Por supuesto no era Celya, pero el parecido me sorprendió. Estaba de pie en medio de la puerta abierta, tenía la misma cara rubia de Celya y el pelo de color platino. Tenía la misma línea de expresión fluida cuando nos miró de forma desconcertante a Ram y después a mí.
—Tenía una hermana que se llamaba Celya. —Tenía la voz de su hermana—. Creo que murió a causa de la pandemia. Soy Delya Crail. —Volvió a mirar con dureza a Ram—. ¿Conocías a Celya?
Ram asintió y tomó una inspiración para hablar, pero ella se había dado la vuelta, mirando sorprendida el vehículo y el robot que estaba esperándonos en la puerta, el sol brillaba en sus mil caras lisas.
—¿Qué…? —Respiró entrecortadamente y volvió a mirarme a mí—. ¿Qué es eso?
—Nuestro vehículo —dije.
—¿Vehículo? —Me miró de nuevo—. ¿Vinisteis aquí en eso? —Negó con la cabeza y se volvió para mirarme con un gesto de desafío—. ¿Quiénes sois? ¿De dónde venís?
—De fuera de este planeta.
Se quedó boquiabierta, incrédula, y yo intenté contarle nuestra historia. Sus ojos azul grisáceo se entrecerraron mientras yo hablaba. Sus expresiones cambiaron del desdén al miedo. Se apartó de mí. Pensé por un momento que estaba a punto de volver adentro y cerrar la puerta. Pero en ese momento volvió a mirar al vehículo y al robot inmóvil en lugar de a nosotros.
—Celya me escribió. —Hablaba lentamente, frunciendo el ceño mientras miraba a Ram y después a mí—. Me hablaba sobre dos extraños que contaban una historia ridícula de que venían del cielo. Un mago blanco y uno negro que decía que era hijo del dios negro Anak.
—No. —La protesta de Ram fue un murmullo ronco—. No es así.
Con los labios bien cerrados se apartó de nosotros.
—Eso eran historias sobre ellos antes de que los barcos dejaran de venir. —Hacía como que no le escuchaba—. Historias que incitaron la rebelión de los esclavos. Que habían sido la causa de la pandemia. —Su tono se volvió más duro—. ¡Mataron a mi hermana!
Fulminándonos con la mirada, se quitó un mechón de ese pelo rubio de la frente. Vi una marca que escondía. Una pequeña mancha, una peca dorada que tenía la forma de la corona de los mundos. Ram contuvo el aliento y se quedó mirándola.
—¡Por favor! —Le suplicó—. No conoces los hechos. Si nos dejaras explicarnos…
—No sé quiénes sois. —Su voz se tornó dura—. No quiero saberlo.
Volvió a entrar en la casa y nos dio con la puerta en las narices. Ram retrocedió hasta el vehículo con seriedad. Yo le seguí. El robot dio un paso a un lado para que subiéramos, pero Ram se paró afuera y me miró. Parecía confundido, no estaba seguro de nada.
—¿Has visto la marca?
—La he visto —dije—. No sé lo qué hacer.
Volvió la vista hacia la casa y su expresión se endureció.
—Yo… —Contuvo el aliento—. No quiero ser supersticioso, pero no me gusta lo que no entiendo. ¿Te acuerdas del mito? Sheko asesinó a Anak. Has visto que esta mujer me odia. No quiero que me ocurra lo mismo a mí. Vayámonos de este planeta ahora que podemos.
Tenía ganas de volver a la Tierra, pero allí no veía ningún futuro para él. Y aquí estaba la hermana de Celya, que era casi un doble suyo, ¡y con una marca de nacimiento que era casi idéntica a la suya! Eso me impactó tanto como a él, pero yo intentaba encontrar algo de lógica.
—No te apresures —le dije—, vamos a pensar un minuto en ello. Lupe me habló sobre la marca de nacimiento en el hospital. Ella y Derek han encontrado un patrón razonable.
—¿Razonable? —Parecía que temblaba—. Es demasiado… demasiado asombroso.
—Eso me parece a mí —dije—. Pero nada es asombroso para Derek y Lupe. Con la ayuda de Kenleth, han empezado a descodificar trozos de la historia omega. No es mucho, pero es lo suficiente para que piensen en las marcas.
—¿Y? —pestañeó, estaba dudoso.
