—Tienes un poco de fiebre —dijo mamá—, pero te pondrás bien.

—La fiebre del pantano —murmuré con debilidad. Miré a mamá e intenté fijar la vista porque le veía la cara borrosa, iluminada por la luz tenue. Tardé un rato en darme cuenta de que estaba en mi habitación—. ¿Cómo... cómo he llegado hasta aquí? —tartamudeé.

—El ermitaño te ha encontrado en el pantano y te ha traído a casa —dijo mamá.

—¿De verdad? —Traté de incorporarme, pero me dolía el hombro. Me di cuenta entonces con sorpresa de que estaba fuertemente vendado.

—El... el hombre lobo... Will... me ha mordido —dije mientras tragaba saliva con dificultad. La cara de papá se iluminó.

—¿Qué estás diciendo, Grady? ¿Por qué sigues obsesionado con lo del hombre lobo?

Me levanté un poco y les conté toda la historia. Escucharon en silencio, mirándose de vez en cuando mientras hablaba.

—Will es un hombre lobo —concluí—. Con la luna llena se ha transformado en un lobo y...

—Voy a investigarlo ahora mismo —dijo papá, mirándome con atención—. Tu historia es una locura Grady, una locura. Tal vez es la fiebre, no lo sé, pero ahora mismo voy a casa de tu amigo para saber qué pasa.

—Papá... ten cuidado —le dije—. Ten cuidado.

Al poco rato papá volvió con expresión de desconcierto. Yo estaba sentado en el salón. Me sentía mejor y tenía un gran bol de palomitas de maíz sobre las rodillas.

—No hay nadie allí —dijo papá, rascándose la cabeza.

—¿Eh, qué quieres decir? —preguntó mamá.

—La casa está vacía —nos comentó papá—. Desierta. ¡Parece como si nadie hubiera vivido allí durante meses!

—¡Uau, Grady! ¡La verdad es que tienes amigos muy extraños! —exclamó Emily, abriendo los ojos de par en par.

—No logro entenderlo —dijo papá, meneando la cabeza.

Yo tampoco, pero no me importaba. Will se había ido, el hombre lobo se había ido para siempre.

—Entonces, ¿puedo quedarme con Lobo? —le pregunté a papá. Me levanté de la silla y crucé la habitación para acercarme a él—. Lobo me ha salvado la vida. ¿Puedo quedármelo?

Papá me miró pensativo pero no dijo nada.

—El ermitaño del pantano nos ha dicho que vio cómo el perro perseguía algún animal para alejarlo de Grady —dijo mamá.

—Probablemente era una ardilla —bromeó Emily.

—Emily, déjame en paz —me quejé—. Lobo me ha salvado la vida de verdad —les dije.

—Bueno, puedes quedarte con él —dijo papá no demasiado convencido.

—¡¡Bien!! —Le di las gracias y me fui lleno de alegría al jardín para darle un gran abrazo a Lobo.

Todo eso pasó hace casi un mes. Desde entonces, Lobo y yo hemos pasado unos ratos maravillosos explorando el pantano. He llegado a conocer cada centímetro del pantano de la Fiebre, es como mi segunda vivienda.

A veces Lobo y yo dejamos que Cassie venga a explorar con nosotros. Es divertida, aunque siempre está al acecho de hombres lobo. La verdad es que me gustaría que dejara el asunto.

Ahora estoy de pie junto a la ventana de mi habitación y miro la luna llena que asciende sobre los árboles lejanos. Es la primera luna llena en un mes, y me hace pensar en Will. Puede que Will se haya ido, pero ha cambiado mi vida. Nunca lo olvidaré.

Siento cómo me crecen pelos en la cara. Noto cómo se transforman la boca y la nariz en un hocico, y me crecen y sobresalen los colmillos de los labios oscuros.

Sí, cuando Will me mordió, me pasó la maldición. Pero no me importa, no estoy preocupado. Lo que quiero decir es que con Will fuera de juego, el pantano es ahora mío. ¡Todo mío!

Ahora estoy saliendo por la ventana. Lobo me espera impaciente por explorar el pantano.

Me dejo caer a cuatro patas en la hierba con facilidad. Levanto la cara cubierta de pelo a la luna y suelto un aullido largo de alegría.

—Vamos, Lobo, vamos al pantano de la Fiebre. Estoy preparado para cazar.