La secta y WikiLeaks

No tuvimos mucho tiempo para dormirnos en los laureles. Poco después del caso Julius Bär nos llegaron los primeros documentos relativos a la Cienciología, cuya procedencia desconocíamos. Sin embargo, no creíamos que fuera una casualidad que de repente toda una serie de personas del grupo Anonymous participaran en nuestro chat.

Este grupo internacional de activistas de la red había declarado la guerra a la Cienciología. Deben su nombre a que los usuarios de Internet que no quieren facilitar datos sobre su identidad en foros o tablones de imágenes reciben en inglés el apelativo de usuario «anónimo». Se les reconoce por la máscara de Guy Fawkes que adoptaron de la novela gráfica V de Vendetta. Guy Fawkes era un insurgente que en 1605 quería volar por los aires el Parlamento inglés y cuyo rostro sirve de máscara al protagonista de V de Vendetta. Los activistas de Anonymous también hacen uso de esta máscara, con la que aparecen en vídeos de YouTube o manifestaciones. Se trata de una máscara masculina con bigote y perilla, y una sonrisa permanente que resulta un tanto siniestra.

En su página web, Anonymous explica su enmascaramiento por el miedo a la Cienciología: «Podría dar la impresión de que queremos infundir el terror, pero no es así. La organización Cienciología en ocasiones ha perseguido a ciudadanos de a pie que protestan contra sus maquinaciones. Con la palabra perseguir nos referimos a rastrear y acosar. Persiguen a personas por la única razón de que estas no comparten su cosmología. Nosotros nos limitamos a protegernos de la intimidación y el acoso que algunos de los nuestros ya han tenido que soportar. La organización Cienciología dispone de gran cantidad de fondos, así como de un increíble equipo de juristas, y es tristemente conocida por querellas improcedentes. De ahí el uso de máscaras».

Anonymous firma además sus vídeos y mensajes con la divisa: «Knowledge is free. We are Anonymous. We are Legion. We do not forgive. We do not forget. Expect us!».[2]

La Cienciología era un poderoso adversario. La secta ya había hecho callar a muchos que querían informar sobre ella. Sobre todo antiguos miembros que, tras abandonarla, deseaban advertir a otras personas de sus métodos; habían sido acallados con procesos judiciales, acosados e intimidados.

En nuestra página, las personas con información privilegiada podían publicarla sin miedo a ser demandadas por la Cienciología. Con el caso Julius Bär habíamos demostrado que nadie era capaz de meterse con nosotros.

En primer lugar publicamos sobre todo manuales internos de la secta. Como consecuencia cada vez nos llegaban más documentos. Después de habernos adentrado en el «sistema bancario», nos zambullimos en el «sistema sectario». Nunca antes me había interesado por la Cienciología, y ahora me sentía fascinado.

El cienciólogo se abre paso en la vida, por decirlo de algún modo, a través de una escalera profesional, y va ascendiendo de nivel con el objetivo de volverse «puro». En función de los méritos de cada uno, se alcanza un nivel concreto thetan.

Los thetan son criaturas paranormales. Según dicen, hace millones de años nuestro universo compuesto por 76 planetas sufrió una superpoblación. Uno de los señores intergalácticos de la guerra, llamado Xenu, viajó en una misión de rescate por toda la galaxia. Como si del antagonista del Noé del Antiguo Testamento se tratara, Xenu reunió la escoria de entre los habitantes del Universo, sobre todo criminales y demás personajes turbios. Al llegar a la Tierra se dispuso a asesinarlos. Para ello, por ejemplo, los encerró en el interior de volcanes en Hawái y los aniquiló con bombas de hidrógeno. ¡Muy bien!