—Esto es lo que piensan —dije— los ingenieros omegas deben de haber creado varias especies humanas que conservarían algo de ellas mismas. En ocasiones no consiguieron el equilibrio adecuado de rasgos omegas y prehumanos. Lupe cree que estaban probando versiones distintas de los diferentes planetas. Deben de haber tardado un tiempo. Cree que murieron en medio de las pruebas, mientras todavía duraba esa terrible guerra. El trabajo no se había terminado. La gente que hemos encontrado aquí son algunos de los supervivientes. Igual que estamos nosotros en la Tierra, dijo, dejados allí para conseguir ser lo mejor de nosotros mismos.
—Podría ser. —Se encogió de hombros, pero todavía tenía aspecto de tener miedo—. Pero ¿y que hay de las marcas? De los dioses de Hotlan, de mi Mamita, la mía y la de Delya Crail. Las marcas de nacimiento no son hereditarias. —Puso cara rara—. No me gusta.
—Lupe dijo que Derek tiene una idea. Cree que las marcas de nacimiento eran marcadores genéticos, cuyo fin era identificar una de las razas experimentales. No hay forma de saberlo, pero a mí eso me parece probable.
—A mí no —murmuró.
Kenleth había estado mirando desde la puerta del vehículo.
—¿Podemos continuar para ver la Tierra? —dijo—. El robot dice que es hora de irse.
Se volvió hacia nosotros, la luz del sol se reflejaba en los trozos de metal y cristal que componían su cuerpo y habló con un tono de voz que podía haber sido el de Kenleth.
—La puerta está a punto de cerrarse —dijo—. Se solicita la salida dentro de veintisiete minutos según su reloj.
—Estoy preparado —Ram pareció aliviado—. Quiero volver a ser humano, no un bicho raro genético ni la marioneta de ningún ingeniero omega que murió hace cuarenta mil años.
Estaba subiendo por los escalones abatibles, cuando escuché un grito procedente de la casa y vi que White Water salía corriendo hacia nosotros.
—¡Espera un momento! —gritó—. Tyba Crail no os conocía. Quiere que volváis a entrar.
—No sé. —Ram me miró pestañeando, con inseguridad—. Ya estoy un poco harto de ella, pero White Water… es un hombre en el que aprendí a confiar.
Se dio la vuelta para preguntar al robot por la siguiente ventana abierta.
—No se sabe qué posibilidades hay —le dijo—. El planeta Tierra está lejos, los caminos se han probado pocas veces. Las estrellas se desplazan con el tiempo. Se pueden perder las conexiones de vuelo que no se utilizan. Es necesario confirmar las coordenadas para otro vuelo.
—Entonces confírmalas.
White Water continuó hasta reunirse con nosotros. Estaba vestido con una chaqueta de uniforme deslucida con un botón de oro en el pecho, parecía que no había cambiado nada, un hombrecillo inteligente y lleno de vida, tenía la cara oscura curtida por el tiempo, que le había hecho mantenerse con vida.
—Ty Chenji, Ty Stone. —Hizo una reverencia y movió las manos haciendo el saludo típico de Hotlan—. Me alegro de volver a veros aquí. Tyba Crail os recibirá si entráis.
—Puede —dijo Ram encogiéndose de hombros con aire vacilante, pero devolvió el gesto de saludo y le preguntó a White Water cómo estaba.
—Surcando los mares como siempre. —Movió los brazos como para dar la bienvenida a un futuro mejor—. La vida está volviendo al río. Ahora trabajo para Tyba Crail.
—¿Estaba en Norlan? —pregunté—. ¿Y la plaga no llegó allí?
—Gracias a todos los capitanes que obedecían órdenes para hundir los barcos de refugiados. —Asintió, con una mueca de tristeza—. Hace muy poco, alguien volvió para ver si alguien había sobrevivido. Estaba en el primer barco que llegó aquí. Una señora con agallas. Te gustará cuando la conozcas.
No hizo caso del ceño fruncido, señal de dudas.
—Te alegrará reunirte con los oficiales de Norlan. Ya están negociando con Toron y los miembros de la hermandad. Creo que llegarán a un acuerdo en casi todo lo que pedíais Toron y tú. Igualdad de derechos y no más esclavitud.
—Bien —murmuró Ram—. No es que me importe, ya no.
—Nos importa a nosotros —dijo—. Puede que más a los norlanders. Sobrevivieron, pero recibieron un golpe fuerte. Es lo bastante para decirles cuánto nos necesitan. Pero, entrad, Tyba Crail está esperando.
