La dama y el vagamundo

ncreíble, pero cierto: almóndiga, asín, setiembre o madalena, entre otros muchos, son términos aceptados por el guardián de nuestra lengua. Puede tratarse de una evolución del idioma o de una degeneración del lenguaje, depende del prisma con el que se mire; nosotros lo consideramos una aberración en la mayoría de los casos, exceptuando el de vagamundo, uno de los pocos vulgarismos que salvaríamos de la quema.

El vulgarismo vagamundo, extendido especialmente en el siglo XIV, suena casi mejor que la palabra bien dicha, vagabundo. Vagamundo es más elegante, más viajero, más aventurero y evocador.

Por una vez el vulgo acertó errando, pero Disney no lo supo aprovechar: Golfo habría ganado mucho si en vez de vagabundo hubiese sido calificado de vagamundo. ¿Vagabundear?… Vagamundear, ¡dónde va a parar!