Yo no puedo decir que haya nacido antes que otras personas, pues esto sería un embuste y una inmodestia intolerable. Yo he nacido como todo el mundo, en Valencia en el año 1926 (D. de J.C. y antes de J.L. Coll).
Nada más nacer empecé a escribir en las paredes del colegio, pues en aquellos tiempos todavía no existían las pizarras. Yo fui el precursor de las famosas «pintadas». Más tarde, a eso de las diez y media, me copiarían algunos desaprensivos, tales como Velázquez, Goya, Greco (El), Zurbarán y Julián. (Este último menos conocido). Estudié en los PP. Escolapios, a trozos, el Bachillerato (quince o veinte cursos escasos). Pero aquella profesión no me agradaba.
Mis padres se empeñaron en que pusiera una casa de huéspedes de Játiva. Pero como mi verdadera vocación era el Teatro, ingresé en la Escuela de Artes y Oficios de los Salesianos, donde resistí dos cursos de ebanistería. Una vez agotada toda la madera, comencé mis preparativos para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, acudiendo al Museo de Reproducciones Artísticas (para los íntimos «El Casón»), sito en la calle Alfonso XIII, pariente éste de nuestro hoy rey Juan Carlos. Allí anduve garabateando en rollos de «papel continuo» intentando copiar estatuas, tales como la Venus de Milo, la de Médicci, etcétera (cosa inexplicable ésta, ya que en aquellos tiempos de la implacable censura, ya estaban completamente desnudas. Otro de los errores de Franco). Pero como mi verdadera vocación era el Teatro, ingresé en la Escuela de Cerámica de La Moncloa, más conocida por «La Tinaja», y allí zascandileé durante otros dos años, practicando la cerámica, el vaciado, los hornos, el dibujo y, sobre todo, el modelado, pues la escultura es lo que más me gustaba. Pero como mi verdadera vocación era el Teatro, me fui a él con verdadera ilusión. En el María Guerrero, en 1944, entré como meritorio. En 1945 me contrató Ana maría Noé, con un sueldo de 30 pesetas diarias. Como este sueldo no daba apenas para comer, me quedaba tiempo suficiente para escribir versos y extraños diálogos en mis horas de ayuno obligatorio. Pero como mi verdadera vocación era el Teatro, en 1946 entré en Radio Madrid, como actor y colaborador con aquellos grandes humoristas «POTOTO Y BOLICHE», creando un personaje llamado Don Poeto Primavero de la quintilla. En Radio Madrid, entre otros fermosos y queridos amigos, conocí a ese genio llamado Joaquín Portillo, que poco después, y durante catorce años, fue mi compañero inseparable en la pareja TIP Y TOP.
Pero como mi verdadera vocación era el Teatro, volvía a él y también al Cine, y como aquel día ponían una película que no me gustaba, me salí y me fui a merendar a casa de unos amigos que no conocía de nada. Y allí fue donde conocí a José Luis Coll, que tampoco lo conocía y él a su vez tampoco conocía a los otros. Gracias a que la encargada de los lavabos era una señora muy amable y me dijo: «Este es un señor de Cuenca». Y así empezó todo el dislate. Allá por los años de mil novecientos y sesenta y pico, empezamos a colaborar como locos, tanto en Radio, Teatro (que esa ha sido siempre mi verdadera vocación), Prensa, Cine, Libros, Salas de Fiestas, Bares, Tabernas, parques Zoológicos, Casas Regionales, Piscinas, Herbolarios y Casas de Baños. ¡Ah! T.V. también hemos hecho algunas veces, pero ahora ya no.
Pero mi verdadera vocación… Perdonen: me voy a acostar, porque tengo mucho sueño.
¡Buenas noches!
LUIS SÁNCHEZ POLACK