i eres de los que no pueden evitar poner la preposición de delante de cada que con el que te encuentras, padeces dequeísmo. Es un mal muy común que, a pesar de estar falsamente asociado a un nivel cultural bajo, tiene una explicación bastante convincente: es un cambio repentino en la frase que se forma al cruzarse un complemento directo y una oración subordinada. Por ejemplo: Pensó de (eso) que era lo mejor.
Eres dequeísta si te preocupa de que llueva, has soñado de que volabas alguna vez o has oído de que Alicia no vivía en aquel país, entre otros muchos ejemplos.
Si, por el contrario, el de te sobra siempre que construyes una frase donde se une con que, padeces de queísmo o dequefobia. Básicamente, consiste en no utilizar la preposición de cuando es necesaria, por miedo a caer en el dequeísmo: Me alegro (…) que vinieras.
Estos dos males comparten remedio: preguntar. Convierte tu duda en pregunta. Si la pregunta empieza por de, el verbo de la respuesta también irá acompañado de esta preposición. Vamos con el ejemplo: Me da rabia, porque no te das cuenta (de) que es un engaño. ¿De qué no te das cuentas? De que es un engaño.
Está comprobado que el truco es bastante efectivo, pero hay algunos verbos muy hábiles con los que es más difícil acertar. Es el caso de advertir, avisar, cuidar, dudar e informar, que pueden llevar de o no y que, además, varían su significado según lleven o no la preposición: El ladrón advirtió que venía la policía; Te advierto de que como hagas ruido, va a venir la policía.
No nos queda la menor duda de que, si sigues la prescripción, estarás a salvo de estos dos virus gramaticales.