Prefacio

PREFACIO

La historiografía de la España contemporánea está abrumadoramente —y tal vez inevitablemente— obsesionada con el examen de las causas, el desarrollo y las consecuencias de la guerra civil. El fratricidio del decenio de 1930 ha originado una bibliografía de unas dimensiones asombrosas, desproporcionada en comparación con la relativa a la segunda guerra mundial. Dejando de lado el enorme corpus de propaganda y memorias polémicas y personales, un rasgo curioso de la abundancia de escritos sobre la España del siglo XX es el predominio de los estudios sobre la izquierda. En un nivel, es comprensible. Las hazañas revolucionarias de los anarquistas españoles resultan una lectura apasionante. La enconada rivalidad entre los socialistas y los anarquistas españoles resulta no menos apasionante. Los conflictos internos entre anarquistas, socialistas y comunistas figuran entre los motivos determinantes de la derrota de la República española y con ella el hundimiento de los grandes experimentos colectivistas de la guerra civil.

Por otra parte, la fascinación inspirada por la izquierda contribuye bastante a que se pase por alto que la República española fue un corto intervalo, casi un error, en una historia moderna dominada por la derecha. Por esa razón, la justificación inmediata de este libro es la relativa falta de estudios en inglés serios sobre la derecha española o, de hecho, en cualquier otra lengua. La mayoría de los que han escrito sobre la izquierda —o se han mostrado simpatizantes con ella— poco o nada tienen que decir sobre la derecha. La mayoría de los que han escrito sobre la derecha han solido ser propagandistas de su causa, que daban por sentado que la justificación de la guerra civil radicaba en última instancia en el desorden izquierdista. Naturalmente, existen excepciones destacadas y honorables[1]. No obstante, en comparación con la izquierda, la derecha no ha sido objeto de una bibliografía abundante.

Durante los años en que viví en España no pude por menos de verme influido por mis investigaciones sobre los conflictos políticos de la Segunda República y por mis observaciones diarias al ver a una derecha española que parecía dura, rígida y obstinada, en comparación con el conservadurismo, relativamente flexible, que aparentemente aún predominaba entonces en Inglaterra. También me impresionó mucho hasta qué punto la derecha, en un contraste lo más marcado posible con la izquierda y pese a las considerables discrepancias ideológicas, estratégicas y tácticas entre los grupos que la componían, solía actuar con un único propósito común. Durante la Segunda República, los diversos grupos derechistas actuaron como «regimientos de un mismo ejército». La escala de su cooperación durante toda la República fue similar y se intensificó durante la guerra civil, lo que se prestaba a notables comparaciones con el comportamiento de la izquierda. Se puede atribuir en gran medida el desarrollo particular de la historia española en el siglo XX a la obstinación, inflexibilidad y miedo a la democracia de la derecha, del mismo modo que se puede atribuir en cierta medida el progreso actual del país a la aparición de una derecha moderna, moderada y civilizada, apta para funcionar en un sistema democrático.

La notable solidaridad de la derecha durante el decenio de 1930 fue inducida por la crisis y, una vez ganada la guerra civil, podían volver a surgir las discrepancias. Dichas discrepancias constituyeron la base de la creencia de que, en la época de Franco, hubo una especie de pluralismo limitado. Cuando el régimen volvió a pasar por una importante crisis a mediados del decenio de 1970, los elementos de la coalición franquista que menos habían evolucionado durante los años de la dictadura —el ejército y la Falange— restablecieron una unidad de otra clase. Entretanto, entre la unidad derechista de la guerra civil y la unidad bastante más cerrada que supuso la retirada al búnker en el decenio de 1970, la derecha evolucionó espectacularmente en direcciones diferentes en la época de Franco. Para muchos católicos y monárquicos, el rostro más duro de la dictadura llegó a ser cada vez más inaceptable. También hubo falangistas que consideraron la atmósfera sofocantemente burocrática del régimen una traición a sus ideales originales. El dirigente católico autoritario José María Gil Robles, el monárquico José María de Areilza, que en tiempos había apoyado a la Falange, el exministro demócrata cristiano de Franco Joaquín Ruiz Giménez y el poeta falangista Dionisio Ridruejo fueron los casos más sorprendentes de la evolución de derechistas que llegaron a oponerse a la dictadura. Iba a haber otros muchos funcionarios franquistas, de los cuales Adolfo Suárez es simplemente el más célebre, que evolucionaron hasta el punto de obrar en pro de la transición de la dictadura a la democracia. Naturalmente, hubo otros que evolucionaron de formas diferentes y menos progresistas.