Desde entonces viven en la tierra los thetan, las almas de los asesinados. En su búsqueda de un cuerpo, se introdujeron en los seres humanos primitivos y adoptaron su forma. Cuando en la actualidad una persona tiene un problema, este siempre radica en el thetan aletargado en su más profundo fuero interno, según dice la doctrina de la Cienciología. Por ende, la Cienciología ofrece a las personas ayuda para librarse del thetan interno. El fundador L. Ron Hubbard dice tener unos cuantos cientos de millones de años (en relación con estas declaraciones, publicamos las primeras grabaciones con sus conferencias de los años cincuenta), y dedicarse a viajar como observador por el Universo.

Obviamente, sería pedir demasiado a los nuevos miembros de la Cienciología, incluso a los más tontos, que aceptasen semejante desatino de buen principio. En consecuencia, los miembros no reciben esta información hasta que no han alcanzado un nivel concreto, y hasta ese momento, los miembros de la secta no deben tener acceso a las escrituras para las que todavía no están preparados. Por ejemplo, cuando los cienciólogos alcanzan el nivel 3, se les informa de que el mundo será repoblado por extraterrestres.

Los manuales no solo son secretos, sino que además son muy caros. A efectos prácticos, para estar informado de la existencia de extraterrestres, normalmente es necesario haber legado el equivalente al valor de una casa unifamiliar a la secta. Cualquiera puede imaginarse entonces el valor de los libros electrónicos que publicamos en nuestra página. Otro motivo para haber desairado a la Cienciología.

Aquellos que en la lucha contra su propio thetan no avanzan con la suficiente rapidez, deben ser «rehabilitados». Es decir, si tienen mala suerte, irán a parar a uno de los llamados Rehabilitation Force Project (proyecto de rehabilitación), que funcionan a modo de correccionales.

Cienciología cuenta asimismo con su propia flota de navíos, compuesta por cruceros. Esta marina privada de la secta se llama Sea Organisation, con la abreviatura Sea Org. Aquellos miembros que una vez a bordo no demuestran tener el rendimiento esperado pueden entrar en la correspondiente unidad de Sea Org RFP (rehabilitación en el mar), aceptando en consecuencia toda una serie de sanciones absurdas. Los documentos que habíamos recibido revelaban los castigos con los que se podrían encontrar las personas afectadas.

Por ejemplo, uno de los castigos consistía en ponerse un traje de neopreno negro de cuerpo entero y quedar aislado del resto de la tripulación. A la hora de las comidas, los sancionados debían esperar a que los demás acabaran de comer y solo podían alimentarse de los restos. No podían moverse a una velocidad normal, sino que siempre debían desplazarse corriendo. En el barco debían vaciar los sanitarios químicos o realizar otras tareas degradantes similares, a las que les podía obligar cualquier otro miembro de la secta. Solo una vez realizados aquellos trabajos, la persona sancionada podía volver a dedicarse a sus verdaderos cometidos, a su evolución espiritual y al estudio de las escrituras.

Lisa McPherson era una joven que perdió la vida en 1995, mientras se encontraba en manos de la Cienciología. Eso provocó la primera oleada de indignación contra la organización en los medios. Hasta entonces, la secta era bastante desconocida.

Todavía no se han podido esclarecer por completo las circunstancias de la muerte de McPherson. Lo único que se sabe es que la joven, de treinta y seis años, fue ingresada en el hospital con una crisis nerviosa tras un accidente de circulación leve. Sin embargo, pronto la recogieron dos cienciólogos que, a partir de una serie de documentos, aseguraron ser responsables de la salud de McPherson. A continuación trasladaron a la mujer a una de las unidades de rehabilitación de la secta y la sometieron a lo que se conoce como un introspection rundown (proceso de introspección). Nosotros fuimos los primeros en publicar información contrastada sobre los procedimientos que practicaban.

Durante el transcurso de esos procedimientos nadie puede hablar con la persona afectada, que debe aprender a liberarse de su propia situación gracias al aislamiento. Para alguien aquejado de una crisis psíquica, cualquier situación de aislamiento resulta fatal.

