Lo único necesario para que triunfe el mal
es que los hombres buenos no hagan nada.
EDMUND BURKE
Esta frase, que forma parte de mi repertorio de cabecera vital, refleja el propósito de este libro. Un libro que profesa el noble arte de defender la preciada y preciosa lengua de Cervantes de las tropelías ortográficas, desafueros sintácticos y semánticos que cometen bellacos, felones e indolentes de toda laya y condición. Un libro que nace del dolor de observar cómo nuestro idioma se desangra por las reiteradas puñaladas que recibe, sobre todo de mano de jóvenes internautas, aunque también de afiladas plumas que, vestidas de doctas en la materia, apuntan a los órganos vitales de nuestra lengua. Y ello sucede, curiosamente, en un tiempo en el que el número de licenciados universitarios es el más alto de la historia y en el que la comunicación escrita (correo electrónico, whatsapp y redes sociales) está adquiriendo un protagonismo sin precedentes.
Así que durante nuestra guardia hemos dado caza a polizones lingüísticos, rescatado palabras moribundas al borde del precipicio del olvido léxico y desenmascarado otras que bien merecerían ser ejecutadas al amanecer. Y nos ha quedado tiempo para conocer el origen de algunas curiosidades o frases tan utilizadas como, por ejemplo, el coño de la Bernarda, ir de picos pardos o que lo haga Rita.
Dicho esto, no pretendemos abarcar todos los errores u horrores de la lengua española, pero sí evitar que ciertas incorrecciones, que se enredan en la lengua como la masa de harina se pega a las manos, permanezcan ensuciando nuestro discurso.
Esta obra, cimentada con rigor y fundamentalmente didáctica, se apoya en una redacción despejada de artificios, entretenida e irónica. Esta obra es el fruto de mi aversión, cincelada durante años, al sistemático mal uso del lenguaje. Animadversión que ha llegado a ser un tic, compartido por el excelente equipo de esta agencia, que ha colgado el cartel de «Se busca» para expresiones como: nexo de unión; en base a; o a nivel de… Y, para su desdicha, no cesan de detectarlas a diario en discursos, reuniones de trabajo y redacciones periodísticas. También compartimos un grupo de palabras fetiche y otras que nos cautivan, buena parte de ellas recogidas y reconocidas a lo largo de las siguientes páginas.
Aunque en el texto tratamos el idioma con el máximo respeto y seriedad, hemos lanzado un grito con el que hacernos oír en las redes sociales. Un chillido que toma forma de exabrupto al utilizar la palabra cagada en nuestro irreverente título, Las 101 cagadas del español, para que actúe como resorte de nuestro templado subtítulo, Reaprende nuestro idioma y descubre algunas curiosidades.
He de reconocer que la conveniencia de elevar a rango de título un vocablo tan poco elegante —y que a algunos de nuestros distinguidos clientes del Ibex 35 se les puede antojar zafio— provocó un intenso debate entre los coautores del libro, sobre todo, en su calidad de conocedores del modus operandi de las redes sociales, en las que buena parte de lo que digas puede ser utilizado en tu contra. Pero decidimos asumir el riesgo ante esta palabra llamativa, elocuente, inofensiva y tan de la calle que, sin duda alguna, atrapará la atención de nuestros potenciales y anhelados lectores.
Vaya por adelantado que es más que posible que alguna de nuestras entradas alguna cagada incluya. Como ya antes la cagaron Lope de Vega o Umbral, usando espúreo por espurio en sus brillantes escritos; y también Torrente Ballester o el mismo Delibes, reconocidos leístas. Nada de ello restó ni un ápice de belleza a sus textos o mermó sus preciadas contribuciones a nuestra cultura. Si hasta el propio Lázaro Carreter admitió haber cometido algún error, cómo osaremos nosotros, cual fatuos eruditos, escapar del yerro humano.
Y ya entrados en confesiones, he de admitir que no solo mostré reparos con el ocurrente título del libro, también al referirnos en la obra al español, en vez de optar por el castellano. Pero la RAE tomó partido por nosotros. El español es el idioma con el que se comunican 500 millones de personas en el mundo, y nuestra defensa de esta preciosa y preciada lengua no se refiere solo a los 45 millones de habitantes de España. El español que se habla fuera de España también está presente en nuestro libro a través de palabras de uso frecuente en, por ejemplo, México o Argentina.
Nunca el lenguaje debería servir como ladrillo con el que erigir los muros de la intolerancia que nos separa, sino como amalgama que nos une. Y en este punto no hubo duda alguna: quise que este libro no estuviera escrito solo por mí, sino que fuera una obra colectiva, con diferentes registros y distintos orígenes; un grupo heterogéneo, pero unido por la elección de una profesión que tiene en nuestra lengua su principal herramienta de trabajo.
Un equipo que, ya hace casi dos años, comenzó con la publicación en Facebook de algunas entradas de ReAprendeEspañol, germen de lo que hoy es este libro. Fue precisamente la magnífica repercusión que tuvimos en las redes sociales y el aplauso general al tono distendido en el que estaban escritas lo que nos animó a dar a luz a este, ampliado y mejorado, digno heredero.
Para la elaboración de estos textos hemos bebido de muchas y variadas fuentes, pero no solo de sesuda bibliografía ha vivido nuestra amada obra. Os dejo con algunos de los ingredientes básicos que alimentaron la escritura de estas páginas:
Muchísimas horas —mejor no contarlas— de intenso trabajo, acompañadas de relajadas charlas, profundas disertaciones, muchas risas y hasta sueños recurrentes con el libro. Y, sobre todo, toneladas de pasión e ilusión.
Si solo disfrutas leyéndolo un 0,5% de lo que nosotros hemos disfrutado escribiéndolo, nos sentiremos muy satisfechos. Si dejas de cometer, al menos, cinco errores en los que sueles caer, nuestra dicha será completa.
María Irazusta
Socia directora de Irazusta Comunicación