CANTO A LA PERNOCTA

Ahora que estoy en calzoncillos,

en camiseta y con los pies desnudos,

quiero escribir, entre los ruidos

de la noche, mudos,

mi canto a la pernocta:

Alto y con gafas en la cara,

con dedos en los pies y hasta en las manos;

con amor en el pecho y en la espalda;

con estílicos codos en los brazos.

Llevo amor en el corazón, clavado.

Sólo en un corazón —pues que soy uno—

porque en mi cuerpo sólo hay dos piernas…

Luego soy una persona sola

y no seis, ni ocho ni doscientas.

Sopla el viento y llora el aguacero…

Así mi amor va resoplando el aire,

a así mi amor, se va quedando a solas

fundiendo los mis huesos con mis carnes.

En todo aquesto yo soy placentero,

pues tengo una cabeza sólo

y me basto para mí con un sombrero.

Tengo dos brazos, luego tengo dos mangas.

Tengo dos piernas, luego tengo dos nalgas.

Pero un cuerpo solo y ¡qué curioso!

¿Somos uno, dos, tres, cuatro o doce?

En cada cuerpo ¿Cuántos cuerpos hay?

¿Hay quince? Puede.

Pero en este silencio, un beso dijo: ¡muay!