Lisa McPherson sufrió una crisis psíquica. La investigación judicial dictaminó que no había ingerido suficiente líquido. La deshidratación aguda combinada con el prolongado reposo en cama provocó una trombosis que o bien no fue detectada, o bien no fue tratada debidamente, y que desembocó en una muerte por embolia pulmonar. Así pues, el rundown tuvo un final mortal. Los cienciólogos entregaron el cadáver, que se encontraba en muy mal estado, a un hospital de Florida el 5 de diciembre de 1995.

A continuación se inició una investigación contra los responsables de la Cienciología por denegación de auxilio y por realizar prácticas médicas sin las debidas licencias. El procedimiento criminal terminó archivándose en el verano del año 2000 por falta de pruebas. En un proceso judicial posterior, celebrado en 2004, los familiares llegaron a un acuerdo con la secta y aceptaron una compensación económica, si bien los detalles exactos del acuerdo nunca se hicieron públicos.

La información que publicamos tenía un gran valor, no solo porque detallaba los procedimientos exactos de los rundowns, sino porque incluía también gran cantidad de grabaciones de vídeo y de audio internas. Además, publicamos extensos listados de empresas y sociedades vinculadas con las redes de la Cienciología, entre ellas empresas que realizaban exámenes de colocación para otras empresas e instituciones sociales, como por ejemplo una oficina de la asociación norteamericana de ayuda a los drogadictos.

La gente de Anonymous nos ayudó a estructurar y clasificar el material para nuestra página web y aportó mucha información de utilidad.

Mantuve conversaciones telefónicas con numerosos ex miembros de la secta a altas horas de la noche. Los llamaba siempre desde alguno de los locutorios de Internet que había en mi calle a sus teléfonos norteamericanos o británicos. Y ahí estaba yo, apoyado en una pared de conglomerado de madera, rodeado por el sedante sonsonete de las conversaciones de árabes, indios y africanos exiliados en Wiesbaden, mientras escuchaba las truculentas historias de algún ex cienciólogo. Aquellas conversaciones podían durar hasta bien entrado el amanecer.

Para mantenerme despierto me llevaba una botella de Club Mate, que dejaba junto al teléfono, e intentaba calmar a los desconocidos que había al otro lado de la línea telefónica. Uno había abandonado Sea Org y estaba asustado; otro quería saber cómo podía hacernos llegar material de vídeo; y otro simplemente quería hablar. Aunque, en realidad, eso lo querían todos, sobre todo los ex cienciólogos que habían abandonado la organización hacía poco: tenían los nervios destrozados y agradecían mucho que un joven alemán se tomara tiempo para escucharlos.

Los empleados de los locutorios estaban acostumbrados a los personajes lúgubres que deseaban hacer una llamada telefónica de forma anónima, pero yo me salía de lo corriente. En casa tengo aún cientos de tarjetas SIM, que guardo en botes de carretes de fotos. Lo más práctico para mis necesidades, sin embargo, eran las tarjetas SIM ya registradas que podían adquirirse bajo mano en cualquier tienda del Westend. A veces me compraba varios números consecutivos, buscaba en Internet alguna familia numerosa que hubiera colgado fotos de una fiesta de aniversario en un blog y utilizaba sus nombres y direcciones para registrar todas las tarjetas SIM de una tacada. En lo tocante a cuestiones de seguridad, yo era un profesional; quien me llamaba podía estar seguro de que no nos escuchaba nadie.

Asimismo, cuando se trataba de enviar documentos tomábamos grandes medidas de seguridad. Nos encargábamos de que, antes de llegar a nuestras manos, los documentos con informaciones explosivas dieran tantos rodeos, pasaran por tantos procesos de cifrado y de eliminación de la identidad y llegaran con tanto ruido de fondo como fuera posible, para que nadie lograra seguirles la pista. Ni siquiera nosotros mismos podíamos contactar con nuestras fuentes, por mucho que se tratara de algún asunto urgente. Nuestros remitentes no dejaban rastro alguno en la red, ni la menor huella dactilar, ni un solo byte que pudiera delatarlos.

