unca digas De este agua no beberé, porque además de arriesgado es incorrecto. En cambio sí puedes decir: El agua que no has de beber, déjala correr. Este extraño fenómeno de travestismo tiene una explicación: los sustantivos femeninos que van precedidos de un determinante masculino (el agua, el arma…) cumplen dos requisitos: comienzan por a y el acento recae sobre la primera sílaba. O dicho de otra forma: la razón es evitar la unión de dos vocales idénticas y ambas tónicas: [láágua], [láárma], algo que no ocurre, por ejemplo, con la arena o la alarma.
La teoría se complica cuando queremos emplear otro determinante, ya que la regla solo se aplica a el, un, algún o ningún —porque en latín eran femeninos—, excluyendo a todos los demás, como este, ese o aquel. Bebemos el agua, pero no cualquiera; solo esta, esa o aquella agua.
A esta curiosa excepción se suman otras limitaciones:
Cuidado con estos sustantivos travestidos que son capaces de cambiar hasta el refranero.