La arroba que nos roba el género

ste signo (), situado en su contexto, significa mucho para un músico. Este otro (∞) también tiene un valor dentro de una expresión matemática. Lo mismo ocurre con (Σ), (√) o (Π), pero cualquiera de estos símbolos, colocados en medio de una palabra, carecen de sentido.

Parafraseando a la RAE, para evitar las tediosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costumbre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos, se ha puesto de moda usar el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para intentar expresar en una sola palabra el masculino y el femenino de un sustantivo o de un adjetivo. Es algo que no se debe escribir, porque «debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo».

La función de la escritura, que es muy posterior a la creación de la lengua, es representar el lenguaje hablado. Dicho de otro modo: si no puede pronunciarse, no se puede escribir. Intentemos pronunciar ciudadan@s… Si lo que queremos decir es ‘ciudadanos y ciudadanas’, escribamos precisamente eso, que puede ser pronunciado. Si queremos reducir esas dos palabras a una sola, entonces usemos ciudadanos, que significa, precisamente, ‘ciudadanos y ciudadanas’. El género es una categoría gramatical, y el asunto ya está resuelto. El sexo y sus problemas son otra cosa.