Le seguimos de nuevo a la casa y encontramos a Delya Crail esperando en la puerta. Con la cara pálida y estática, estuvo medio minuto mirando a Ram y le hizo una reverencia algo forzada. En silencio, nos condujo al salón. Nos sentamos en una mesa situada en un pequeño hueco al final de la gran cocina.
—¡Ah!
Escuché el débil lamento de Kenleth. Había visto la pequeña cerámica que había sido de su madre, colocada en la mesa. Las figuras de Anak y Sheko, sentados en su trono dorado. Ram y Delya lo miraron y se dieron la vuelta para mirarse el uno al otro frunciendo el ceño. Después de pasar medio minuto de silencio habló.
—Ty Chenji —preguntó en voz baja—. ¿Te vas a quitar la gorra?
Llevaba una boina negra que había encontrado en ese octógono de Beta. Se encogió de hombros y se la quitó. La corona de los mundos brillaba con un brillo dorado tenue. Sus rasgos se endurecieron.
—¿Así que en realidad eres ese? —La pregunta era una acusación—. El hijo de Anak.
Él la miró con una pequeña sonrisa.
—Si tú eres la hija de Sheko.
Ella se puso rígida como si estuviera enfadada, pero enseguida se relajó.
—Un mito de los Hotman. Se lo escuché a una criada cuando vio esto. —Se señaló la peca dorada—. Nunca me ha molestado.
El viejo cocinero negro entró cojeando en la habitación. Llevaba vasos en una bandeja y una botella de vino bueno de Crail. Delya llenó los vasos. Ram dio un sorbo, le dedicó una sonrisa pobre y levantó su vaso como señal de saludo.
—Ty White Water dice que acabas de llegar. ¿Es así?
—Hace dos semanas. Vio el barco y bajó por el canal para llevarnos al puerto. ¡Tenía que venir! —Sus palabras salieron como un torrente repentino—. La guerra acabó con la colonia y nos dejó desesperados. Fue una época terrible. Casi todos nosotros perdimos a alguien. La pérdida de las inversiones nos arruinó a todos. Las importaciones de comida se interrumpieron. Tuvimos que racionar lo que quedaba.
Por un momento, su mirada era como la de Celya, mostrándose fuerte, pero triste en sus últimos días, pero entonces su cara se suavizó y le dedicó una pequeña sonrisa a White Water.
—Tuve suerte de encontrarle.
—¿La plaga? —le preguntó Ram—. ¿Estás segura aquí?
—Espero que lo estemos —apuntó—. Los médicos creen que sí.
—El germen patógeno debe de haberse extinguido cuando ya no había más víctimas portadoras —dijo White Water—. Pero nos dejó bastantes problemas.
—Estaré perdida sin él. —Le hizo una seña con la cabeza y puso cara de tristeza—. ¿Has visto lo que queda? Una destrucción absoluta. Cuando vi la ciudad, quería volver en el barco, pero estamos tratando de recuperar lo que podamos.
—Es difícil, pero hemos empezado. —Asintió con seriedad—. Los norlanders se dan cuenta de lo que dependen sus vidas de la colonia. Toron y su gente saben lo que Norlan les puede dar. Su civilización, ciencia, tecnología. El barco todavía está anclado en el puerto. Todavía están negociando. Los norlanders abolirán la esclavitud, prometen igualdad de derechos para los hombres de Hotlan.
—Nadie volverá si no hay garantías para nosotros —dijo Delya—. Seguridad y derechos sobre las propiedades. Estamos ofreciendo planes.
White Water asintió.
—El banco de Crail se puede reabrir, quizá con el nombre de Hotlan National, si Hotlan se convierte en una nación. Habrá una nueva moneda, basada en el valor del trabajo. La necesitamos para pagar a los esclavos liberados que quieran volver de la jungla. Seguro que muchos quieren. Están trastornados por la guerra, no tienen casi comida ni nada. Con una paga justa, creo que podemos hacer que vuelvan a ser felices en el trabajo.
El antiguo cocinero parecía bastante contento. Contento, nos preparó una buena cena con los productos de la huerta que tenía en el patio trasero. White Water había encontrado algunos criados de la casa Crail que vivían en la jungla. Parecían contentos de volver, se les pagaba con vales que se canjearían cuando abriera el nuevo banco, ya estaban limpiando la casa y recogiendo las ramas caídas y la basura del césped que estaba sin podar.
