Chulapismos

ay un habla propia de Madrid, tan de Madrid como la tradicional parpusa (gorra de los chulapos), que no es otra cosa que un maridaje de jerga y argot aderezado con caló. Pirao (loco), gayumbos (calzoncillos), chupa (cazadora), peluco (reloj) o buga (coche) son algunos de los términos que los madrileños utilizaban ya a finales del siglo XIX —época a la que se remonta el origen del castizo—, y que hoy están más a la orden del día que nunca. A pesar de su edad suenan de maravilla, porque al final lo auténtico siempre gusta y, si es de buena casta, mucho más.

Seguro que todo madrileño de más de una generación recuerda a su padre o a su abuelo diciendo, cuando se iban a acostar, que se iban a sobar, a la piltra, al sobre o al pulguero. Quizá los haya oído referirse a los zapatos como calcos, o quejarse de que les han puesto jamón de mono al ver unos cacahuetes; a lo mejor han visto cómo se fumaban un pito, y cómo hablaban del parné en lugar de dinero. Las beatas (pesetas) se perdieron con la llegada del euro, pero quién no ha dicho en plena crisis que anda mal de pasta, sea madrileño o no pues, al fin y al cabo, se nota que Madrid es la capital del reino.

Madrid da tanto como recibe, porque hasta su baile tradicional, el chotis, viene de Escocia (schottisch).

Antes de aligerar por la verdú (pirarnos o irnos): «¡Viva Madriz!». Viva el Madrid chachi y castizo, el chotis, los mendas y las gachís, y… ¡Viva san Isidro Labrador!