El leísmo y el laísmo que tanto sufrimos

l leísmo, por un lado, y el laísmo, por otro, son dos caras de una misma moneda. El primero consiste en usar el pronombre le —y su plural les— en posición de complemento directo (A los niños les llevé al parque). El laísmo consiste en lo opuesto, es decir, en usar el pronombre la —y su plural las— en posición de complemento indirecto (Vi a su hermana y la dije un piropo).

El error que nos conduce tanto al uno como al otro es creer que es el género lo que determina el pronombre que se debe; es decir, pensar que para ella hay que utilizar el la/s, que para él hay que utilizar el le/s, y que para las cosas hay que utilizar el lo/s. Gran equívoco, que ya comenzó en Castilla durante la Edad Media y que perdura en algunas zonas del centro de España, como Madrid.

Para no confundirnos solo hay que hacer las preguntas correctas: ¿es complemento directo? o, dicho de otro modo, ¿si ponemos la oración en pasiva, aquello a lo que sustituye el pronombre pasa a ser sujeto? Si la respuesta es sí, es complemento directo y hay que usar lo/s, la/s. Si la respuesta es no, es complemento indirecto y hay que usar le/s.

Primera oración puesta en pasiva: Los niños (sujeto) fueron llevados al parque por mí. Como el pronombre les se refiere a los niños, en la oración anterior es complemento directo (CD), luego: A los niños los (CD) llevé al parque.

Segunda oración puesta en pasiva: Un piropo (sujeto) fue dicho por mí a su hermana. El pronombre la no sustituye a un piropo, sino a su hermana, que es el complemento indirecto en las dos oraciones, tanto activa como pasiva, luego: Vi a su hermana y le (CI) dije un piropo (CD).

Probamos con otro ejemplo solo aparentemente complicado: La dije que cogiera a los niños, que les llevara al parque y que los comprara unos caramelos. La di dinero y la dije que les trajera a la hora de comer. La estoy tan agradecida de que me les traiga tan relajados que la regalaré algo.

A continuación, podemos comprobar los modos correctos: Le (CI) dije que cogiera a los niños, que los (CD) llevara al parque y que les (CI) comprara unos caramelos (CD). Le (CI) di dinero (CD) y le (CI) dije que los (CD) trajera a la hora de comer. Le (CI) estoy tan agradecida de que me los (CD) traiga tan relajados que le (CI) regalaré algo (CD).

Y vamos con algunos ejemplos dedicados a los hablantes laístas. Nunca jamás puedes decir dila, ni hazla, ni dala cuando te refieres a una mujer, porque en estos casos siempre actúa como complemento indirecto; sin embargo, sí debes decir llámala (a ella), porque actúa como complemento directo.

Los leístas, sin embargo, están de suerte, ya que debido a lo extendido de su uso, incluso en escritores de prestigio, se admite el uso de le en lugar de lo cuando el referente es una persona de sexo masculino: «Tu padre no era feliz. […] Nunca le vi alegre» (T. Ballester, Filomeno [Esp. 1988]).