Tampoco debían temer posibles juicios. Al contrario, deseábamos fervientemente una denuncia por parte de la Cienciología. Estábamos seguros de que las demandas de la secta no prosperarían y de que, en cambio, un proceso judicial atraería mucha más atención sobre los espectaculares documentos que habíamos publicado, como ya había sucedido con Julius Bär. Casi cada mes había en todas las grandes ciudades alguna acción de protesta contra la Cienciología. En una de ellas, Anonymous exhibió una pancarta en la que podía leerse: «Sue WL, you faggots». Denunciad a WL, mariquitas.

Sin embargo, los representantes de la secta demostraron ser más inteligentes que nuestro rival bancario. O a lo mejor tuvieron la suerte de llegar después de Julius Bär, cuya demanda demostró ante los ojos de todo el mundo que quien nos demandaba se exponía a una derrota segura.

A mí, personalmente, me fascina el culto que se ha creado alrededor del fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard. Existen imágenes y grabaciones antiguas que muestran al otrora escritor de ciencia ficción dando conferencias en universidades. Allí contaba a los oyentes que tenía millones de años y que viajaba de planeta en planeta por todo el Universo para velar por la justicia. Al principio los asistentes se reían, pero hacia el final de las grabaciones tenía uno la impresión de que entre el público y Hubbard se había establecido una relación francamente amigable. Hubbard tenía un talento especial, era un narrador capaz de seducir a su público, sabía reírse de sí mismo y, entre lo uno y lo otro, contaba las historias más estrambóticas.

En su momento, Julian y yo hicimos muchas bromas acerca de lo útil que nos habría resultado crear una religión, ya que habría resuelto muchos de nuestros problemas. Así, por ejemplo, si los documentos que nos parecían más importantes no llegaban a suficiente gente, podríamos mandar a un equipo de adeptos que irían puerta por puerta leyendo nuestras filtraciones: «¿Conocen este capítulo? Trata sobre la red de aprovisionamiento de aguas de su ciudad: ¡un caso de corrupción multimillonaria!».

Los chicos de Anonymous nos echaron una mano en la filtración de la Cienciología y ordenaron la wiki de tal forma que los lectores pudieran manejar el caudal de documentos. En todos los casos se trató de colaboraciones voluntarias.

Pero había otros contingentes de material que precisaban de un trabajo similar. No era nada fácil motivar a personas externas para que colaborasen con nosotros y éramos conscientes de que, a largo plazo, iba a sernos imposible gestionar toda la información sin ayuda. Constantemente aparecía alguien en el chat que nos ofrecía su ayuda, pero ¿cómo podíamos saber que se trataba de personas que compartían nuestras mismas ideas? ¿Y si se dedicaban a divulgar cuestiones relativas a la seguridad?

Fundar una religión nos habría facilitado mucho las cosas. Por regla general, los colaboradores de la Cienciología eran personas sumamente motivadas a pesar de que vivían y trabajaban en unas condiciones atroces. La Cienciología se lo arrebató todo a muchas personas que, cuando se quedaban el dinero, debían echar mano de sus casas, objetos de valor o seguros. Si alguien prefería contribuir de otra forma, podía realizar trabajos para la Cienciología, a cambio de los cuales recibía algo de calderilla y muy pocos días de vacaciones.

Entre tanto, me preguntaba si, durante los últimos meses, WikiLeaks no se habría convertido también en un culto religioso o, por lo menos, en un sistema que apenas toleraba la contestación interna. Si algo fallaba, había siempre motivos externos, el gurú era intocable y no se le podía cuestionar. Estábamos sometidos a una amenaza externa constante y eso reforzaba la cohesión interna. Si alguien expresaba excesivas críticas era castigado con una privación de la comunicación o amenazado con posibles consecuencias. Y los compañeros de armas debían saber tan solo lo que fuera necesario para desempeñar la tarea en la que trabajaban en cada momento.

Cuanto menos, puede decirse que Julian había comprendido perfectamente lo que se escondía detrás del fenómeno del culto religioso, algo que quedaba clarísimo después de leer los documentos sobre la Cienciología.