial que cumplir, su deporte favorito era el de la caza de búfalos, que realizaba a caballo, de una manera original por él ideada. Consistía en arrear la manada de búfalos a un sitio desde el cual se pudiera hacer fuego en cualquier dirección sin peligro de herir a nadie y valiéndose de la eximia puntería entrar a caballo en medio del rodeo de búfalos y comenzar a hacer fuego a cuanto animal alcanzara, tratando de dar en la única parte vulnerable del fuerte bovino, pues en las demás se le pueden meter cientos de balas sin que quede algo más que herido. Los hombres de la pradera estaban habituados a ver a Bill Cody hacer una carrera por entre una manada de búfalos y disparando a diestra y siniestra dejar tendidos unos diez o doce de ellos en pocos minutos. Pues volviendo a la forma en que se ganó el sobrenombre de Buffalo Bill, diremos que fue en campal justa de cazador de búfalos.

Había en la región un individuo llamado William Comstock que gozaba de bien ganada fama de matador de búfalos. Habiendo llegado a sus oídos lo que se decía de Cody sobre su eficacia como tal, le mandó decir que si quería mantener un desafío él estaba dispuesto a medir sus fuerzas. Se discutieron los términos de la apuesta y se estableció que el que matara en menos tiempo el mayor número de búfalos sería el vencedor y tendría derecho al título. El lugar elegido fue una pradera cercana a Sheridan, en Kansas, donde solían reunirse numerosas manadas atraídas por los buenos pastos. El día de la apuesta no faltó una sola persona que se hallara en condiciones de trasladarse al lugar en que se realizaría. Designados los jueces y todo listo para la contienda, hubo que esperar más de una hora para que se reuniera el número necesario de bestias. Cuando llegó el momento cada uno de los cazadores trabajó por su lado y con sus métodos. Cody, en el mismo tiempo, mató treinta y ocho contra veintitrés de Comstock y el espectáculo que ofrecían esos sesenta y un animal tendidos en la pradera, era digno de verse.

Era el mediodía y se ofreció un almuerzo, después del cual y tras un buen descanso, se reinició el original torneo. Ya no hubo lugar a dudas sobre quién recaería el título, pues Cody volvió a vencer matando dieciocho animales y Comstock sólo catorce. Desde ese día hasta el presente, nadie ha discutido a Bill Cody el nombre y título de Buffalo Bill.

Es poco menos que imposible relatar los mil episodios en que se vio envuelto Bill cuando llegó a ser designado coronel del ejército regular de Estados Unidos. Por sus conocimientos específicos se le puso al frente del arma de Scouts, en cuyo desempeño puso de manifiesto la imposibilidad de prescindir de dicha arma en la lucha en el desierto. Los entendidos, después de la eficacia del rendimiento que le hiciera dar Cody, opinaron que si el general Custer hubiera tenido en su ejército un regimiento de scouts, la masacre que lo aniquiló en Little Big Horn no se hubiera producido.

De paso vamos a narrar una anécdota de cuando fue juez de paz. Hacía muy poco tiempo que ejercía el cargo y no estaba muy acostumbrado a los formulismos que, bien nos imaginamos ya que no eran de su especialidad, cuando se le personó una pareja de enamorados que quería casarse. Bill leyó las palabras de rigor y al llegar al final, ante el asombro y la risa de los circunstantes dijo solemnemente:

—Lo que Dios y Buffalo Bill han unido nadie lo separe…

Durante los brillantes años en que trabajó como scout en las campañas contra los indios, el gran rastreador del Oeste se hallaba constantemente en apuros de dinero. Solía decir —y era rigurosa verdad— que no había nacido ni tenía condiciones para financiero. Cuando tenía dinero lo gastaba como un caballero, no importándole nada la cantidad que fuera. Cierta vez en que se encontraba en gran aprieto, se le ocurrió llevar al teatro, para representarlas él mismo, las costumbres de los llaneros. Presentó su idea a un conocido empresario de circo que la aceptó en el acto. El propio Cody escribió los puntos sobre los cuales un escritor desarrolló el argumento y los diálogos de la pantomima. La primera representación tuvo lugar en Rochester y cuando salió Bill al ruedo con dos amigos más, llaneros como él —pues el empresario quiso que para dar más realidad a la representación no tomaran parte en ella actores profesionales—, cuando apareció en escena Bill con sus amigos, decíamos, fue tal el nerviosismo que se apoderó de los tres, que se quedaron mudos ante el auditorio que llegó a impresionarse tanto como ellos mismos. El empresario, hombre habituado a estos percances de la emoción de los primerizos, viendo que la parálisis que había atacado a sus actores amenazaba con hacer terminar la representación de mala manera, se adelantó y comenzó a hacer preguntas a Bill sobre la vida en el desierto, a lo que nuestro hombre, ya serenado por la actitud del empresario, contestó sin tropiezos. A las preguntas siguieron las demostraciones prácticas sobre usos y costumbres de frontiersmen e indios. A medida que aumentaba el entusiasmo de Bill aumentaba el éxito del diálogo, en el que pronto tomaron parte los otros actores aficionados; y lo que empezó prometiendo ser el más estruendoso fracaso, terminó en un éxito clamoroso. Por cierto que de lo que se había escrito no figuró nada en toda la representación.

Pero no era precisamente eso lo que había ideado Bill, que pensó llevar a escena una cosa armónica, con varios personajes y argumento dramático. Al cabo de unos años hizo una reconstrucción de aquella primera representación contando esta vez con unos cuantos indios amigos y varios frontiersmen. Esta vez obtuvo un éxito normal, sucediéndose las representaciones durante cinco años en distintas épocas y por todas las ciudades y pueblos de Estados Unidos. The scout of the plains[23] era reclamada incesantemente desde todos los ámbitos del país. A veces, hallándose en gira por alguna comarca cercana a la frontera del Oeste, Cody recibía un pedido de socorro de algún piquete de tropas o de algún convoy a punto de ser atacado por los indios, y allá se iba el festejado primer actor abandonando a la troupe, que debía esperar su regreso para continuar las representaciones. Muchos de estos raids los hacía Cody acompañado de varios de los actores que representaban con él The scout of the plains y era curioso ver en tales casos a los hombres de la ficción en plena realidad.

Fue por estas circunstancias que se le ocurrió a Bill Cody mostrar la vida de la frontera en toda su amplitud y detalle. Para ello necesitaba aumentar el número de los componentes de su compañía y contratar indios de diversas tribus, montar convoyes, aldeas, y todo lo necesario para los trabajos del campo y de la lucha contra los indios; es decir, un circo de enormes proporciones. Así podría el pueblo de Estados Unidos comprender los sacrificios que habían hecho y hacían aún los hombres, mujeres y niños que poblaron la inmensa llanura central del país, conquistándola para la civilización y para siempre.