Errores u horrores aceptados

ay una cantidad abundosa de personas que se molestan si los quiero interromper cuando escuchan la música del harpa para zabullirse en la noche y combatir la soñolencia. Yo prefiero pasear por la hacera de mi calle como un somnánbulo para ver la rosalera, los árboles de hoja perene y al réptil que pone mirada de harpía cuando trepa por su tronco a punto de podrirse, aunque sea prolífero en hojas. A la vuelta del paseo me encanta tomarme un vermú o un güisqui con un amigo travestí, al que me gusta rencontrar, y que dice que soy un hippie porque fumo mariguana.

Es cuestión de gustos; sin querer ser pretensioso afirmo lo ovio: que hay palabras que tienen el don de la ubiquidad y les gusta estar aquí y allá, ser escritas de diferentes maneras, sin que eso signifique vapular ni trasgredir la gramática.

Por muy sorprendente que resulte, las palabras señaladas en negrita en el texto son algunos de los horrores, que no errores, que están aceptados por la RAE que, a nuestro juicio, llega demasiado lejos en su empeño de evitar ser elitista y recoge verdaderas «joyitas» del lenguaje justificándose en el uso que de ellas se hace.