O
AMANECER MATUTINO
¡Ya viene el día…!
¡Ya viene, madre!
¡Mírale por donde viene!
¡Mírale por donde sale!
Cucha cómo canta el gallo,
cucha el pregón del alcalde:
«¡¡¡Esta noche, a las diez treinta,
habrá discurso de Suárez…!!!»
La campana de la iglesia
está llamando a los «fiales»
para que acudan a misa
y confiesen sus pecares.
Don Ernesto, el cura loco,
ya se ha puesto los talares,
y el monaguillo se quita
legañas de los ojales.
¡Ya viene el día…!
¡Ya viene, madre!
Ya se asoma en calzoncillos
a su balcón, el alcalde.
¡Qué tripa tan gorda tiene!
¡Qué tripa tan gorda, madre!
La gente dice y murmura…
pero yo creo que es aire.
Don Gaudencio, el boticario
va a abrir la farmacia, y antes,
antes de entrar, ya va haciendo
las pildoritas nasales.
El maestro, don Pascual,
espera a los colegiales
a la puerta de la escuela.
¡Ya se acercan los chavales!
—¡Buenos días don Pascual
y Martínez de Perales!
—Escolásticos queridos,
bienvenidos a la clase.
—Don Pascual, ¿por qué se pone
la mano en los espaldares?
—Se me ha roto el pantalón…
y llevo el culillo al aire.
¡Mira qué pena da verle!
¡Mira qué culillo, madre!
Regálele uno de pana
de nuestro difunto padre.
¿No ves cómo está temblando,
porque le penetra el aire…?
Y la madre, anestesiada
por los hedores pedales,
la contesta: —Hija querida,
no es que penetra, ¡es que sale!
¡Ya viene el día…!
¡Ya está la calle
impregnada de perfumes
de jazmines y azahares!
—Es obra de don Pascual.
—¡Qué bien obra, santa madre!