ervantes era partidario de las palabras «claras, llanas y significantes»; sin embargo, cuando leemos El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha muchas de sus palabras nos suenan a chino.
Non fuyades, no huyas; adarga, lanza; o rocín, caballo, y muchas más joyas de la vieja lengua se han perdido por el camino. Otras, al menos, han conservado su raíz, como holgar, que en el lenguaje cervantino venía a ser ‘descansar’ y ahora mantiene su raíz en una palabra tan actual como holgazán.
Por suerte, en muchas regiones de España y muchos países de habla hispana algunas aún perduran. Como el caso de gurriatos (gorriones), el escondelite (el escondite de los niños de algunos pueblos), desmedrado (desmejorado, enflaquecido), domeñar (dominar) o mostrenco (ignorante o persona gorda y pesada).
Algunas de esas palabras, aunque en desuso, siguen siendo reconocibles. Todos sabemos qué es una alcoba, una cómoda o una fresquera, pero están abocadas a entrar en la rueda del olvido. Hoy, las conocemos. Mañana, la RAE dirá.
Para nuestras futuras necesidades de comunicación tal vez convenga revolver en el cajón de las palabras de antier (anteayer) o trasantier (trasanteayer, ‘el día anterior al de anteayer’) y rescatar algún que otro tesoro.