Los capítulos de este libro intentan dar una idea de la unidad y del desarrollo de la derecha intransigente. Lo que no hacen es examinar la evolución de una derecha democrática y constitucional de cuyos componentes he hablado en mi libro The Triumph of Democracy in Spain (Methuen, Londres, 1986). Tampoco se ocupan, si no es marginalmente, del papel político de la Iglesia católica. Este libro se centra más bien en diversos aspectos estrechamente vinculados a la relación entre el fascismo y el ejército en los cincuenta años transcurridos desde el nacimiento de la Segunda República en 1931 hasta el desesperado golpe militar de 1981. Examina los papeles del fascismo y del ejército como instrumentos del dominio derechista en la España del siglo XX. Para ello presta atención particular al general Franco y a su permanente preocupación por su propia supervivencia. A la total identificación entre el Caudillo y su régimen se debió que ni él ni sus seguidores vieran contradicción alguna entre sus intereses personales y los de los servidores y partidarios de la dictadura. No obstante, en el decenio de 1970 algunos de sus partidarios más poderosos consideraban el régimen un anacronismo y, por tanto, estaban dispuestos a iniciar negociaciones con las fuerzas de la izquierda moderada. Como Franco había utilizado los instrumentos de su dictadura enteramente en pro de los intereses del régimen, se encontraron divorciados de los sectores de la sociedad por los cuales habían combatido entre 1936 y 1939. La mayor víctima a este respecto fue, paradójicamente, el ejército. Sus intereses deberían haber trascendido la protección inmediata de una dictadura transitoria. Éste es uno de los temas recurrentes de este volumen.

El libro comienza con un capítulo sobre la naturaleza del fascismo en España. Los intentos de definir el fascismo español han resultado dificultados por el hecho de que el único partido indiscutiblemente fascista del decenio de 1930, la Falange, fuera poco importante numéricamente y fuese eclipsado por el ejército. En el capítulo primero se examina la variante española del fascismo en su marco histórico a largo plazo y como una de las diversas unidades de las fuerzas derechistas. En este sentido argumenta limitar la investigación del fascismo en España a la Falange Española de la época anterior a la guerra civil es una operación carente de sentido. Lo que sugiere más bien es que un objeto de examen más fructífero es la amplia alianza contrarrevolucionaria de los partidos que apoyaron la causa franquista, formalizada a la fuerza en abril de 1937 como Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista. Aunque sólo era una parte de un todo mayor, la FET y de las JONS iba a dar un barniz fascista a la coalición franquista más amplia. En el Capítulo 2 se analiza la táctica militar adoptada por Franco y los motivos que lo indujeron a alargar la guerra incluso cuando su resultado había quedado decidido. En el tercer capítulo se investigan las formas en que la dictadura manipuló la memoria colectiva de la guerra civil española mediante la maquinaria propagandista falangista y su Frente de Juventudes, en las escuelas y las academias militares, mediante artefactos culturales y censura. Examina la burda construcción de una hegemonía ideológica encaminada a mantener unida la coalición franquista dividiendo a la población en vencedores y vencidos.

Siguen tres pares de capítulos emparentados. El primero se refiere a dos aspectos relacionados con la supervivencia del general Franco en el período en que era más vulnerable a las maquinaciones políticas internas y al derrocamiento por un poder exterior. En el Capítulo 4 se examinan las tentaciones recibidas por el general Franco del Eje en la segunda guerra mundial. Se examina la forma en que sobrevivió a su entusiasmo y al de la Falange el nuevo orden mundial hitleriano. Se indica que la diplomacia exquisitamente cuidadosa o la «hábil prudencia» que los admiradores de Franco consideraron la razón de la neutralidad de España desempeñó un papel menos importante que la suerte y los errores de cálculo de Hitler y Ribbentrop. El examen de las inclinaciones en pro del Eje en el bando de Franco queda equilibrado por el Capítulo 5, en el que se expone la habilidad con que el Caudillo esquivó los intentos por parte de sus generales de refrenar sus inclinaciones dictatoriales. El segundo par de capítulos está compuesto por estudios generales de la evolución de los papeles del ejército y de la Falange durante el régimen de Franco. En ambos casos, estos dos instrumentos de la dictadura resultaron radicalmente cambiados, deformados incluso, por haber permitido que el propio dictador los aprovechara. En el par final de capítulos emparentados se examinan los esfuerzos hechos por los fascistas y los militares para resucitar el pasado después de la muerte de Franco. Se examinan las actividades subversivas de los «búnkeres» civil y militar durante la desintegración de la dictadura y la transición a la democracia.

Durante la preparación de este volumen me resultaron incalculablemente provechosos los estímulos y las críticas de Enrique Moradiellos, Florentino Portero e Ismael Saz, con los cuales comenté por extenso muchas de las ideas concretas aquí expuestas con mayor detalle. Quisiera agradecer a Chris Ealham la preparación del índice de materias. Otras deudas son más difusas y se remontan a tiempos pasados. Durante veinte años he aprendido de Elías Díaz mucho sobre el funcionamiento de la política española. Durante casi los mismos años, Ángel Viñas ha sido una fuente ilimitada de información y explicación de las estructuras del franquismo. Sheelagh Ellwood sigue enseñándome mucho sobre la Falange, su funcionamiento interno y las personalidades de sus dirigentes. Mis primeras investigaciones sobre la derecha española contaron con la ayuda y la hospitalidad de Herbert R. Southworth, quien durante muchos años ha puesto con infinita generosidad a mi disposición los recursos de su biblioteca y su incomparable conocimiento de la Falange y del franquismo. El libro está dedicado a Raymond Carr y a la memoria de James Joll con agradecimiento por su apoyo sin límites a todas mis empresas académicas.