Mientras la luz amarilla de la luna llena lo iluminaba todo, miré la cara del hombre lobo cuando me inmovilizaba en el suelo. Los ojos negros me miraban fijamente desde una cara humana, una cara humana cubierta de pelos de lobo. Aullaba enfurecido, y su hocico de animal estaba completamente abierto y mostraba dos relucientes hileras de colmillos de lobo.
«¡Es un lobo humano! —pensé horrorizado—. ¡Un hombre lobo!»
—¡Apártate! —chillé—. ¡Apártate de mí, Will!
Era Will. El hombre lobo era Will. A pesar de la piel de lobo densa y apelmazada, reconocí los rasgos oscuros, los ojos pequeños de color negro y el cuello robusto y corto.
—¡Will...! —grité.
Luché para desembarazarme de él, para tratar de liberar el cuerpo de su abrazo, pero era demasiado poderoso y no podía moverme.
—¡Will... suéltame!
Levantó hacia la luna la cara cubierta de pelo y lanzó un aullido animal. Después, mientras gruñía enfurecido, bajó la cabeza de bestia y me hundió los colmillos en el hombro. Solté un grito de dolor. Los ojos se me llenaron de destellos rojos y cegadores.
Luché a ciegas con manos y pies para liberarme, pero él tenía la fuerza de un animal y era mucho más fuerte que yo... más fuerte...
Los destellos rojos se oscurecieron hasta volverse negros. Todo se difuminaba a mi alrededor hasta volverse negro. Sentía que me hundía, que me sumergía en un túnel oscuro. Me hundía para siempre en la profunda oscuridad sin fin.
Un fuerte gruñido me devolvió el conocimiento. Miré desconcertado hacia arriba y vi que Lobo se arrojaba sobre Will. Éste soltó un aullido furioso y se giró para luchar contra el perro.
Observé con atónita incredulidad cómo peleaban, cómo se mordían, se clavaban las garras, cómo gruñían, resoplaban y rugían.
—Will... Will, eras tú... todo el tiempo eras tú... —murmuré mientras trataba de ponerme en pie.
Me agarré al tronco de un árbol. El suelo parecía deslizarse bajo mis pies. Las dos criaturas continuaban luchando, aullando y gruñendo mientras se clavaban las garras, peleando sobre el terreno pantanoso.
—Sabía que no era Lobo —dije entre dientes—. Sabía...
Y entonces un grito ensordecedor me dejó aterrorizado y caí de rodillas. Miré hacia arriba a tiempo de ver a Will, que huía corriendo a cuatro patas por las cañas altas. Lobo lo seguía de cerca y le mordía las patas de atrás mientras corría, le saltaba encima, le hincaba los dientes y le arañaba.
Después Will soltó otro grito de dolor, un grito de derrota. Cuando el angustioso grito se apagó, me hundí en la oscuridad de las tinieblas.