Kenleth y yo estuvimos allí casi una semana, durmiendo en la habitación que había en la parte alta, que había sido nuestra cárcel. El robot esperó en el vehículo que estaba delante de la casa. Ram se pasó la mayor parte del tiempo con White Water y Celya, involucrado, contra su voluntad, en los planes que ellos tenían para el futuro de Hotlan.
Una noche, oí ruido de tambores, y al día siguiente llegó una canoa de la parte alta del río con Toron vestido con sus ropajes de colores brillantes, acompañado de un hombre negro de estatura baja, vestido con el traje sobrio de la hermandad. White Water bajó a Ram y Delya para darles la bienvenida a bordo de su lancha y los llevó de nuevo a hablar con los oficiales de Norlan que había en el barco de vapor.
Kenleth bajó a visitar a los remeros que esperaban en la canoa y volvió con aspecto de preocupación.
—Son de algún lugar río arriba en el río Negro —me dijo—. Más al norte. Hablan un idioma que casi no entendía, pero odian a los norlanders. No desembarcarán.
Hizo que el cocinero cogiera una cesta con fruta para darles, pero tampoco consiguió granjearse ningún amigo. El sol ya se había puesto antes de que la lancha volviera a marcharse río arriba. Toron y el cofrade se metieron en la canoa y empujaron. Vi que Delya sonreía a Ram cuando él se ofreció a ayudarla a salir de la lancha. Habían empezado a llevarse bien, pero la expresión de él era seria.
—Hemos topado con un inconveniente. —Frunció el ceño cuando le pregunté cómo habían ido las conversaciones—. Los norlanders quieren un trato, pero la hermandad no confía en ellos.
—Ty Toron quiere que Ty Chenji se quede. —Delya se dio la vuelta para mirarle—. Los Ancianos creen que tú llegaste para liberar a los esclavos. Confían en ti. Todo el mundo te necesita aquí.
—Si eso es verdad.
Él la miró de forma inquisitiva durante un buen rato. Se había quitado la boina negra y la corona brillaba débilmente en la penumbra. Tenía los ojos fijos en ella con una mirada que no era capaz de interpretar. Ambos estuvieron en silencio durante un rato. Al final, él asintió. Ella sonrió con gravedad y él se volvió hacia mí.
—¿Te importaría, Will? Odio tener que enviarte solo de vuelta, pero me necesitan aquí.
—Ty Will, no vas a estar solo —Kenleth me cogió del brazo—. Yo estaré contigo si me llevas.
Le rodeé con el brazo y le dije a Ram que lo entendía.
Kenleth estaba ansioso por ver la Tierra, aunque él y Delya se habían caído simpáticos. A la mañana siguiente, en el desayuno, ella le estaba preguntando sobre su madre y su vida en la comisaría de Hake. Cuando vio cómo miraba con tristeza la vasija de cerámica que era de su madre, ella se la dio.
—Gracias, Tyba Crail —ella le hizo una inclinación formal—. Eres muy amable conmigo. Pero no puedo aceptarlo —intentó devolvérselo—. Era de Tyba Celya.
—Es tuya —insistió—. Quédatela para recordar a tu madre —se dio la vuelta hacia Ram y hacia mí—. Celya y yo estuvimos en contacto, pero realmente no llegamos a conocernos. Nuestra madre vino a casa para visitar a los habitantes de Glacier Bay antes de que naciéramos. Se llevó a Celya con ella a Periclaw y dejó que me adoptara mi tía, su hermana mayor, que quería quedarse conmigo porque no tenía hijos. —Sonrió a Kenleth—. Significa más para ti que para mí.
—Gracias otra vez, Tyba Crail. —Con lágrimas en los ojos, lo cogió y volvió hacer una reverencia—. Eres muy generosa y muy hermosa. Tanto como tu hermana. Te quiero.
También con lágrimas en los ojos, Delya le acogió en sus brazos.
Los tambores volvieron a sonar. Toron volvía. White Water los llevaba a él y a Ram río arriba para reunirse con más miembros de la hermandad y algunos otros líderes tribales. Antes de que salieran, Delya quería ver el campo en el que sus padres y Celya murieron. Estaban en la cocina aquella mañana, metiendo en una cesta comida y vino para el viaje.
—¡Ty Will! —Kenleth irrumpió en la habitación—. El robot tiene una ventanilla abierta. Podemos irnos.