Quiero dar especialmente las gracias a Stephen Reilly, mi hermano, genio del márketing, escritor atormentado (¿acaso no lo somos todos?), y fiel amigo. A Natalie Freer, que siempre es la primera en leer mis obras y la persona más paciente y generosa sobre la faz de la Tierra. A mis padres, por dejarme ver demasiada televisión de pequeño y por su inquebrantable apoyo. Y a Peter Kozlina por su monumental fe en este libro antes incluso de haber leído una palabra.
Y, por supuesto, gracias de nuevo a todos los que trabajan en Pan Macmillan y St. Martin’s Press: a Cate Paterson y Pete Wolverton, por ser unos editores brillantes; a Jane Novak, por ser una agente fantástica (¡y por ser la única persona capaz de leer Voss y a continuación coger Antártida: Estación polar y disfrutar de ambos!); a Julie Nekich, por ser una correctora comprensiva (hay que serlo para trabajar conmigo); y, por último, una vez más, gracias a todos los comerciales de Pan y St. Martin’s por las incontables horas que se pasan en la carretera entre librería y librería. Gracias.
A todo aquel que conozca a un escritor, que jamás infravalore el poder de sus ánimos y apoyo.